Para vivir en la era de la incertidumbre
Antonio Garrigues Walker acaba de publicar el libro, "Manual para vivir en la era de la incertidumbre", escrito en colaboración con Antonio García Maldonado y publicado por la editorial Deusto. Garrigues Walker es el presidente de la Fundación Garrrigues, de la cátedra Garrigues de derecho global de la Universidad de Navarra y del Comité español de ACNUR, la ONG preocupada de la ayuda a los refugiados.
Salvador Gómez Valdés: ¿Qué tiene este presente particularmente de incierto?
Antonio Garrigues Walker: Es verdad que todos los presentes son inciertos, pero en este que estamos viviendo al mismo tiempo, yo creo, que demasiadas revoluciones. Estamos viviendo la revolución digital, la revolución científica, la revolución cultural, el movimiento de liberación de la mujer, que es un tema que la gente quiere quitarle importancia y cada vez tiene más importancia, y luego, pues, una revolución política también con los populismos y los nacionalismos. Es decir, hay una serie de revoluciones que se están contaminando e infectando unas a otras muy profundas. Por eso este presente tiene un interés especial y una incertidumbre especial.
Aparte que en todas las épocas nos ha gustado presumir de que estamos viviendo una época...
S. G. V.: … pero creo que tenemos razones específicas. Por ejemplo, la revolución tecnológica. ¿Cómo hacemos para que la revolución tecnológica no acabe fastidiándonos más? Hasta ahora siempre hemos pensado que si las máquinas hacían el trabajo duro, nosotros estaríamos más tranquilos. La verdad es que cada vez que hay una revolución tecnológica, acabamos trabajando más.
A. G. W.: Es verdad, pero creo que, por lo pronto, aceptar que la tecnología hasta ahora nos ha hecho también mucho bien y nos ha dado una cantidad de instrumentos y de manejos de conocimientos muy importantes y que, por lo tanto, no podemos descalificar a todo el movimiento tecnológico. Lo que tenemos que tener cuidado es que esta revolución tecnológica no ponga en peligro una serie de derechos y de virtudes que tiene la condición humana.
El derecho a la intimidad, por ejemplo, lo hemos perdido en gran medida. Prácticamente ya, a través de los aparatos y móviles, estos sistemas, ya saben lo que nos gusta, lo que no nos gusta. Todo el tema del dataísmo, el "big data", es tremendo. Eso es así, pero al mismo tiempo nos ha dado también unas posibilidades de conocer nuevos mundos y de aumentar nuestra curiosidad intelectual de una manera maravillosa.
En efecto, no podemos caer en la tiranía tecnológica. La tecnología, nos dice la Carta de Copenhague, una carta estupenda que han firmado una serie de científicos: "El ser humano está por encima de la tecnología", es decir, no podemos dejarnos dominar por esa tiranía tecnológica permanente. No solamente por el tema del móvil, sino por el tema general de dejarnos influir. Pero en fin, de todas maneras, como todo en la vida tiene sus ventajas y sus defectos. Y lo que hay que hacer es intentar corregir los defectos, y yo creo que el ser humano puede hacerlo. De vez en cuando parece, cuando uno va por la calle y ve a todo el mundo hablando por un móvil, pero a veces se ve a todo el mundo. No al 90%, sino al 100%. Incluido uno mismo, Uno se da cuenta de que estamos cayendo en vicios realmente difíciles. Estamos cayendo en adicciones, auténticas adicciones, y por eso ya empieza a haber terapias y sistemas curativos para dejar el teléfono en casa, por ejemplo, el fin de semana.
S. G. V.: ¿Qué otros derechos estamos perdiendo?
A. G. W.: Estamos viendo cómo el ser humano está perdiendo derechos y no les da ya demasiada importancia. Antes hemos hablado del derecho a la intimidad, ahora lo hemos perdido. Estamos perdiendo también el derecho a la verdad. Ya circulan muchas más noticias falsas que noticias objetivas. Y a la gente les gusta más las noticias falsas que las noticias objetivas. Y si encima utilizan nuestro sistema para conectarnos a otros miles de millones de personas para saber lo que tenemos que comprar y lo que no debemos comprar, y lo que debemos pensar e incluso también lo que pensamos, pues estamos en un mundo peligroso.
Yo creo que en eso hay muchos ensueños, como hablaba ya ésta catedrática, Nuria Oliver. Pero al mismo tiempo hay muchos peligros. A mí lo que me gustaría es que los científicos, aparte de alardear y presumir con todo el derecho de lo que están avanzando, nos explicaran cuáles son las consecuencias reales de lo que puede pasar y que debatiéramos eso, no solamente con científicos, sino también con juristas, filósofos, teólogos. Incluso con gente que tuviera otras ópticas distintas.
S. G. V.: Y las leyes estas que dicen que los partidos se van a enterar de si les votas o no les votas... Desde el punto de vista del demócrata, del liberal clásico, ¿tiene una justificación?
