Nueva refinería: gran reto para México (Ciencia UNAM)
El petróleo es un insumo estratégico para la seguridad nacional. Basta recordar que en 1942, México tuvo que entrar a la Segunda Guerra Mundial después de que el submarino alemán U-564 hundió el buque petrolero Potrero del Llano, que se dirigía a Nueva York para abastecer de crudo a Estados Unidos.
Como el emblemático buque, Petróleos Mexicanos enfrenta hoy el gran reto delineado por el actual gobierno de ampliar su capacidad de refinación de crudo para reducir la dependencia de las importaciones de gasolinas e incidir en la alta volatilidad de sus precios en el mercado nacional.
Para lograrlo, la nueva administración federal se ha propuesto rehabilitar las seis refinerías que operan en México, además de construir al menos una nueva planta para abastecer la demanda interna de combustibles.
Sin embargo, concretar tales objetivos requiere evaluar no sólo aspectos económicos como costo-beneficio, sino de seguridad estratégica para el país.
Así lo señala el ingeniero Gerardo Bazán Navarrete, investigador del Programa Universitario de Energía de la UNAM, quien enfatiza la necesidad de producir en el país no sólo gasolinas, sino también otros hidrocarburos esenciales para la industria como diesel, combustóleo y gas natural.
“Ya tenemos serios problemas con el abasto de gas natural y aunque hayamos firmado contratos para comprarlo a EU, esto puede cambiar. Si el presidente Donald Trump decide que es estratégico para su país y nos corta el suministro, ¿qué vamos a hacer?”, se pregunta el académico universitario.
- Refinerías en México
Cadereyta (Nuevo León); Ciudad Madero (Tamaulipas); Minatitlán (Veracruz); Salina Cruz (Oaxaca); Salamanca (Guanajuato) y Tula (Hidalgo). Estas unidades, que operan al 40% de su capacidad en promedio, produjeron poco más de 648 mil barriles de petróleo al día en la primera mitad de 2018, según información de Pemex y agencias.
Aunque casi la mitad del crudo que se produce en México es del tipo Maya 22 pesado, que es más complicado refinar, esta actividad constituye no sólo un buen negocio en el mediano plazo, sino también un elemento estratégico para la seguridad energética y afrontar eventuales crisis, reitera Gerardo Bazán.
Por ello, considera que evaluar sólo los costos económicos de una nueva refinería (unos 6 mil millones de dólares) es una visión “parcial y sesgada”, pues debe tomarse en cuenta el criterio de autosuficiencia para producir, de entrada, los combustibles que demanda el país para su actividad industrial.
“Hay que delinear claramente los objetivos, hacer análisis integrales y tener especialistas no sólo en planeación o administración, sino en las demás áreas relacionadas con la operación de una refinería: mecánica de suelos, geología, geofísica, ingenierías química y petrolera”, expone Bazán.
Según reportes de Pemex, a principios de este año México importó 75 por ciento del volumen de combustibles que consume, la mayor parte de EU. El monto total de petrolíferos comprados en el exterior superó los 900 mil barriles diarios, de los cuales más del 61 por ciento correspondió a gasolinas.
En un artículo especializado sobre el tema, Bazán plantea añadir capacidad de refinación de hidrocarburos en un monto similar al que se prevé importar en los próximos años, es decir, unos 900 mil barriles diarios. Esto permitiría al país ser autosuficiente, sobre todo en la producción de gasolinas.
Proceso de refinación
La refinación es un proceso necesario para aprovechar el crudo salido del pozo.
Se inicia con la destilación o fraccionamiento mediante torres atmosféricas o de vacío, proceso físico con el que se obtienen diferentes grupos de hidrocarburos (las llamadas fracciones).
Hay distintas clasificaciones para los crudos, pues su contenido no es homogéneo, pero en términos simples pueden agruparse en dos tipos principales: los pesados como el Maya-22, que son más densos y contienen mayor proporción de impurezas, y los ligeros, con las características contrarias.
Regularmente los crudos ligeros tienen un mayor valor comercial que los pesados, debido a que contienen más fracciones ligeras (como gasolinas) y menor proporción de compuestos pesados, como los residuos asfalténicos.
