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Son las 7:30 de la mañana y el calor del sol, que no duerme hasta tarde aquí en el trópico, ya genera comezón en las cabezas de mi hijo y sus compañeros de salón, que atienden a disgusto al Lunes cívico en su primer día de clases. Al frente de ellos, en medio del patio, una profesora con más entusiasmo que técnica, busca llamar la atención sobre unas efemérides que enumera sin ritmo. El aburrimiento es también una temperatura. La escuela tiene que cambiar. Educar también es entretener.