Optimizar el rendimiento escolar: La importancia de revisar el horario de clases"
Desde hace varios años que estoy en el mundo de la innovación y transformación educativa me he cuestionado ¿Será importante iniciar la jornada de clases pasado las 8:00 am? ¿Afectará en algo iniciar la jornada a las 06:30 o 07:00? ¿Qué impacto pedagógico y neurológico estamos teniendo con jornadas escolares de 07:00 a 14:30? Cuestionamientos que con cada inicio de año lectivo afloran, más con mis sobrinos que son parte del sistema ecuatoriano madrugador y de qué más horas es sinónimo de mayor aprendizaje. Pero lastimosamente, esa es una gran equivocación que maneja la escuela ecuatoriana, herencia de un pasado muy diferente de la actualidad. Si bien en su tiempo respondió a otra generación, no puede ser lo mismo con las generaciones actuales, que además de estar estimuladas por la tecnología, están expuestas a ambientes educativos diversos (aunque no todos ellos formen y contribuyan a unos mejores marcos mentales). Por ello Iniciar la jornada de clases después de las 8:00 a.m. es crucial para el rendimiento académico y el bienestar de los estudiantes, ya que se alinea mejor con los ritmos circadianos naturales de los adolescentes. La investigación en neurociencia ha demostrado que los adolescentes tienen un patrón de sueño diferenciado, con una tendencia natural a quedarse despiertos más tarde por la noche y a levantarse más tarde por la mañana. Este fenómeno, conocido como fase de sueño retrasada, se debe a cambios hormonales y al desarrollo del cerebro durante la adolescencia. Por lo tanto, iniciar las clases más tarde permite que los estudiantes estén más alerta, concentrados y receptivos durante el día (claro que el diseño de la práctica educativa tiene un alto impacto en conseguir este logro).
Comenzar la jornada escolar más tarde puede tener un impacto positivo en la salud física y mental de los estudiantes. El sueño insuficiente está vinculado a una serie de problemas de salud, como la obesidad, la depresión, la ansiedad y un mayor riesgo de accidentes. Al permitir que los adolescentes duerman lo suficiente, se promueve un mejor estado de ánimo, una mayor capacidad de concentración y una mayor resistencia a enfermedades. Según estudios, iniciar pasada las 8:00 a.m. o más tarde mejora la salud del sueño de los estudiantes, lo que conduce a mejoras en la salud física, el bienestar psicológico, la atención, concentración, el rendimiento académico y la seguridad al conducir (efecto a largo plazo) (Trevorrow et al., 2019).
No sucede lo mismo con las jornadas escolares de siete u ocho horas pedagógicas diarias, las cuales tienen un impacto significativo tanto a nivel pedagógico como neurológico en los estudiantes. Desde una perspectiva pedagógica, la extensión de estas jornadas puede resultar contraproducente debido a la fatiga mental y física que generan en los alumnos. Numerosos estudios han demostrado que la capacidad de atención y el rendimiento académico disminuyen después de largos períodos dedicados a actividades cognitivamente exigentes. En este sentido, prolongar las horas de clase puede llevar a una menor retención de información y a una disminución de la calidad del aprendizaje.
Por otro lado, retrasar la hora de inicio de las clases en una hora se asocia con múltiples beneficios: aumento en el tiempo total de sueño, mejor calidad del sueño, menos insomnio, mayor satisfacción con la vida y menor angustia psicológica (Chan et al., 2018). Esto puede contribuir a reducir el ausentismo y mejorar la puntualidad de los estudiantes. Los adolescentes que luchan por levantarse temprano pueden llegar tarde con frecuencia o incluso faltar a la escuela debido a la fatiga. Al ajustar el horario escolar para que sea más compatible con los ritmos biológicos de los estudiantes, se puede incrementar la asistencia, fomentar una cultura de puntualidad y responsabilidad.
Un estudio realizado por Hafner et al. (2017) en Estados Unidos revela un dato relevante que podría ser contextualizado en nuestra realidad: el retraso en el inicio de la jornada escolar conllevó beneficios económicos y mejoras en el rendimiento académico de los estudiantes. Además, se observó una reducción significativa en el porcentaje de accidentes automovilísticos. Los autores resaltan que esta medida se muestra como una estrategia rentable a nivel de población, con un impacto significativo en la salud pública y la economía del país estudiado. Este hallazgo se complementa con la recomendación de la Academia Americana de Pediatría, la cual sugiere que las clases inicien a las 8:30 am o más tarde, para garantizar que los estudiantes adolescentes alcancen las 8.5-9.5 horas de sueño recomendadas (Wheaton et al., 2015; Deka, 2017).
