Nunca es un buen momento
Para irse de vacaciones.
Para leer ese libro pendiente.
Para hacer ese puzzle.
Para hacer esa llamada a un cliente.
Dime una cosa, ¿Cuántas veces, a lo largo de tu vida, has escuchado esta frase: Ahora no es un buen momento?
Seguro que más de las que te gustaría.
Y en todas las etapas: desde la niñez, a la edad adulta.
Voy a ser sincera.
Hay momentos inoportunos, es cierto, sería hipócrita negarlo.
Aunque, vaya, vaya, un aunque.
Sí, aunque lo cierto es que jamás vas a encontrar mejor momento para hacer las cosas que ahora.
¿Sabes la razón?
Siempre, siempre, siempre hay cosas que hacer.
Por más que intentes despejar agenda para organizar "esa semana tranquila"... no lo consigues.
Y sí, la semana de antes de irte de vacaciones, es un infierno.
La siguiente a la vuelta, también.
Y poco más.
Lo bueno es que entre esas dos semanas, la de antes y la de después, has tenido tiempo para ti.
O para tu familia, tus amigos, tus aficiones, o lo que sea que hayas planificado.
Y eso, no tiene precio.
Te lo dice alguien que te escribe desde la playa (venga, desde el sofá del hotel, que es de noche y hace fresqui) pero al lado de la playa.
Me pensé cancelar las vacaciones.
Y tenía el billete comprado desde enero.
No era un buen momento, mucho trabajo, muchos temas parados que se reactivaban.
Mucho sentimiento de "no debería"
Aposté por mi, me vine igual.
Y lo agradezco.
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No necesitaba desconectar, adoro lo que hago, así que no es un problema.
Pero necesitaba tomar aire y coger perspectiva.
Con la vorágine del día a día, no siempre hay tiempo para pensar.
De hecho, esta mañana, antes de salir de excursión, estuve con portátil en la cama enviando correos, antes de bajar a desayunar.
Y esta tarde, mientras observaba el Atlántico desde Cabo Trafalgar, con el viento soplando suave, el mar rompiendo contra la costa y el sol bañando mi cara, sentí como todo se diluía.
Preocupaciones, tristezas, alegrías, todo se diluía.
Era una gota más en el océano.
A veces es bueno sentirse gota.
A veces es bueno sentirse océano.
En 1805 tuvo lugar la batalla de Trafalgar, más que un revés para la Armada Española (franco-española, de hecho), unos 5000 marineros perdieron la vida en la batalla.
La vida es un segundo.
Y nadie te va a recordar por las horas ingentes de trabajo que has realizado, apenas se recuerda esa batalla, apenas se recuerda a esos marineros.
Es fácil hablar de dejar huella.
Más fácil hablar que hacer.
Aunque sí hay algo que puedes hacer, aportar, contribuir, hacer que la vida de los demás sea mejor.
En el ámbito de tus competencias.
Se trata de calidad y no de cantidad.
Se trata de aportar, de sumar.
De darle un sentido a lo que hagas.
De ser ese océano contenido en una gota.
Una gota que, en ocasiones, tiene el derecho de perderse en el océano.
Feliz viernes.
Feliz vida.
Feliz océano.
Marta de Francisco