A. G. W.: Ese es el gran problema del "Big Data" y el dataísmo, tremendo. Hay muchos científicos que opinan que el dataísmo puede acabar con las formas de libertad muy significativas. En días pasados estuve justamente en la toma de posesión de una persona estupenda, una doctora Nuria Oliver, que hablaba de la inteligencia artificial y de los riesgos que puede tener en ese sentido. Ya se habla, por ejemplo, que en China han elaborado un sistema en el cual saben prácticamente lo que piensa cada chino. Y hay muchos chinos. Unos miles de millones. Los clasifica según sus virtudes sociales y cívicas. Todo eso es inquietante.
El tema del gran hermano siempre nos tiene que inquietar ya que en estos momentos se pueden hacer cosas con la inteligencia artificial, nadie lo duda.
El otro día vi también un sistema en el cual solamente por el reconocimiento facial, perfectamente se pueden adivinar las inquietudes, tendencias sexuales e incluso las tendencias básicas de un ser humano. A lo mejor están exagerando y a lo mejor no es tanta verdad. Pero lo que no podemos negar es que vamos hacia eso. Y yo lo que creo es que tenemos que lograr de la comunidad científica y de la comunidad tecnológica es un poco de explicación sobre lo que están haciendo. Que nos expliquen un poco, ¿cuáles son las consecuencias? y ¿cuáles son las posibilidades? Porque si, en efecto, cualquier persona, a través de nuestra cara, nos puede reconocer y nos puede decir exactamente lo que pensamos, lo que queremos, lo que deseamos, yo no sé si eso nos guste demasiado.
S. G. V.: ¿Y qué está pasando con la democracia en el mundo? Porque realmente no es España, no es Francia. Es España, es Francia, es hasta en los países nórdicos. ¿Qué es lo que pasa?
A. G. W.: Eran un poco la salvaguarda que teníamos. Los países nórdicos eran como el estado del bienestar en su esencia. Un ejemplo absoluto. El populismo ha infectado el sistema político, eso es la verdad. Y yo lo que digo es que cuando eso es así, habrá que preguntarse de quién es la culpa. Trump es un populista, lo que estamos viviendo con el Brexit es populismo, es decir, a los británicos no les importa el tema económico, no quieren firmar el Pacto de Schengen porque eso les elimina la libertad de decidir quién entra y quién no entra en su país.
Estamos viendo lo que pasa en Alemania con ese partido Alternativo para Alemania que está creciendo. Estamos viendo que el populismo tiene que ver con el temor a la inmigración, tiene que ver con el temor a ser clasificado, tiene que ver con la pérdida de valores. Pero realmente es que no hay ni un solo país, exceptuando quizás Japón, que es una excepción de momento, en donde el tema del populismo no se manifieste de una manera profunda.
Mi respuesta a eso es que la culpa la tenemos los no populistas, es decir, somos los no populistas los que tenemos que reconocer, primero, que el populismo no es que esté ganando, es que ha ganado. Y segundo, para poder vencer el populismo, tenemos que ofrecer una alternativa mejor de la que ellos dicen. Nosotros descalificamos a los populistas, y lo hacemos muy bien, y les insultamos sin darnos cuenta de que eso es lo que les alimenta. El señor Trump se metió con los medios de comunicación, con la mujer, con el "establishment", con todo el mundo, y ganó. Y aquí estamos viendo que todos los populistas hacen exactamente lo mismo que hace el señor Trump. Y le toman como modelo de situación. Pero insisto, los no populistas en algún momento, tendremos que decir... No basta con decir: "America First", “América primero” no quiere decir nada, pero habrá que decir: "Vamos a luchar contra la desigualdad económica", que es un tema grave en todo el mundo. "Vamos a luchar contra la simplicidad de los temas, vamos a lograr que haya un sistema educativo mucho más justo...". Es decir, tenemos que hacer un nuevo contrato social, porque el contrato social que teníamos ha caducado. En estos momentos, lo que hay es insatisfacción social.
S. G. V.: Porque la democracia liberal, tal como se entendía a principios del siglo XX, mediados y sobre todo, tras la Segunda Guerra Mundial, ya no nos funciona igual, ¿no?
A. G. W.: Y lo malo es que hay mucha gente que piensa, especialmente los jóvenes, que como es lógico se encuentran en una situación complicada, han estudiado mucho, valen mucho, no encuentran trabajo. Y mucha fe en la democracia liberal, pues no... Ya hay mucha gente, especialmente jóvenes, que opinan que el sistema político que teníamos ya no es el adecuado a estos tiempos. Incluso ponen como ejemplo, que es un ejemplo malísimo, el caso de China, donde la concentración del poder político en una figura como Xi Jinping, ha permitido reducir la pobreza, como es verdad, de una manera estupenda. Estamos hablando de 300 o 400 millones de personas que han salido de la pobreza. Tiene un poder económico importante que podría superar incluso al de Estados Unidos, y además, el otro día me lo confirmaba alguien del Instituto Tecnológico Americano de Massachusetts, decía que el real problema con China es que el poder tecnológico chino es absolutamente equiparable al de los americanos. Y que el poder digital y la inteligencia artificial y todo lo conectado con este mundo va a ser lo que te va a dar, no solo el poder económico, sino también el poder político.