Desde el punto de vista neurológico, las jornadas escolares extensas (entre 7 u 8 horas diarias) pueden tener efectos adversos en el desarrollo cerebral de los estudiantes. El cerebro de un niño o adolescente está en constante proceso de desarrollo y requiere períodos de descanso y actividad física para funcionar de manera óptima. Las largas horas de clase pueden llevar a un aumento del estrés crónico, que a su vez puede afectar negativamente áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje y la memoria, como el hipocampo y la corteza prefrontal. De ahí la necesidad de que la escuela garantice la oportunidad a los estudiantes de estar en su mejor estado mental y físico para construir su aprendizaje. Esto puede conducir a mejores resultados en el proceso de evaluación, mayor retención de conocimientos y una experiencia educativa más gratificante en general. Horarios escolares más tardíos tienen un impacto positivo también en la salud y la seguridad de los estudiantes (Watson et al., 2017), desde una perspectiva pedagógica, puede permitir una transición más suave hacia el ambiente de aprendizaje, los adolescentes suelen necesitar tiempo adicional por la mañana para despertarse por completo, prepararse y llegar a la escuela. Al evitar apresurar este proceso, se les da la oportunidad de llegar a clase en un estado mental más receptivo y listo para participar activamente en las actividades de aprendizaje (Kemp, 2015; Groen & Pabilonia, 2019).
No siempre la relación cantidad - calidad es buena consejera, es importante que la escuela fundamente sus decisiones en la investigación y desde ella actúe y opere en beneficio de los estudiantes. La temporalidad actual, difiere mucho del estilo de trabajo de hace 10, 15, 20 o más años. Las nuevas generaciones de padres y estudiantes giran entorno a otras dinámicas de familia y hogar, la escuela debería adaptarse a ellas para desde ahí formar y transformar a los estudiantes. Por ejemplo, los estudiantes que duermen ocho horas o más por noche reportan menos síntomas de depresión y somnolencia en clase, y las instituciones educativas con horarios de inicio más tardíos ven disminuciones significativas en las ausencias y la tardanza (Wahlstrom, 2016), mas no solo eso, según un estudio realizado por Kelley, Lockley, Kelley, & Evans (2017), en USA, encontraron que Iniciar la escuela a las 10:00 am puede reducir la enfermedad en los estudiantes en más del 50% y mejorar el rendimiento académico, lo que sugiere que los horarios de inicio más tarde que las 8:30 am pueden ser aún más beneficiosos.
Los hallazgos de varios estudios convergen en un argumento claro: retrasar la hora de inicio de las clases tiene un impacto positivo en el sueño y el bienestar psicológico de los estudiantes de secundaria. Por ejemplo, en una investigación que examinó el efecto de retrasar la hora de inicio de las clases de las 7:30 a las 8:30 a.m., se encontró que esto se asociaba con un aumento significativo en la duración total del sueño, así como una mejora en su calidad y una reducción del malestar psicológico. Además, otro estudio reveló que las horas de entrada más tardías en la escuela se relacionan con una mayor duración del sueño durante el día escolar y una menor incidencia de jetlag social (Reyes et al., 2018) entre los estudiantes de secundaria, siendo aquellos cuyas entradas escolares son más tardías quienes disfrutan de un sueño más prolongado. Por otro lado, los adolescentes cuyas escuelas comienzan más temprano tienden a tener 46 minutos menos de tiempo en la cama en promedio en comparación con aquellos cuyas escuelas comienzan a las 8:30 a.m. o más tarde, lo que indica que las horas de inicio temprano se asocian con una menor duración del sueño. Estos descubrimientos enfatizan la importancia de ajustar el horario escolar para que se alinee mejor con los ritmos circadianos y las necesidades de sueño de los adolescentes, lo que probablemente mejora tanto la cantidad como la calidad del sueño, y en última instancia, contribuye al bienestar general de los estudiantes.
En términos de rendimiento académico, la calidad de las horas dedicadas al aprendizaje es más importante que la cantidad. Estudios han demostrado que períodos cortos, pero intensivos de enseñanza, intercalados con descansos y actividades de consolidación, pueden ser más efectivos para el aprendizaje que largas jornadas de clase continuas. Esto se debe a que el cerebro humano tiende a retener mejor la información cuando se le permite descansar y procesar lo aprendido.
