Odio

Odio

Nadie le va a negar al presidente del Gobierno que pueda tener la sensación de que su familia y él mismo son víctima del “odio de los odiadores profesionales”, como proclamó este domingo en el Congreso del PSOE en Sevilla. Seguramente sea una de las consecuencias de la polarización extrema que vive la política en España, algo a lo que el PSOE tampoco ha sido ajeno en los últimos años. O nadie recuerda ya el “nos conviene que haya tensión” de Rodríguez Zapatero a Iñaki Gabilondo en 2008.

Que se haya jaleado a los jueces estrella cuando dirigían sus arremetidas contra los adversarios políticos o que se les empujara a solucionar aquello que correspondía a la política resolver, ofreciéndoles un papel que el ordenamiento jurídico español no contempla, tampoco ayuda. Por ello, se hace difícil aceptar la sinceridad de la proclama de Sánchezquerer “tumbar” al Gobierno, como denunció en Sevilla, es lícito mientras se haga desde la legalidad. Por ejemplo, con una moción de censura.

Pero es que los casos que acorralan al Ejecutivo y al PSOE, independientemente de cómo se resuelvan finalmente, no han salido de la nada: en el ‘caso Koldo’, el conseguidor Víctor de Aldama ha reconocido una parte importante de los delitos que salpican a Ábalos, del que aún no sabemos por qué fue destituido; la comparecencia de Lobato el viernes ante el juez vino a confirmar que Moncloa le filtró la confesión del novio de Ayuso para utilizarla en contra de la presidenta madrileña; la UCO ha documentado cómo la Diputación de Badajoz fabricó la plaza del hermano del presidente, David Sánchez… 

Más dudas plantea que haya algo punible en la actuación de Begoña Gómez, pero en los demás casos no parece que haya ensañamiento judicial, sino más bien una base real para seguir investigando.

En cualquier caso, el del PSOE en Sevilla este fin de semana ha sido un congreso muy extraño. De “bunkerización” para unos, de “terapia colectiva” para otros… Lo que no ha habido es contenido real. El debate ideológico ha brillado por su ausencia y la polémica de la financiación autonómica se ha sorteado con un texto tan ambiguo que ha contentando a todos, desde Illa hasta Page.

Por eso sorprende aún más cómo ha ganado terreno el prejuicio y la desinformación de Carmen Calvo y sus “feministas clásicas” sobre las personas trans, imponiendo sus tesis al grito de “¡Vivan las mujeres!”. ¿No es esto también odio? ¿Y contra una minoría desamparada?.

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