Positivismo Tóxico

Positivismo Tóxico

Lo que sea que estés experimentando hoy, ¡tú puedes decidir que vas a pasarlo bien! ¡Que va a ser grandioso!

¡La felicidad es una decisión, piensa positivo!

Quiérete, ámate a ti misma, así podrás amar de verdad a quien realmente  te valore.

No lo digo yo, de hecho, lo dicen millones de influencers en el mundo que han convertido al #amorpropio y a la #felicidad en una cruzada alarmante.

Te lo digo yo, que he estudiado y practicado la psicología positiva como una perspectiva de florecimiento humano en la que apoyo mi trabajo diario. Pero ha llegado el momento de poner algo de freno a esta tendencia.

¿Qué? ¿Estás diciendo que no debo amarme? ¿Que no puedo decidir ser feliz?

NO y SI

La decisión de ser positivos, felices, alegres o cualquier adjetivo que elijas, es el punto de partida de un compromiso que se renueva a cada minuto. No basta decidir un día y ya…es un camino de altos y bajos donde la autocompasión es clave.

Pensar positivo es una habilidad que se desarrolla creando carreteras neuronales diferentes a las que ya tenemos, al desarrollar hábitos como agradecer y descubrir lo que sí tengo como fortalezas y oportunidades. También es importante el análisis de nuestro sistema de creencias y como contrastarlas con otras posibilidades.

El amor propio no es sólo propio, se genera en una comunión que inician nuestra familia, nuestros cuidadores y que luego se va extendiendo hacia los amigos, la sociedad y como se comunican desde ésta los valores que guían el entendimiento de como tengo que ser para ser querida.

Por eso, el amor propio parte por reconocer en que pilares fundo mi autoestima: ¿en mi inteligencia, en las cosas que me compro, en la plata que gano, en los títulos académicos, en mi puesto en la empresa, en la belleza, en mis valores, en mi capacidad de ayudar a las personas, en los likes que obtengo en Instagram?

Elige 4 y parte por ahí.

Mi llamado es a dejar de imponer la alegría como la única emoción válida que cuando se finge, al igual que la sonrisa, se siente falsa y provoca disonancia cognitiva. Prueba decir que eres la mejor o la más bonita del mundo mirándote al espejo y escucha que te dice tu cerebro.

¿Qué hacer entonces?

Tenemos que usar nuestra capacidad para mirarnos a nosotros mismos y estar en un espacio reflexivo y de introspección para poder encontrar esa zona cero por la que iniciar nuestro trabajo interior.

Pero nadie quiere partir por ese espacio lleno de melancolía y nostalgia, ¿o si? Esta parte preferimos saltarla y arrojarnos directamente a las afirmaciones de abundancia.

No funciona así. Si hay algo que tu ser es, no importa cuanto quieras convencerlo de lo contrario, seguirá siendo y estando hasta que te atrevas a darle ese espacio de reconocimiento que te está pidiendo y que merece.

Por otro lado, por muy propio que resulte este camino, no podemos dejar de pedir ayuda, de conversar de lo que nos pasa porque, al igual que el amor propio, todo lo que es mío también es del otro y tengo que resolverlo con otro.

A estas alturas ya te habrás dado cuenta que ser feliz es una consecuencia, no un objetivo. Las palancas son muchas y en esas prácticas sí ayuda ser decidida: amabilidad, agradecimiento, generosidad, compasión, altruismo, todas ejercidas como hábitos en nuestro día a día con nuestra comunidad en lo físico y también en el mundo digital, en la casa y en el trabajo.

Por eso, la decisión que sí podemos tomar es vivir la vida mirándola con los ojos abiertos y con las manos extendidas para participar activamente en la experiencia de ser seres humanos completos y, a la vez, en desarrollo constante. La decisión pasa por reconocernos como parte de una humanidad que siente un gran espectro de emociones valiosas que nos marcan el camino para estar unidos y en paz.