De modo que empieza a haber mucha gente que pone en cuestión este sistema. Eso sí que nos tiene que preocupar, porque lo que tenemos que hacer, es lograr una democracia más eficaz. Estamos viendo cómo en España el estamento político tarda mucho tiempo en tomar decisiones. No hay manera de que tomen decisiones, no hay manera de que se coaliguen. España es el país que nunca ha tenido una coalición electoral, lo cual demuestra una incapacidad para el diálogo y una incapacidad para vivir en desacuerdo y convivir en desacuerdo muy grande. Todo eso hace que la gente, la ciudadanía, empiece a tener la sensación de que había una serie de valores que se han hecho obsoletos, que han caducado y que por lo tanto habría que generar un nuevo modelo, no solamente económico sino también político.
S. G. V.: ¿Y qué debemos recordar los demócratas en favor de la democracia para convencer a estas personas? ¿Tomar primero las decisiones para que estas personas mejoren y dejen de experimentar una sociedad del malestar, en su caso?
A. G. W.: Hay dos temas: Uno es, primero, lograr que el estamento político funcione mejor porque si la gente ve que el estamento político, que al final representa la democracia. Eso es la máxima que representa la democracia en el estamento político. Si el estamento político no da ejemplo de grandeza, no da ejemplo de convivencia en desacuerdo, no da ejemplo de consensos eficaces para la sociedad... Pues la cosa no funciona. Qué duda tiene que si hubiera consenso en España y en cualquier país del mundo en materia de educación, en materia de justicia y en materia de pensiones, las cosas funcionarían mejor, pero no logramos que eso funcione, así que tiene que funcionar mejor la democracia, y esa responsabilidad le corresponde al estamento político que tendrá que hacer, quiera o no, un ejercicio autocrítico. Para mí, eso, no tiene duda.
Y luego, el siguiente tema, en efecto, es el tema de la insatisfacción social derivada de una situación económica injusta. Está basada en la desigualdad. América es el país más desigual del mundo, se está concentrando, cada vez más en menos manos, más riqueza. En Estados Unidos, el 10% de la gente rica posee ya cerca más del 70% de la riqueza total. Eso no puede ser un factor de sostenibilidad, y todos los intelectuales y los estudios americanos reconocen que la desigualdad económica tiene que ceder y que, por lo tanto, el modelo económico es bueno, el modelo económico de economías de mercado es bueno para crear riqueza. Es el mejor sistema para crear riqueza, pero hay que distribuirla. Si se crea riqueza pero se distribuye injustamente, el modelo también genera, indudablemente... Y deja de funcionar.
S. G. V.: Y de hecho, la impresión que uno tiene y, desde luego, leyendo el libro se ratifica, es que el movimiento neoliberal y el liberalismo clásico son cosas diferentes.
A. G. W.: Yo diría casi contrarias. Yo siempre digo que la clave de una persona liberal es que tiene que ser liberal en todo. Lo que no puedes hacer, es decir: "Yo soy liberal porque creo en la economía de mercado", como decía Pinochet. Pinochet también decía que era liberal porque creía en la economía de mercado. Y yo siempre digo que en el liberalismo, tienes que ser liberal en todo: en lo cultural, en lo religioso, en la libertad de expresión, en todo, absolutamente en todo. "No, yo soy solamente liberal en el tema económico, en todo lo demás quiero orden político, censura política, elimino todas las barreras...". No puede ser.
De modo que cuando la gente habla de neoliberalismo, el llamado neoliberalismo es todo lo contrario del liberalismo. El liberalismo propugna absolutamente lo otro. Y defiende la economía de mercado por descontado, porque cree que es un sistema económico eficaz para crear riqueza, pero si no distribuye bien la riqueza, tendrá que decir el liberal a ese sistema: "Ese sistema está muy bien creando riqueza, pero si no se distribuye, el tema no funciona".
S. G. V.: Consúltese los textos de Stuart Mill, por ejemplo.
A. G. W.: Por ejemplo, Stuart Mill, quien era una persona que aportaba a este tipo de temas, como todos los pensadores liberales, un contenido ético. Sin un contenido ético, los sistemas se encanallan. Tiene que haber algún sentido de eticidad...
S. G. V.: Porque el dinero no lo es todo.
A. G. W.: Ciertamente, nunca lo ha sido y nunca lo será. Sigue siendo importante para todos los seres humanos, nadie lo puede negar, es importante para todos, en unos más y en otros menos. Si no tienes el mínimo, tendremos que pensar que una persona que no tiene ni el mínimo, que vive maltratada, mucha fe en el sistema democrático y mucha fe en el sistema político no le podemos exigir, sino al contrario, tendremos que comprenderle y darle toda la razón.