¿Por qué mis botes de basura definen mi nivel de éxito y felicidad?
Hoy es viernes. Son las 10 de la mañana en un día soleado y frío en la ciudad de The Woodlands Texas. Todo está tranquilo. Camino por la rampa frente a mi casa y me encuentro con mis dos botes de basura ya vacíos. Uno amarillo para todo lo que se recicla y el otro verde para la basura regular. Respiro hondo, me rodean los altísimos pinos de Woodlands junto con el sonido de los pájaros y el silencio correspondiente a esta hora de la mañana.
Tomo los botes de basura y uno a uno los empujo rampa arriba para guardarlos en el garaje. Vuelvo a echar un vistazo a la calle. Dos casas de vecinos ya retirados en la tercera edad no tienen sus botes de basura frente a sus rampas, el resto de la calle se ve llena de botes y así seguirá hasta muy entrada la tarde.
Suspiro y sonrío. Después de mi pequeña rutina de los viernes, una voz me susurra lo que siempre escucho después de guardar mis botes de basura: Soy un hombre feliz, hoy me siento exitoso. Tomo mi taza y le doy un buen sorbo a mi café caliente con sabor a vainilla.
A pesar que creo que las palabras éxito y felicidad son confusas y abren la puerta a muchos malentendidos tal y como lo explico en mi próximo libro. Actualmente me considero un hombre feliz y exitoso. Lo que para mí es el éxito se encierra en sentir paz mental, en la autosatisfacción de saber que te esfuerzas cada día para ser mejor, pero sobre todo, por ser capaz de hacer rutinario aquello que más disfrutas. Y sentir esto, saber esto, me hace feliz.
Yo lo tengo claro, por lo menos en este particular momento de mi vida, ya que mis objetivos han ido cambiando a lo largo de los años. Actualmente, mi prioridad número uno, es pasar tiempo con mi familia.
Tengo la creencia que tus objetivos determinan tus acciones y son tus acciones las que te definen como persona.
Mi día a día puede parecer una fuente de estrés para muchos pero para mi es reflejo de lo que más quiero en este momento. Me levanto temprano, despierto a mis 3 hijos, preparo sus almuerzos para el colegio, el desayuno y los llevo a la parada del autobús o a sus escuelas. Procuro siempre estar ahí cuando regresan y paso parte de mi tarde haciendo una labor de UBER no remunerada mientras voy del tenis a la catequesis, de la natación al francés siempre con paradas intermitentes en el supermercado o la farmacia. Subiendo y bajando a mi hija de dos años la cual tiene la energía de dos demonios de Tasmania juntos.
Hay días más tranquilos y hay otros en donde predominan las peleas, las discusiones, las llegadas tarde y los pañales con “premio” aderezados con los ladridos agudos de nuestra perrita Schnauzer Lola. Cuando estamos todos metidos en mi jeep, Lola incluida, con música a tope de Boston, ACDC o Taylor Swift (dependiendo si mi hija mayor o yo tomamos el mando de la radio), parece un auténtico coche de locos. Todo ese caos, todo ese barullo me hace feliz. Todo lo que hago en relación a mi trabajo, a mis objetivos profesionales, ya sea una conferencia, un libro, un curso o un proyecto de consultoría, está enfocado en que yo pueda obtener los recursos necesarios para pasar más tiempo disfrutando de ese caos.
En mi mente sé que ese tiempo pasará, se que ellos se irán y yo tendré que cambiar de objetivo pero mientras tanto, trato de grabar cada instante que pasa y haré lo imposible para vivir la mayor cantidad de todo el caos que mi esposa y mis hijos puedan regalarme.
En esta vida he fracasado muchas más veces de las que he tenido éxito. Puedo escribir un libro del ancho de una Biblia contando sólo mis caídas y las razones por las cuales este proyecto, esta empresa, esta inversión no funcionaron. En muchas de estas ocasiones fue por mi falta de experiencia, por malas decisiones o por un “mal olfato” empresarial. Pero en otras tantas el azar y el destino tuvieron que ver. Yo no puedo ir por la vida con el pensamiento arrogante de creer que puedo controlar todas las variables y que si las cosas salen o no salen es por consecuencia al cien por ciento de las acciones o decisiones que yo haya tomado. Yo no puedo controlar todas las variables, nadie puede. Yo no tengo el control de todo lo que pasa a mi alrededor. Pero si puedo controlar mi actitud ante las circunstancias cuando las cosas se tuercen y no salen como espero que salgan. Es ahí donde procuro recordar la frase de un excelente maestro de “filosofía de vida” al que procuro escuchar de vez en cuando: Los Rolling Stones. En una de sus canciones Mick Jagger te susurra al oído una gran verdad:
“You can’t always get what you want. You can’t always get what you want. But if you try sometimes, you might find, you get what you need”.
Hoy, siento que tengo lo que necesito y más. Son las 10 de la mañana. Los niños están en el colegio y yo ya he cumplido con una pequeña rutina que me define, que cada vez que la realizo me recuerda que “I get what I need”. No tengo que esperar al final del día para recoger mis botes de basura. Tengo la libertad de elegir cuándo guardarlos y sé que estaré aquí cuando mis hijos regresen del colegio.
Respiro hondo, doy otro buen sorbo a mi café, cierro la puerta del garaje y entro en casa. Mi vida sigue. Hoy me siento feliz, hoy me siento exitoso.
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6 añosGracias Leticia. Un abrazo. Y recuerda, si te gusta ..... comparte ;)
Program Manager at StubHub
6 añosComparto 100% tu pensamiento! Me ha encantado tu post!
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6 añosGracias por el comentario Fran. Un abrazo
8K. | Senior Leader in International Operations & Business Development | Risk Analysis & Strategic Planning | Interdisciplinary and Multicultural in the Construction and Real State Sector |
6 añosEnhorabuena Franco! Gracias por compartilo. He podido vivir momentos parecidos, son los mejores. Disfrutalos!