Periodismo y Opiniones.

Periodismo y Opiniones.

En el diario El Cronista Comercial del viernes 10 de Agosto, la ¿periodista? Micaela Perez se pronunció sobre el debate republicano en el Congreso de la Nación que resultó con el rechazo a la ley de legalización del aborto.

Sin lugar a dudas, esta “nota”” no es tal, sino una opinión -merecedora de la máxima tolerancia, por cierto- pero no es otra cosa que una opinión personal de la autora. A partir de ese encuadre, me permito emitir también la mía, y demarcar los errores, epistemológicos e ideológicos que encuentro en la opinión periodística propuesta.

En primer lugar la nota incurre en una contradicción epistemológica al endilgarle el “reclamo histórico” por la legalización del aborto al “movimiento de mujeres argentinas”. Pero esto no es exclusiva fata de esta puntual autora, ya que -hasta la fecha- no encontré ningún autor serio que haya podido superar la barrera de la incongruencia propia en todos los colectivismos. ¿Qué es “el movimiento de mujeres argentinas”? ¿Quiénes, expresamente, lo componen? Porque así como está nominado, yo sería parte de ese “colectivo”, en tanto soy mujer y soy argentina.. Por un muy simple lineamiento lógico, ergo, soy parte del “movimiento de mujeres argentinas”. Sin embargo, estoy completamente satisfecha con el resultado electoral del pasado 8 de Agosto, cuando la Cámara de Senadores puso coto al delirio criminal de eliminar una vida humana por cuestiones de preferencias estrictamente particulares de CIERTAS mujeres que manifiesten esa preferencia por sobre la continuidad del proceso natural de gestación de un ser humano al que, por su única y sola condición de ser mujeres podrían estar expuestas.

Entiende que la aprobación de la ley hubiera significado una mejora “cualitativa” de los sistemas de salud pública. La falacia de esta premisa es palmaria, en tanto -precisamente por la ilegalidad de los abortos realizados en Argentina, no existen bases cuantitativas confiables que permita llegar a ésta conclusión. O aún a la contraria. Tampoco se puede decir que la aprobación de la ley del aborto NO significarían una mejora cualitativa para el sistema de salud pública. Pero independientemente de la veracidad o no de su premisa, ¿no considera la autora que el estado paupérrimo y tercermundista en el que se encuentra el sistema de salud pública ameritan una mejor asignación de escasos recursos a necesidades infinitas, como por ejemplo las del 30% de la población en situación de pobreza que tiene altas demandas en materia de salud pública? Por qué, un tema que no importa la salud o la continuidad de la vida de la madre, como es el aborto, merecería una mejor y mayor asignación de escasísimos recursos como son los destinados a la salud pública?

Cree la autora que el resultado electoral pudo haber sido culpa del “tibio papel que eligió jugar” el Presidente Macri. Esta premisa denota una lamentable falta de criterio republicano. Pedir la influencia del Poder Ejecutivo en el Poder Legislativo es desconocer, o bien devaluar voluntariamente, la importancia del sistema republicano de gobierno, en el que -precisamente- la división de poderes es lo que nos permite a los ciudadanos beneficiarnos del sistema que ciñe al poder poder público garantizando, en teoría, la supremacía de los derechos individuales (a la vida, la libertad -individual- y la propiedad privada) por sobre los poderes y derechos de quienes se hagan coyunturalmente del poder público y del monopolio del uso de la fuerza. Pedirle a Macri, o a Kirchner o a los que vengan, que impacten en los restantes poderes del estado es pedir “más Escribanía, menos Parlamento”.

Se deja llevar por la “ola verde” de mujeres reclamando por una ley que habilita el asesinato de un ser humano (el más indefenso del mundo, dicho sea de paso), pero seguramente sus propias “anteojeras ideológicas” no le permitieron ver la “ola celeste” que, siguiendo el constitucional sistema de representación en el Parlamento, fueron más que las primeras. Y cree que el voto emitido por los Senadores que no permitieron esta afrenta frontal a la vida humana respondió a “viejos dogmas de la Iglesia”, olvidando que la “Iglesia” (asumiendo que se está refiriendo a la Iglesia Católica) es apenas una parte de la cantidad inmensa de cristianos en todas sus variantes - con un cada vez más devaluado poder-, judíos, musulmanes, y aún aquellos que sin adherir a ninguna religión en particular, adherimos al derecho innato y natural -no religioso- a exigir el respeto irrestricto a la vida. Aún a la vida de quienes cometan los más atroces crímenes, en la convicción de que eliminar esa vida en atención a los crímenes cometidos es un retroceso a la sociedad tribal a la que se refiere Karl Popper, y un alejamiento de la Sociedad Abierta a la que sería óptimo llegar. Sería volver al “bíblico” ojo por ojo.

