Necesitamos ser Keynesianos
Keynes no fue socialista al contrario llego para salvar el capitalismo de su crisis más profunda vista hasta aquel entonces. Sin embargo, para los ojos de un fundamentalista del mercado alguien que solicita la intervención del gobierno para salvar la economía no puede evitar ser puesto bajo sospecha.
En la época en que Keynes escribió existía un colapso económico a nivel mundial, desempleo masivo, negocios quebrados por doquier y un gran sufrimiento social. La miseria crecía a niveles alarmantes. Cualquiera hubiera concluido que el modelo había fracasado y que solo cambiándolo habría oportunidad de recuperar la antigua prosperidad. La codicia extrema de los capitalistas había llevado a una situación insostenible que debía ser corregida con la nacionalización de los medios de producción y la erradicación de la propiedad privada. No se vislumbraba otra solución posible.
Keynes para sorpresa de todos sostuvo que las fallas de la economía tenían, por el contrario, una solución técnica relativamente sencilla de implementar: ¡El sistema necesitaba un nuevo generador no era necesario cambiar la maquina completa! Solo se requiere que el gobierno implemente políticas activistas que impulsen la demanda para recuperar el pleno empleo. Por supuesto si crees que los mercados libres siempre funcionan correctamente y que el gobierno nunca puede hacer nada bien pues entonces Keynes es tu enemigo.
Su gran aporte fue demostrar que algunos de los supuestos fundamentales sobre como se pensaba la economía podrían estar equivocados. Y en esto fue un intelectual revolucionario.
Regresando a nuestros predicamentos actuales, en medio de una pandemia que está desnudando todas las falencias de nuestro aparato público y la escasa protección social que tenemos los peruanos, surgirán también voces contrarias. De un lado los defensores recalcitrantes del modelo que no aceptan critica alguna y, en el otro, los que desean cambios radicales para dejar de lado al mercado en su rol de principal asignador de recursos. En este contexto es cuando todos debemos volvernos Keynesianos y tratar de encontrar la solución técnica que haga que nuestra economía despegue sin necesidad de implementar una lista infinita de cambios institucionales. Ahora es cuando tenemos que hacer la pregunta ¿cuál es el camino que debemos tomar para convertirnos en un país del Primer Mundo?
En un país en vías de desarrollo como el nuestro la actividad económica debe estar limitada por alguno de los siguientes factores: un costo de financiamiento elevado o unos retornos privados de la inversión demasiado bajos. Con respecto al primero estamos en una excelente posición nuestro acceso a financiamiento externo es casi ilimitado, incluso en la situación actual, con tasas de interés en mínimos históricos. Tenemos una gran fortaleza fiscal y la relación entre la inversión y la tasa de interés ha sido en años recientes positiva. Por tanto, podemos argumentar que nuestro problema de fondo es la falta de innovación y la poca capacidad de creación de nuevas industrias de productos no tradicionales.
Una de las causas de este problema es la falta de apoyo a los empresarios que desean innovar. Una nueva idea de negocio que sea rentable da lugar a muchas copias que reducen la rentabilidad de la innovación. Por el contrario, si el empresario falla tendrá que cargar con todas las pérdidas asociadas con haber apostado por un producto o servicio novedoso. Esto finalmente reduce la toma de riesgos por parte del sector privado desalentando la producción de nuevas ideas y emprendimientos.
El siguiente gráfico es bastante claro a pesar de que a fines de los 70s los precios internacionales de nuestras exportaciones cayeron y que la economía colapso seguimos sin diversificar. ¡Nuestras principales exportaciones son casi las mismas de hace 40 años! La única actividad nueva que apareció fue la agroexportación.
Una característica importante de nuestra canasta exportadora es que no es intensiva en mano de obra urbana y teniendo casi al 80% de la población viviendo en ciudades es comprensible la sensación de que el crecimiento no llega a toda la sociedad. El empleo directo proporcionado por la minería representa menos del 0.5% de la PEA y la agroexportación se desarrolla en zonas rurales.
El cambio estructural hacia sectores productivos modernos y no tradicionales es un requisito para el crecimiento sostenido. Estos nuevos sectores deben estar ubicados principalmente en zonas urbanas de esta manera se generará empleo de calidad y se reducirá la informalidad. No hay país que se haya industrializado sin políticas gubernamentales activas. Fomentar una mayor iniciativa empresarial para el desarrollo de nuevas oportunidades de negocio debe ser el centro de la estrategia de desarrollo. Como en los tiempos de Keynes necesitamos solo hacer ajustes necesarios sin cambiar el modelo, pero para esto necesitamos un Gobierno activo.
Dado que estamos limitados por un presupuesto austero debemos focalizarlo en las reformas que tengan el mayor impacto positivo en la economía identificando correctamente del problema de fondo. Se debe dejar así atrás el enfoque de implementar todas las Reformas Institucionales posibles, lo cual es impráctico y muchas veces desalentador. Como lo podemos ver en el caso del Poder Judicial. Una vez puesta en marcha la política de industrialización que necesitamos se deberá empezar a corregir las restricciones institucionales cuyo impacto negativo se hará mayor con el paso del tiempo.
Pero los fundamentalistas del mercado sostendrán que el Gobierno nunca será bueno para elegir los mejores proyectos con estas políticas, sin embargo, los errores deben ser parte del diseño. Un programa de apoyo empresarial que no se equivoque debe replantearse porque no está siendo lo suficientemente ambicioso.
Otro argumento sin duda será la corrupción, poniéndolo en perspectiva esta política está sujeta a los mismos problemas de búsqueda de rentas que cualquier otra área del Estado y no por esto se sostiene que, por ejemplo, el Estado debe dejar de proveer educación o salud. Un diseño institucional apropiado es la clave para la correcta implementación y el éxito del programa.
Necesitamos ser Keynesianos para darnos cuenta que la solución de nuestros problemas de crecimiento no radica en un cambio de modelo o una larga lista de reformas que podría tomar décadas. Si no en cambiar nuestro “generador” al establecer políticas de apoyo directo a las nuevas iniciativas de industrialización y de exportación no tradicional. Existe un modelo, pero varias recetas.