Perdonar: ¿Por qué nos cuesta tanto?
Decía el extraordinario San Pablo "No hacemos el bien que queremos y hacemos el mal que no queremos". Ante esto cabe preguntarse, si partimos de que la mayoría de las veces que causamos un mal lo hacemos por inconsciencia y no con intención de hacer daño ¿por qué a la otra persona le cuesta tanto perdonar y mucho menos olvidar?
Se lee y se oye que el bien triunfa sobre el mal pero ¿no es cierto que puedes haber sido una persona intachable, de comportamiento modélico y si por el motivo que fuera causas un mal, es esto último lo que queda y esto último lo que puede destruir las relaciones?, en qué quedamos entonces ¿prevalece el bien o el mal? Aparentemente el mal pero ahondemos algo más en el asunto.
El mal causado inconscientemente o con intención, destruye la confianza con el otro, ya nada parece que puede ser igual, creemos que esa persona nos ha fallado, sentimos un dolor profundo y si nos quedamos ahí, sin más, perdemos una gran oportunidad. Perdemos la oportunidad de ser humildes porque aceptar el perdón es un gesto que nos engrandece y nos hace mejores personas. Lo normal es que la sociedad nos diga que el que perdona es débil pero al contrario si perdonas serás el mejor doctor para tu alma, porque la rabia y el dolor prolongados en el tiempo son dañiños para nosotros mismos. Por lo tanto, se humilde y perdona, sé consciente, reflexiona y ten en cuenta que nadie es perfecto, quizá esa persona te hizo daño porque a su vez alguien antes la hizo daño y reconoce que tú también has herido a otros, que lo que tu reprochas también lo hiciste de igual o distinta manera con otros ¿acaso seremos tan soberbios de decir que jamás hemos fallado a nadie o hecho daño a nadie? Humildad, humildad y humildad, piensa en el mal que tú también hiciste y piesna que si no perdonas te estarás haciendo daño a ti mismo. No te quedes atrapado en el no perdón, déjalo ir.
Una cosa más, ante la frase típica "Perdono pero no olvido" que ese no olvido no cause más dolor, que sea para darte cuenta de lo que ocurrió pero no para torturarte sino para aprender de la situación, para hacerte más compasivo, para comprender, y en última instancia para que la venganza no se extienda en este mundo, porque el amor si triunfa y lo hace cuando somos capaces de parar la afrenta y devolverla convertida en reconciliación.