Nuestro país necesita gente nueva, necesita nacer de nuevo; “Corazones nuevos”.
Hoy a propósito de la política y de la campaña para elegir presidente en segunda ronda se está hablando mucho sobre la necesidad de construir un nuevo gobierno con gente nueva y con nuevas actitudes, el Papa Francisco nos lo remarca a diario. ¡Ojalá no se quede todo en puras habladas, “palabras.” Necesitamos reconstruir nuestro país, sus estructuras políticas, sociales, económicas, religiosas y sobre todo a las personas que están involucradas.
Pero podemos caer en el grave error de creer que un país cambia y se renueva sólo con cambiar las leyes, o aprobar nuevas. ¡Y no es así! Si queremos un nuevo país, tenemos que ser conscientes de que nunca llegará sólo con nuevas leyes, sino cambiando también cada uno de nosotros, tanto los que están arriba como los que están abajo, con el cambio también de cada uno de sus ciudadanos. Un país no se renueva solo con leyes nuevas, sino con actitudes muy renovadas de los que imparten y aprueban esas leyes que nos gobiernan.
En nuestras mismas familias educamos también para cumplir leyes: Los padres exigen a los hijos cumplir con ciertas leyes que imponen en el hogar, pero no se les enseña a tener criterios de comportamiento y actitudes ante la vida y convivencia ciudadana. Si nosotros no cambiamos, por muy buenas leyes que tengamos, tendremos lo mismo de lo mismo; por eso se suele decir que los hombres hacen las leyes y las “trampas” para cumplirlas.
Dentro de nuestra convicción religiosa, durante mucho tiempo, nos han inculcado cumplir la ley, es más cumplimos con leyes religiosas, pero no cambiamos, no terminamos de vivir el mensaje de Jesús que nos convierte en hombres y mujeres nuevos.
Jesús nos dice con toda claridad: “No piensen que he venido a abolir la Ley…” “Pero, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos" (Mt 5,17.20). No es que Jesús vaya en contra de las leyes (Mt.5, 17-20); lo que nos dice Jesús, es que el cumplimiento de la ley no se puede reducir a “un cumplo y miento”.
La ley por la ley no nos salva, lo que nos salva es el corazón, y el corazón va más allá de la ley. Puedo cumplir al pie de la letra todas las leyes; pero tener un corazón torcido. Puedo decir: "Yo ni robo ni mato"; pero, a la vez, tener un corazón lleno de corrupción, de odio, de desprecio, de envidias, de calumnias e indiferencia hacia los demás. Puedo decir tengo una familia, pero, a la vez, hacer en el hogar un ambiente insoportable, incapaz de facilitar la comunión, el diálogo respetuoso y el amor entre los miembros de la familia.
Para Jesús la ley por la ley o su cumplimiento nada dicen. Para Jesús lo que priva es el corazón. Se trata de tener un corazón limpio, honrado y leal. Se trata de vivir de cara al amor y el amor no es negociable ni legalizable.
La ley ante el amor se queda siempre corta. Por eso las sociedades no se renuevan sólo con leyes, sino con hombres y actitudes nuevas. Ten presente que: “Los mejores reformadores que conoce el mundo, son aquellos que comienzan por reformarse a sí mismos.”
Freight Forwarding Manager at HA Logix
6 años👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻🇨🇷🇨🇷🇨🇷🇨🇷🇨🇷👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