Planificar y actuar para lograr una vida más plena

En el ámbito empresarial o de negocio, se puede distinguir entre dos tipos de planificación, según su alcance temporal. Por un lado, la planificación a medio y largo plazo y por otro el pensamiento a corto plazo.

El primero marca la hoja de ruta hacia dónde queremos ir o cómo queremos estar en, por ejemplo, 5 años. Son decisiones meditadas, decididas por consenso y con muchos recursos asignados. Requieren de mucha información para su toma.

En el corto plazo, las decisiones son operativas, generalmente rápidas y sin necesidad de consenso, buscando la eficiencia. Y han de estar siempre alineadas con las decisiones estratégicas, que serán la base de los objetivos anuales y estratégicos. Si mi objetivo es reducir el gasto en papel un 5% anual, mi comportamiento operativo ha de tener esto en cuenta en el día a día, y no imprimir todo por costumbre. 

Con nuestra vida pasa un poco igual. Las decisiones estratégicas (cambiar de trabajo, vivienda, irse al extranjero, estudiar esto o aquello, casarse o separarse, tener hijos o no) marcan nuestra hoja de ruta. Son decisiones meditadas, tomadas con razonamiento profundo, casi nunca impulsivas. 

Pero son las decisiones operativas las que nos acercan o alejan a nuestros objetivos y metas. De la calidad de las mismas puede depender conseguir nuestros objetivos vitales. Decisiones impulsivas, no meditadas. Puede ser que algunas de ellas sean guiadas por la necesidad de estar felices, de desestresarse, de buscar placer, de evitar el aburrimiento, de escapar de la rutina... 

Es importante destacar que todas las decisiones tienen un coste de oportunidad, medido en la mejor alternativa válida no realizada. Por ejemplo, ir al gimnasio o al bar. Estudiar o ver una serie. Pedir perdón o no. Contar un cuento a tu hijo o no. Ayudar a un compañero de trabajo o no. Llamar a un amigo que hace mucho tiempo que no ves o quedarte viendo un partido de fútbol... 

Entrenar la toma de decisiones operativas de manera consciente hace que alineemos las conductas con los principios. Si quiero estar en forma comeré sano, haré deporte, generaré hábitos positivos motivadores. Si quiero obtener un título, estudiaré. Destinaré los recursos necesarios a obtener mi objetivo (las recompensas están permitidas). Es la toma continua de decisiones correctas la que genera el hábito positivo, que lleva al resultado planeado y a la motivación por seguir con ese hábito.

Entrenar la toma de decisiones operativas de manera consciente hace que alineemos las conductas con los principios

Conocer y ampliar los límites de tu fuerza de voluntad me parece una forma estupenda de mejorar la calidad de vida y la autoestima e intentar generar un estado de mayor felicidad, consciencia y de menor ansiedad por no encontrar sentido a tu vida (si este es el caso).

Y para todo ello, igual que en el ámbito empresarial, cuenta y mucho la disponibilidad y asignación de recursos, especialmente tiempo y atención. Si faltan recursos en un área, se genera un desequilibrio. Si se genera un desequilibrio, se mueve el punto de equilibrio y requiere además un sobreesfuerzo, que tiene otro coste de oportunidad (energía que no destinamos a otras tareas de mayor valor añadido, generadoras de cambio).

En resumen, aprender a pensar estratégicamente nos hará tener propósitos, y entrenando nuestra conducta generaremos hábitos positivos que provocarán un estado de mayor consciencia, felicidad, motivación, autorrealizacion y autoestima.

Ir por la vida sin destino ni control seguramente nos llevará a dónde nunca nos gustaría llegar. Ejemplos hay muchos, mirando alrededor. La clave es que al mirar al interior de uno mismo, uno se dé cuenta si es un ejemplo de un tipo u otro. Y actúe en consecuencia. 

La clave es que al mirar al interior de uno mismo, uno se dé cuenta si es un ejemplo de un tipo u otro. Y actúe en consecuencia. 

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