Paternidad imperfecta

Paternidad imperfecta

El momento en que nos enteramos que seremos padres, el reloj se pone en pausa, el corazón galopa y automáticamente sentimos nuevas sensaciones que recorren nuestro cuerpo y nuestra mente. A partir de ese momento, comenzamos a sentirnos responsables por otra vida, a sentirnos indispensables y a pensar cómo ser mejores personas para recibir a nuestro hijo.

La aventura de la paternidad recién empieza y ya estamos embarcados algo que durará toda nuestra vida. Esto causa una sensación de vértigo, incluso de miedo, debido a que no hay manual que nos indique cómo ser buenos padres.

Comienzan los consejos de familiares y amigos, los relatos de experiencias para tratarnos de ayudar y hay momentos en los cuales nos sentimos abrumados con tanta información.

A pesar de leer libros de paternidad, de escuchar muchos consejos sobre crianza, la paternidad que vivamos es exclusiva y única ya que se genera del vínculo que tenemos con nuestros hijos, por tanto, la experiencia es de cada individuo.

Lo desconcertante en ciertas ocasiones es que la misma no viene con manual de instrucciones y no siempre sabemos cómo proceder. Las sensaciones van desde las más positivas como alegría y amor infinitos hasta negativas como frustración y el agotamiento.

Además, el desarrollo de nuestro hijo pasa por etapas. Por tanto, superamos una etapa y entramos a la siguiente con nuevas necesidades, nuevas inquietudes, nuevos comportamientos. Desde el nacimiento hasta la adolescencia la paternidad podría compararse con una montaña rusa llena de subidas y bajadas y algunas encrucijadas, sin embargo, cuando el camino es estable, es una experiencia maravillosa.

Si la paternidad no viene con manual de instrucciones, sí hay ciertos consejos que otros padres podemos dar a nuestros colegas en acción:

1. Constancia: Seamos constantes en las consecuencias impuestas ante ciertas acciones. Que no dependan de nuestro sentido del humor o del día que tuvimos. Que nuestros hijos sepan cómo reaccionaremos de acuerdo a su proceder.

2. Diálogo: Desde pequeños, es importante que establezcamos un diálogo fluido y transparente con nuestros hijos. Que les expliquemos lo que está sucediendo y que demos respuesta a sus inquietudes. Que seamos la fuente de información más confiable para ellos.

3. Dejar de lado la culpabilidad: Tendemos a sentirnos culpables por todo. Por haber permitido la golosina, por no haberle cepillado los dientes, por viajar, por trabajar, por salir a divertirnos entre adultos, es decir, por todo. Si dejamos de lado la culpabilidad, la experiencia de la paternidad será mucho más agradable y libre y esto permitirá que la disfrutemos más.

4. Nadie más es padre o madre del niño, que su padre y madre. Por tanto, las sugerencias y consejos de los abuelitos, tíos y amigos deben ser acogidos discriminando qué sirve y qué no, sin dejar que nos afecte como padres, porque ese es nuestro papel y debemos apoderarnos y empoderarnos del mismo.

Si sentimos que realmente una situación específica de conducta o de aprendizaje de nuestros hijos se nos sale de las manos, es recomendable acudir a un profesional que sepa guiarnos con neutralidad e imparcialidad en el proceso.

Poco a poco seremos padres “profesionales”, algunas veces aprobaremos,otras, reprobaremos, pero el diploma por entregar lo mejor de nosotros en beneficio de nuestros hijos, siempre será concedido…aún siendo imperfectos.

Diego Ramírez

| Marketing Digital | Medios Digitales | Docente | Líder Comercial |

4 años

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