Nunca quedas mal con nadie

Mi despertador suena a las 5:20 am, para luego de postergarlo un par de veces, salir de la cama con esfuerzo y ponerme las zapatillas de correr.

Me gusta correr lo más ligero posible, por ello salgo con un reproductor MP3 de hace años que todavía funciona. Me gusta pues es pequeño y ligero. No me incomoda como lo haría un smartphone. Y a día de hoy, considero innecesario un wearable running watch.

A pesar de tener mucha música archivada, prefiero poner una estación de radio de música de los 80 y 90´s, donde cada 2 que 3 días suena esta canción de Los Prisioneros “Nunca quedas mal con Nadie”

Y tantos kms de recorrido, dan mucho para pensar, y pienso en el coste de no quedar mal con nadie.

Es consustancial al ser humano, por sentido primitivo de pertenencia, querer quedar bien con los demás y a veces hacemos un esfuerzo para ello, anteponiendo intereses ajenos por sobre los nuestros.

A veces queremos decir “No”, pero decimos “Si”, para evitar quedar mal. 

El poder del “No” asienta nuestra autonomía y cultiva nuestra dignidad. Tenemos la posibilidad de no aceptar las cosas tal como se presentan y tenemos el derecho de buscar nuestra mejor verdad o situación.

 Pero muchas veces, nuestro interés de quedar bien con otros puede socavar nuestra relación intrapersonal. Cuando decimos que “Si” cuando queríamos o debimos decir que “No”, nos faltamos el respeto.

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Le debemos respeto a todas las personas, empezando por nosotros, pero a veces lo olvidamos al ponernos en 2do lugar detrás de los intereses no compartidos de otros.

En estos casos, preferimos quedar bien con otros, antes que quedar bien con nosotros mismos. Y si nos acostumbramos a esto, vamos a vivir para otros en lugar de vivir para nosotros. No se trata de ser egoísta, se trata de valorar nuestra humanidad y los deseos de nuestro corazón.

Al decir que “Si” cuando queremos decir que “No”, además de ser considerados como manipulables, viviremos en reiterada frustración por hacer constantemente cosas que van en contra de nuestros intereses y además proyectaremos poca confianza personal.

Es la paradoja del sentido humano de pertenencia: queremos quedar bien (con otros) y lo hacemos a través de quedar mal (con nosotros).

Una persona que se respeta y se valora, sabe decir que “No” cuando no quiere, no puede o cuando decir que “Si” le parece una opción poco conveniente o constructiva.

El “No” manifiesta el respeto que tenemos con nosotros mismos y que por extensión y proyección, nos tendrán los demás.

Podemos practicar de a pocos a decir “No” sin sentirnos obligados a dar explicaciones que no nos han pedido. Tenemos todo el derecho a decir “No”.

Entonces,

¿Cuál es el coste de querer quedar bien? ¿Quién estamos dejando de ser para ello?

Si decimos que “No” y la otra persona se resiente o se ofende ¿quién está mal?

La próxima vez que no haya obligación de decir que “Si” y queremos decir que “No” ......  ¿qué haremos?

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