¿Por qué los empleados no se comprometen en tu empresa? Spoiler: No es su culpa

¿Por qué los empleados no se comprometen en tu empresa? Spoiler: No es su culpa

El compromiso de los empleados no es una cuestión de moda ni una frase que se cuelga en un póster motivacional. Es la diferencia entre una empresa que crece con propósito y una que sobrevive tambaleándose. Sin embargo, cuando este compromiso no aparece, las explicaciones suelen ser las mismas: “es su falta de carácter”, “no tienen iniciativa” o el infaltable “es que la generación de hoy no sabe esforzarse”. Pero, ¿y si la causa estuviera mucho más cerca de ti de lo que crees? Porque, en la mayoría de los casos, la respuesta no está en los empleados, sino en el liderazgo.

Para entenderlo mejor, comparemos dos mundos que, aunque distintos en forma, son similares en fondo: la industria y el ejército. En una organización militar, los soldados no se comprometen porque les paguen más o porque los premien con ascensos rápidos. Su motivación proviene de algo más profundo: confianza en su líder, un propósito claro y un vínculo fuerte con sus compañeros. Según el general Stanley McChrystal, líder de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, "los soldados no pelean por odio al enemigo, sino por amor a su equipo". ¿Qué tan distinto debería ser esto en la industria? Absolutamente nada. Pero en las empresas, muchas veces olvidamos lo esencial: que las personas no se comprometen con un contrato, sino con un propósito, con un equipo y con un líder que los inspire.

En la práctica, el liderazgo militar enseña una lección crucial que la industria aún no termina de asimilar: la importancia de liderar desde el frente. Un oficial que exige valentía pero se esconde del peligro no será seguido. De la misma manera, un gerente que demanda compromiso pero no lo modela se convierte en un jefe vacío. El compromiso no es un acto transaccional. Es un lazo que se construye a través de acciones consistentes, empatía y una comunicación que trasciende lo superficial. Como dijo Simon Sinek, "los grandes líderes son los que se sacrifican por su gente, no los que sacrifican a su gente por números".

Y es aquí donde el liderazgo empresarial falla. En lugar de construir un propósito compartido, se obsesiona con métricas y resultados inmediatos. ¿Qué nos dice la investigación? Según un estudio de Deloitte, el 61% de los empleados que sienten que su líder no les brinda un propósito claro, ni oportunidades para crecer, reportan bajos niveles de compromiso. Más preocupante aún, un informe de la Society for Human Resource Management (SHRM) revela que el 57% de los trabajadores no siente que sus logros sean reconocidos regularmente. Y aquí hay un paralelismo clave con el ejército: los soldados, al igual que los empleados, necesitan sentir que su esfuerzo tiene sentido y que alguien lo ve.

Pero vamos más allá. Pensemos en los entornos extremos. En un campo de batalla, la comunicación ineficaz puede costar vidas. En una empresa, la falta de claridad y empatía puede costar el compromiso del equipo. La lección es la misma: liderar no es mandar. Es conectar, inspirar y cuidar. Un capitán que no escucha a sus soldados pierde batallas. Un líder que no escucha a su equipo pierde la guerra del talento.

Entonces, ¿qué estás haciendo mal? ¿Estás liderando como un comandante que se pone en la línea de fuego o como un oficial que da órdenes desde la comodidad de la retaguardia? ¿Has creado un entorno donde las personas quieren quedarse porque encuentran significado, o uno del que no pueden esperar a escapar? Y aquí está el golpe final: si el compromiso de tus empleados está por los suelos, tal vez no sea porque ellos no se esfuerzan lo suficiente, sino porque tú no estás liderando como deberías.

El compromiso no se compra con salarios más altos ni se fuerza con políticas rígidas. Se construye con visión, confianza y un liderazgo que entiende que las personas no son herramientas, sino seres humanos. Porque, al igual que en el ejército, las personas darán lo mejor de sí cuando sientan que su líder da lo mejor de sí por ellas. Al final del día, las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra.

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