A pesar de la evidencia presentada, hay que tener en cuenta que retrasar el inicio de la jornada escolar no está exento de desafíos y contratiempos. Si bien algunos estudios sugieren que esto puede mejorar la salud física y mental de los estudiantes, así como su rendimiento académico, existen aspectos adicionales a considerar. Por ejemplo, reajustar los horarios escolares puede tener implicaciones logísticas y financieras significativas para las instituciones educativas y las familias. Además, cambiar el horario de clases podría interferir con las actividades extracurriculares de los estudiantes, así como con las responsabilidades laborales de los padres o tutores. Además, la adaptación a un nuevo horario podría llevar tiempo y afectar inicialmente el desempeño académico de los estudiantes. Además, no todos los estudiantes pueden beneficiarse por igual de un cambio en el horario escolar; algunos pueden adaptarse mejor a horarios matutinos mientras que otros pueden preferir las mañanas tempranas para maximizar su productividad. En resumen, aunque es importante reconocer el impacto potencial del horario de clases en el rendimiento académico, también es crucial considerar los posibles inconvenientes y desafíos asociados con cualquier cambio en el horario escolar.
Claro que este último análisis sería desde el punto de vista del adultocentrismo, ya que desde el punto de vista de proceso centrado en el perfil del estudiante y la persona en sí, así como en la neurociencias se puede encontrar que el horario de clases puede afectar el rendimiento académico de los estudiantes de diferentes edades de varias maneras:
Por otro lado, es importante considerar el impacto en la vida extracurricular y familiar de los estudiantes. Las largas jornadas escolares pueden dejar poco tiempo para actividades fuera del ámbito académico, lo que puede afectar negativamente el desarrollo social, emocional y físico de los jóvenes. El equilibrio entre el tiempo dedicado a la escuela y otras actividades es crucial para promover un desarrollo integral y saludable.
Por ello, 5 ideas claves sobre cómo el horario de clases puede influir en el rendimiento académico, que no deberíamos olvidar, ya que para determinar la mejor hora para las clases según la edad, se deben considerar factores como:
En definitiva, la investigación sobre el impacto del horario escolar en el rendimiento académico y el bienestar de los estudiantes es abundante y concluyente. Los estudios muestran consistentemente que iniciar la jornada escolar después de las 8:00 a.m. beneficia tanto la salud física como mental de los estudiantes, alineándose mejor con sus ritmos circadianos naturales y permitiéndoles obtener un sueño adecuado. Esta adecuación del horario no solo mejora la atención, concentración y rendimiento académico, sino que también contribuye a una reducción en la depresión, ansiedad y riesgos de accidentes. Aunque se reconocen los desafíos logísticos y las variaciones individuales, la evidencia respalda la necesidad de una reconsideración y adaptación de los horarios escolares para promover un entorno educativo más saludable y efectivo. Es imperativo que las instituciones educativas basen sus decisiones en la investigación y consideren factores como los ritmos circadianos, la capacidad de atención y las necesidades de descanso de los estudiantes para garantizar un aprendizaje óptimo y un desarrollo integral. Y lo más importante, en Ecuador no hay normativa legal que impida el inicio de clases pasado las 08:00, solo aquellos que regular el número de periodos académicos, los mismos que desde la flexibilidad curricular y la innovación educativa se pueden plantear desde los respectivos respaldos en el aplicativo Colmena, entonces ¿qué nos impide tomar decisiones basados en la investigación y en función del tipo de persona que buscamos formar? O ¿será que como escuela no tenemos claro el perfil de salida que queremos formar? Y peor aún ¿creemos que el perfil de salida está desligado de los artefactos educativos (horarios, asignaturas, extracurriculares, extraescolares, organigrama, etc.) que tenemos en la estructura de la escuela?
Referencias bibliográficas
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7 mesesMuy interesante Nelson!!! Es fundamental un buen descanso en los niños para un buen rendimiento escolar!! Gracias por compartir 🙋🏻♀️
Máster en Educación.
7 mesesAsí es, hay que respetar el ciclo del sueño para un mejor rendimiento académico. Muchos estudiantes deben despertar muy temprano para avanzar hacia sus centros escolares, disminuyendo las horas de sueño, pero también es importante q los padres establezcan una rutina de dormir temprano y no dejarlos con el cel o computadora hasta altas horas de la noche sin control parental.
Gestión Educativa | Desarrollo Social | Acompañamiento académico
8 mesesGracias Nelson Villegas por tus aportes, es fundamental que en el área de educación se tomen decisiones respaldadas en investigaciones y evidencias para así alcanzar calidad educativa. Excelente artículo.