Por favor, pide.
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Mamá llega a casa y se encuentra (otra vez) con los calcetines de su hijo adolescente tirados en el pasillo, porque una vez más no los puso en el bote de la ropa sucia, así que al ver al joven inmediatamente le grita: “¡Juan, tus calcetines!”.
El jefe termina de leer el reporte que su colaborador le acaba de entregar. Sale de su oficina, camina hacia el escritorio de su colaborador, pone el reporte en la mesa y le dice: “¿Es una broma?”
El esposo llega tarde a casa, es la cuarta vez esta semana. La esposa lo mira, hace una mueca y dice: “Otra vez…”
¿Qué encuentras común en estas tres situaciones? Quizá pienses que hay tres personas molestas o que hay tres personas que hicieron algo incorrecto o probablemente que hay tres peleas en camino. Quizá incluso pienses que algunas de las anteriores o todas las anteriores.
En mi perspectiva hay algo más y que pocos vemos, porque no hemos aprendido a verlo: tres personas que necesitan algo y no lo piden con claridad, así que es poco probable que lo reciban.
“Pedir es una de las más valiosas contribuciones que podemos hacer a un sistema social”, decía Michael Blumenstein. El tema es que pocos sabemos pedir, queremos pedir o nos sentimos libres para pedir.
Así aprendimos
Es un tema de educación en el más amplio sentido de la expresión.
Muy probablemente, papá y mamá tampoco sabían pedir, así que aprendimos a través de mirarlos que cada vez que necesitaban algo en lugar de solicitarlo claramente, se enojaban, gritaban, se dejaban de hablar, aventaban un vaso o incluso golpeaban algo.
Los maestros usualmente tampoco saben pedir, ni nos enseñan cómo hacerlo. Muchos ni siquiera abren el espacio para que exploremos nuestras necesidades.
Nuestros compañeros, al igual que nosotros tampoco aprendieron a pedir y mucho menos que pedir “contribuye a construir”, así que si se nos ocurría levantar la mano y decir que necesitábamos una nueva explicación, pues era muy probable que uno o más se burlaran de nosotros.
Quizá tu abuelo o tu abuela, o tu tía loca y consentidora te decían en secreto que les pidieras lo que quisieras y aún ahí el mensaje aprendido era: “Sólo es posible pedir en secreto”.
Crecemos, establecemos nuestro primer noviazgo y nuestra novia o novio esperan que leamos el pensamiento. ¿Qué no es obvio que el amor es que sepamos que quieren? ¿Cómo nos atrevemos a pedir que nos digan con claridad qué quieren?
Nos casamos, terminamos la escuela, entramos a trabajar y tenemos tan aprendido el patrón que simple y llanamente lo repetimos.
¿Cuál es el problema?
Cuando no somos claros en expresar nuestras necesidades, invitamos al otro a que las adivine en el mejor de los casos. Suponiendo que el otro está interesado en ello. El tiempo, la precisión y el desgaste que esto genera es usualmente muy alto.
En el más común de los casos ninguna de ambas partes sabe como manejar la situación y vamos desgastando la relación, además de que ninguna de las partes obtiene lo que quiere y no construimos aquello que soñamos juntos.
En el peor de los casos, se pierde el interés por que se vuelve muy difícil relacionarse con el otro. Decidimos que es poco útil y que no vale la pena. O de plano culpamos al otro y decimos que es una persona “muy complicada”.
¿Un estado de vulnerabilidad?
Algunos de nosotros creemos que pedir nos coloca en un estado de vulnerabilidad. Nos exponemos a que él otro no quiera o no esté dispuesto a cumplir nuestra petición.
Y esto es cierto. Así como tenemos la libertad de pedir el otro tiene la libertad de acceder o no. Y también nosotros de volver a pedir, negociar, dialogar, construir una alternativa diferente o viable para ambas partes.
Y es que cuando tenemos claridad de nuestra necesidad y podemos pedir justo eso que necesitamos, estamos haciéndonos responsables de nosotros y de satisfacer nuestras necesidades y eso nos coloca en un lugar de suficiencia y cuidado de nosotros mismos.
Valorar ese lugar nos da la posibilidad de direccionar nuestra necesidad a otra persona, cambiarla, ajustarla o incluso negociarla. Y cuando generamos alternativas dejamos de sentirnos vulnerables.
¡Es grosero pedir con claridad!
Con todo lo anterior es bien obvio que hemos construido la idea social de que no esta bien pedir con claridad. Simplemente no es bien visto. Si bien hay culturas que hoy lo hacen con mejores posibilidades, especialmente los latinos tenemos grandes temas con esto y lo consideramos rudo, poco cortés e incluso grosero.
En mi perspectiva es tiempo de aprender formas diferentes que nos ayuden a construir socialmente de manera más sencilla y clara.
¿Cómo hacerlo?
“ La claridad es la base de una buena construcción social”. Michael Blumenstein.
Pedir con claridad incrementa significativamente nuestras posibilidades de obtener aquello que queremos y de construir conjuntamente un buen resultado para todos los involucrados.
Así que imagínate que obtienes lo que quieres, ¿Qué sería diferente? y simplemente exprésalo.
Quizá en lugar de gritar: “¡Juan, tus calcetines!” podrías decir: “Hijo, te pido que coloques tus calcetines en el bote, es importante para mantener la casa en orden y agradezco tu colaboración”.
Quizá en lugar de poner el reporte en la mesa y preguntar: “¿Es una broma?”, llamas a tu colaborador y le dices: “Agradezco tu trabajo y necesito que añadas en el reporte una columna de porcentajes y cuides la ortografía. Por favor, cuida esto en todos los reportes que entregues”.
O finalmente, en lugar de exclamar: “Otra vez…” podrías decir algo como: “Cariño, quiero pedirte que al menos dos noches a la semana llegues a tiempo para cenar juntos, es importante para mí porque te amo”.
Si crees que no va a funcionar. Te invitamos a intentarlo.
Project Director en LOML / Socio de National Speakers Association Mexico
6 añosEl mejor tip rápido de un coaching... Saber pedir