Entiende también la autora que el aborto es equiparable al divorcio y al matrimonio igualitario. Se olvida que en el caso de los dos últimos, son los INDIVIDUOS  que componen esos matrimonios los que deciden sobre sus propios cuerpos, libertades y patrimonios. Y en el caso del matrimonio igualitario, no es más que un reconocimiento oficial de la decisión privada e incontrastable de la libertad individual de las personas que optan y eligen por la manera privada de vivir su sexualidad. Nadie tiene ningún derecho a manifestarse sobre esas preferencias, en tanto no generan ningún daño a terceros. Bien por el contrario,  el aborto (y tal vez la pena de muerte) no podrían estar más lejos de la protección de los “derechos civiles”, en tanto importan el atentado contra una vida humana en gestación, pero no por eso menos vida humana que la de la autora, o la mía.

Se la agarra con la Vicepresidente, incurriendo -otra vez- en el error epistemológico de considerar que su condición de mujer resulta en la condición de abortista. Y se mete en  saco de once varas al creer que permitir el aborto es alcanzar el “bien común”. Pero no define, porque ni siquiera autores respetables lo han logrado, qué, concretamente, es el “bien común”. Supongamos que fueran las preferencias de una mayoría  numérica. El resultado electoral demostró que ni siquiera tal mayoría numérica existió. Y otra vez con la demanda totalitaria de desatender al sistema republicano, olvidando que los Senadores están moral y legalmente obligados a REPRESENTAR las posiciones de sus electores, las que -supuestamente- son similares a las manifestadas por los representantes. Entonces, ¿cómo saber si los que “renunciaron a sus convicciones religiosas” representaron, efectivamente, a sus votantes, o creyeron escuchar un reclamo mayoritario pero que en realidad era más ruidoso, escandaloso y con mejores recursos de marketing que los de los quienes no incendiamos la Catedral, no mostramos los pechos y no nos tapamos las caras para manifestar nuestras posiciones al respecto? Resultó que fuimos más. Resultó que los renunciantes a sus convicciones religiosas perdieron la apuesta oportunista que hicieron.

Le pone el adjetivo calificativo de “pobre” al nivel de la dirigente María Eugenia Vidal por manifestar, pacífica y respetuosamente su posición al respeto. En lo personal, tengo muchas objeciones contra esta gobernadora que se abraza a una oportunista y mercenaria abuela de Plaza de Mayo, pero no por ello puedo calificar su nivel dirigencial de “pobre”, cuando tuvo el coraje de patearle el nido a peligrosos cárteles como el de la Policía de la Provincia de Bs.As. Y a su pregunta sobre si puede considerarse “atinada” la manifestación pública de su preferencia, la respuesta es que sí. En tanto esa manifestación, en un marco democrático y con constitucional resguardo del derecho a la libre expresión, es tan válido y legítimo como el de la autora que públicamente se manifestó a favor del aborto. Otra vez en la falacia lógica y  epistemológica, cuando no discriminatoria, cree que pobreza = aborto, cuando los “pro muerte” se llenaron la boca pidiendo la gratuidad del método, para contrastar las posibilidades de acceso al crimen entre las “ricas” y las “pobres” que abortan.

Critica a Lilita Carrió, y mezcla las cosas al traer a la palestra a niñas de 12 o 13 años que se ven afectadas por violaciones. La brutalidad del crimen, de la barbaridad impensable de que una niña de esa edad pueda pasar por semejante experiencia debería movilizar -a la autora y a las abortistas- mucho más que la circunstancia de un eventual embarazo que pudiera resultar de semejante barbarie. Y en lugar de pedir la muerte del inocente ser humano, resultante de esa atrocidad (muerte que, de modo alguno, mejoraría la experiencia  traumática de la niña víctima), debería ser materia de discusión acalorada, por ejemplo, considerar la castración química, o no, del violador condenado en juicio.

Le aplaude y le da un cachetazo, simultáneamente, a Cristina Kirchner, a quien le endilga haber votado por mera especulación política. Lo que, llegado el caso, no sería tan grave. Al fin y al cabo, podría tratarse del único acto republicano y ético de un ser despreciable y corrupto como Cristina, quien superando sus propias preferencias, cumplió con el rol de votar en representación de la abrumadora mayoría de sus electores abortistas.

En síntesis, la nota es una columna de opinión, reitero -por demás respetable- pero en nada resulta una nota periodística, con los estándares de excelencia mínimos esperables de un periodista. Y, sí -en cambio- los alcanza y aún los supera como una opinión personal.





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