Por una cadena agroalimentaria justa y sostenible

Soy consciente de la compleja situación y de los desafíos que enfrentan los ganaderos y agricultores en un mercado globalizado, sujeto a crisis climáticas, geopolíticas y desequilibrios económicos.

Lo primero que reclamo es sensatez, diálogo constructivo y cauces pacíficos que no pongan en peligro ni la seguridad de las personas ni el tráfico de mercancías.

La PAC es una herramienta fundamental para nuestro desarrollo. En términos de apoyo financiero, de reformas, regulaciones y transformaciones imprescindibles que han influido en la producción, la calidad y la competitividad de los productos agrícolas y ganaderos, en su sostenibilidad y modernización.

Pero no es menos cierto que hay aspectos que deben considerarse para que esta transición a un sector más sostenible- necesaria y ciertamente urgente- pueda acompasarse a la evolución real de los negocios y los mercados. Nosotros fuimos de los primeros en reclamar una tregua temporal ante regulaciones tan ambiciosas como el impuesto al plástico en un momento de debilidad económica. De acuerdo con el fondo, pero no tanto con los tiempos exigidos. Seguramente, nuestros agricultores también tengan razón en pedir que la transición verde muestre cierta flexibilidad frente a unas coyunturas tan adversas como las que venimos encadenando. Von der Leyen parece que ha tomado nota y ha rebajado la ambición de algunas políticas ambientales, además de anunciar nuevos incentivos.

Europa también nos ha traído mucho progreso y riqueza en términos de acceso al mercado único y a millones de consumidores y en balanza comercial agroalimentaria positiva. Todo ello es compatible con una- creo que- justa reivindicación para competir internacionalmente en igualdad de condiciones. Las cláusulas espejo sobre aspectos laborales, medioambientales y fitosanitarios son necesarias, no solo para que nuestro sector agroalimentario tenga un futuro frente a la competencia desleal de determinadas importaciones extracomunitarias, sino para reforzar en el largo plazo la tan citada soberanía alimentaria europea, y no depender de terceros países en un sector primario estratégico.

La sequía es un tercer problema estratégico, especialmente en nuestro país, que requiere un alto compromiso político. Un nuevo Plan Hidrológico que contemple nuevas interconexiones y trasvases entre cuencas sería una de las alternativas deseables para mitigar esta amenaza.

Opinar de los problemas de los demás es siempre más sencillo, lo sé, si me está leyendo algún agricultor le pido generosidad. Sé que hay muchos otros puntos a debatir como la carga burocrática de la PAC, la desigualdad de ingresos entre el campo y la ciudad, los seguros agrarios, etc. Pero no estáis solos, trabajamos en una cadena interconectada y el interés de unos incide en el de los demás. En cualquier gran transformación como la actual es compleja la combinación del corto y el largo plazo, y hoy necesitamos altura de miras para enfrentarnos a un futuro tan incierto.

Defendemos una cadena agroalimentaria justa y sostenible, que obtenga como fruto una oferta diversa, de calidad, innovadora y con equidad de precios.

Una oferta que refleje nuestro potencial gastronómico y nuestra riqueza alimentaria y que se ponga a disposición del consumidor en España y fuera de nuestras fronteras. Ahora que sufrimos los rigores de la sequía, y me atrevería a decir que, especialmente del cambio climático en nuestro medio rural, yo me mojo por el sector agroalimentario español. En Pascual, por ejemplo, apostamos por el cultivo 100% nacional.