ORATORIA Y STORYTELLING - EGO en las historias personales: DONDE LO PONGO?
Podemos observar con frecuencia en situaciones de negocios, de equipos de trabajo, sociales, que hay una tendencia a que las personas con quienes hablamos cuenten historias mostrando lo bien que resolvieron un problema, lo buenos y hábiles que son: alguien comenta alguna experiencia y otro sube la apuesta con otra. La imagen que dejan en general es la de egos que hacen alarde de sus “éxitos”.
A partir de esta observación introduzco una pregunta que normalmente surge en los talleres y tiene que ver también con el tono de muchos discursos:
- “¿No queda mal que contemos historias sobre nosotros, nuestros logros, etc.?”
Esta inquietud está íntimamente emparentada, como contracara, con la aprensión que despierta ofrecer/vender nuestros servicios, conceptualizando que estar “vendiendo” estaría “mal”: “no me gusta”, o “siento que molesto”, “me tienen que pedir si lo necesitan”, etc. No comprendemos que, en realidad, siempre influimos y que siempre estamos haciendo un intercambio de valores. Las consecuencias de evitar “contarnos” son, entre otras, que:
- si no hablamos no nos escuchan y nuestras propuestas no existen
- si no nos mostramos no nos ven y nos auto-excluimos como alternativa
- si no propongo no pueden elegir y/o elegirme
- si no intervengo no cuentan conmigo,
- si no acciono no genero valor (ni para mí ni para los demás)!
- etc. etc.
¿Hay formas de contar historias y anécdotas personales sin que suenen a autobombo?
El nudo de esta situación dilemática se origina en la falsa creencia de pensar que cuando ofrecemos algo ponemos al otro en una situación incómoda. También, que un rechazo a una propuesta implica una descalificación para con nosotros.
Tanto al contar una historia personal como al ofrecer un producto/servicio tenemos que tener en claro que necesitamos construir una propuesta de valor real para la audiencia, interlocutor o cliente. Nadie disfruta el “ser vendido” pero sí encuentra satisfacción en “comprar” lo que desea. Si cuando hablo de una historia personal muestro mis propias dudas y temores, adversidades, errores, aciertos, la ayuda recibida en la experiencia dando crédito a otros personajes que me acompañaron, en lugar de mostrar lo “brillante que soy”, me alejo de lo auto-referencial quedando expuesto mi compromiso personal.
Si la historia tiene que ver con un cliente, no soy yo el que lo “salvó” sino su propia decisión en un camino que le ayudé a recorrer: mi reputación/valoración crece porque queda puesto de manifiesto el sentido que tuvo su elección.
El tema no es no hablar de mí sino por qué, para qué y cómo digo lo que digo.
El autoconocimiento y gestión de las propias emociones constituyen la fuente principal de alimentación de la comunicación asertiva, aquella que nos habilita al pleno uso de todos los recursos expresivos sobre la base de la auténtica valoración de nuestros públicos en cada contexto de interacción.
Mariano Pupkin
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