Otra perspectiva.
El presente post es un texto en el que ensayo una aproximación a una de las génesis de las distintas problemáticas que concurren a nivel nacional.
Conforme el resumen, actualmente nos encontramos inmersos en una vorágine interminable de destapes en casos de corrupción de todo tipo y en todo nivel, eso a simple vista podría dar la impresión de una insuficiente fortaleza en la distinta normativa tendiente a controlar, castigar o incluso evitar aquellos delitos. Las normas, hechas por hombres son y serán siempre perfectibles en la medida que parten de la descripción de comportamientos que en algunos casos no han sido previstos en toda la dimensión con los que podrían concurrir en la práctica, es ahí que el criterio de los operadores del Derecho intervienen, ello hablando principalmente de los jueces, fiscales y abogados de las partes, pero sin dejar fuera de la ecuación a quienes por ejercicio de su profesión u oficio deben contar con el conocimiento normativo específico para su correcto desempeño, llámense por ejemplo, miembros de la Policía Nacional, quienes más allá de sus funciones han de conocer la estructura legal perteneciente a un individuo cualquiera, es decir, sus derechos; y de otro lado, la obligatoriedad o restricciones en su comportamiento.
El primer mea culpa entonces debe venir en conjunto de los operadores del Derecho, a su vez de quienes deban tener un conocimiento normativo necesario, sin excluir por supuesto a los encargados de la elaboración y actualización de los distintos cuerpos legales.
El grito al cielo que se proclama ante el conocimiento, o la solo sospecha, de la comisión de delitos por parte de nuestras principales autoridades debe llevar a un segundo mea culpa, ya que debe partirse de la necesaria, y a veces olvidada, reflexión que tratándose de autoridades que provienen de elección popular, conviene entonces tener en cuenta que ocupan tal posición por la decisión de una mayoría establecida, es más, cabe anotar que al no situarnos como uno de los votos que convirtiera a alguien en ganador, aquello no nos inhibe de los resultados, ya que aquello se desprende de una de las características de la convivencia en democracia, tal como se señala: “La voz del pueblo, es la voz de Dios”, disculpen si cometo con ello una infracción al segundo mandamiento.
Cabe anotar conforme lo dicho, que argumentos tales como: “No había a quien escoger”, son defensas estériles que serían materia de otro post y que podrían con facilidad partir de la débil institucionalidad de los partidos políticos en su conjunto, lo cual es responsabilidad de la sociedad, tengamos o no participación directa en la vida política del país.
Un tercer mea culpa procede del seno más íntimo de nuestras familias y por ende de nuestro comportamiento en sociedad, es decir, ¿Podemos tener base moral para el reclamo si en el ejercicio de nuestras labores hemos pedido o aceptado pagos indebidos?, ¿Nos hemos infiltrado en alguna cola?, ¿Ensuciamos las calles con nuestros boletos, botellas, envolturas o con todo aquello que deseemos desechar en el instante?, el listado puede seguir y debería empezar por uno mismo, incluyéndome por supuesto; al respecto, la rectificación puede ser una experiencia liberadora, todos podemos corregir aquello que sabemos, o lo que se nos dice, que no es correcto.
El Derecho, como profesión que además ejerzo, no es pues el elixir de sanación de una sociedad cualquiera, se cura quien quiera ser curado, las normas, existan o no, son creación del propio hombre y su cumplimiento es parte del ejercicio del libre albedrío con el que contamos.
La distinta normatividad es una parte de la sociedad que expresa nuestros derechos, deberes y regula nuestra accionar respecto a distintas actividades mediante el establecimiento de procedimientos; sin embargo, todo el conjunto de nuestro comportamiento individual y como parte de una sociedad parte de nosotros mismos, hacemos bien en tener una actitud analítica y reflexiva de nuestro entorno pero de vez en cuando no olvidemos hacer un mea culpa.