Presentación de “Huellas” de Myriam Boclin, por Débora Szuchmacher.
2016
Presentar un libro siempre es una celebración. Me gusta asociarlo con la expresión hebrea: “leotzi laor” que significa publicar un libro y literalmente es: “sacar a la luz”. No solo publicarlo, sino también presentarlo es sacarlo a la luz, es ofrecerlo a los lectores para establecer un diálogo con ellos y para que comience un recorrido que trascienda a su autora. Presentar este libro, entonces, es abrir la puerta a esos caminos que van a comenzar a recorrer estos cuentos breves y conmovedores.
Se dice que escribir es un placer y un oficio solitario, tanto como la lectura, pero celebrar los libros es un placer colectivo. Por eso, este encuentro.
Conocí a Myriam hace un par de años en el marco de la Feria del Libro Judío de la Sociedad Hebraica. Allí presentamos algunos de sus cuentos, inéditos en ese momento. Ahora entiendo, más que entonces, su deseo profundo de publicarlos, de reunirlos en un libro, no por el sentido material del objeto libro sino por lo que este simboliza.
Myriam eligió llamar a este libro “Huellas”. Si uno revisa el significado de huella, se trata de una marca, un rastro, un vestigio de algo y puede ser también, como bien lo expresan estos cuentos, una impresión profunda y duradera, un sello imborrable.
Myriam dedica este libro a su padre “que me inculcó que las raíces forjan identidad, marca imprenscindible para dejar buena huella”. Y además la autora elige, para darle un marco a estos relatos, una frase del libro “Los judios y las palabras” que Amos Oz escribe con su hija: “La nuestra no es una línea de sangre, sino de textos”. Efectivamente, somos el pueblo del libro, de los textos, de la lectura, el pueblo del pacto de la palabra. Aquí se me ocurre pensar en la palabra hebrea “ot” que significa letra pero también señal, marca, huella... Es decir, la letra – hecha texto - como marca indeleble, como testimonio permanente para las generaciones futuras. Myriam dice en el prólogo: “Están incluidas varias generaciones... todas ellas miran hacia atrás con la cabeza hacia adelante”. Esta es una percepción muy judía de la historia y del tiempo. Como si el futuro se constituyera en el rescate de la huella que han dejado quienes nos precedieron, pero especialmente en la relectura que harán los que en el futuro transiten esa misma huella. Myriam ofrece sus palabras para poner en la huella a los que vendrán.
Asociada a esta idea, quiero mencionar un aspecto de estos cuentos que me resultó muy conmovedor. Un aspecto que subyace todos los cuentos y que los atraviesa absolutamente. Es la relación de padres e hijos, de nietos y abuelos, es decir, los vinculos filiales que nos conforman como sujetos.
Uno de los personaje de estos cuentos dice que judío es quien tiene un nieto judío. Es muy común en muchas culturas, en la judía especialmente, ponerle al recién nacido el nombre de un abuelo. Ahí hubo alguien que dejó una marca y que las generaciones siguientes quieren recordar. Así se arma la cadena. No con el descendiente inmediato, sino con el que le sigue. Tomo una idea de la filósofa Diana Sperling que dice que “los hombres como los animales tenemos hijos y cuidamos de ellos. Pero los nietos existen solo en la cultura humana: los nietos son el testimonio de una continuidad extendida, de una proyección en el tiempo que supera y excede la inmediatez biológica. La transmisión trabaja con el arte del tejedor: en cada nueva etapa vuelve un paso hacia atrás, retoma el hilo y lo relanza hacia adelante, entrelazado con las otras hebras.” (asociado a esta idea de la autora: todas ellas miran hacia atrás con la cabeza hacia adelante).
Por último, poder pensar este libro en el marco de la literatura judeoargentina, es decir, inscribirlo en la tradición de la literatura judeoargentina. Básicamente por lo temas que aborda: los recuerdos de infancia en Europa, las humillaciones de la guerra, la inmigración, la integración a una nueva cultura, el mestizaje, la identidad, las costumbres familiares, los rituales milenarios, el shabat, etc, etc.
Desde Alberto Gerchunoff hasta Eliahu Toker , y tantos otros, - solo para nombrar dos escritores emblemáticos y entre los cuales hay mas de un siglo de literatura judeoargentina - todos han puesto en palabras estas cuestiones, a través de cuentos, crónicas, novelas o poesías. El ser judío y argentino, o mas especificamente judío y porteño, como en muchos de los cuentos de Myriam, termina configurando un texto que combina lo literario con algo del orden de lo antropológico. En esa combinación, en esa diversidad, se inscriben los escritores judeo argentinos. Myriam Boclin, como ellos, ha sabido hacer de su experiencia judía y de sus vivencias judeo argentinas, el núcleo de su tarea creativa.
Directora Departamento de Inglés en ColegioWolfsohn Tabacinic
6 añosGracias por las recomendaciones!