Mientras mayor sea su contenido de azufre, más contaminante será el crudo y tendrá un menor precio. Por ejemplo: el Maya contiene hasta 30 mil partes por millón de ese elemento, cuando las normas ambientales de países avanzados establecen menos de 30 partes por millón en gasolinas y menos de 15 en diesel.
Tras el fraccionamiento, se aplican procesos químicos que transforman el tamaño y la estructura de las moléculas de hidrocarburos; luego viene un tratamiento para remover o separar impurezas o contaminantes en el cual se emplean métodos como la hidrodesulfuración (para reducir el azufre).
Finalmente, se llevan a cabo la formulación y mezclado, es decir, la combinación de fracciones de hidrocarburos, aditivos y otros compuestos para obtener productos finales con propiedades específicas.
- Tipos de crudos de Pemex. Los pesados como el Maya y Altamira tienen mayor contenido de azufre. Su refinación es más compleja; son aptos para fabricar asfaltos. En cambio los ligeros (Istmo y Olmeca) son mejores para la producción de combustibles, lubricantes y otros petroquímicos.
Mayor valor agregado
Gilberto Ortiz Muñiz, integrante del Comité de Energéticos de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación, refiere que muchas de las grandes corporaciones petroleras del mundo basan gran parte de su rentabilidad en refinar petróleo y en el valor agregado de sus productos y subproductos.
"Si no queremos la combustión de hidrocarburos por las cuestiones de lucha contra el cambio climático y la contaminación, ahí hay un filón importantísimo: refinar crudo y obtener productos que vayan a la industria petroquímica y le den competitividad a las manufacturas. Ésa es una tendencia de futuro", dice Ortiz.
El integrante del Comité Nacional de Estudios de la Energía afirma que, independientemente de que se construya una nueva planta, bastaría con reconfigurar las refinerías que ya operan y mejorar su capacidad de producción hasta niveles del 80 o 90% para obtener los hidrocarburos que hoy se importan.
Las seis refinerías de Pemex –que operan a una capacidad promedio de 40%– alcanzaron este 2018 su más bajo nivel de producción de crudo en 25 años, con alrededor de 650 mil barriles diarios. El sistema generó en promedio 220 mil barriles de gasolinas al día, 31% menos que el mismo periodo en 2017.
¿Bastará con una nueva refinería o habrá que construir más? Gerardo Bazán dice que para responder, es necesaria una planeación integral que contemple las diferencias entre demanda y producción nacional, así como aspectos logísticos, fuentes de abastecimiento de crudo y agua, infraestructura y desarrollo regional.
Una alternativa más para aumentar la capacidad de refinación y cubrir la demanda local sería establecer varias plantas pequeñas, con capacidad de entre 50 mil y 150 mil barriles diarios cada una, en diferentes estados del país que han mostrado interés en alojarlas.
Además, se requiere abastecer a las refinerías nacionales con crudo de buena calidad y no con otras variedades pesadas, como se ha hecho en aras de privilegiar la exportación de aquél. Otra opción sería modificar las plantas para que puedan procesar petróleo de menor calidad, pues existen tecnologías para ello.
El ingeniero Bazán, quien fue responsable de tecnología en Pemex-Refinación, sugiere observar los ejemplos de Corea del Sur, la India y Japón (país que no produce petróleo). Todos delinearon una política industrial con énfasis en la refinación de crudo y ahora tienen más capacidad para hacerlo que México.
Otro ejemplo exitoso que cita Bazán es Brasil. Este país igualmente tenía una gran dependencia de la importación de gasolinas, ante lo cual decidió no sólo la construcción de refinerías, sino la producción local de bioetanol para complementar la demanda de combustibles para sus automotores.
“Trabajaron muy bien la parte científica y ahora son líderes en este campo. Esto le debe interesar a México, donde tenemos científicos en las universidades, en el IPN y en el Instituto Mexicano del Petróleo que pueden hacer grandes aportaciones”, concluye el ingeniero Bazán.