Productividad para sobrevivir a la compactación de la economía.
Cuando la economía se expande, el reto de las empresas es vender más y crecer; cuando la economía se contrae el reto de las empresas es sobrevivir por medio de la productividad.
El mundo actual se encuentra en un proceso de contracción económica que apenas está iniciando y que amenaza seriamente la supervivencia de las empresas en todo el mundo y especialmente en las economías emergentes. Desde el año 2000, es decir durante los últimos 20 años, el reto de las empresas ha sido crecer, vender más, exportar, tener calidad que pueda competir en los mercados internacionales, integrarse a las redes sociales que se han desarrollado en la última década, pero hoy el mercado está cambiando.
En una economía incierta, altamente competitiva a nivel internacional, en donde nuestros mercados nacionales se encuentran totalmente abiertos a la intervención de competidores extranjeros que tienen muy bajos costos de producción y entrega de sus bienes y servicios, nuestros nichos y nuestros mercados se encuentran amenazados.
En ese escenario, la visión del empresario y del directivo no pueden permanecer sin cambios y mucho menos conservando las mismas premisas que utilizaban durante la economía en expansión; las nuevas premisas tienen que entrar en juego inmediatamente si se quiere sobrevivir y aprovechar las oportunidades que la crisis que viene nos ofrece.
Ante la compactación de la economía, inevitablemente la respuesta es elevar la productividad.
El asunto es definir la productividad apropiadamente porque en muchas ocasiones consideramos a la productividad como la extensión en los horarios de trabajo, como la reducción de personal sin ton ni son, como una austeridad mal entendida en donde se recortan gastos indispensables para la operación mientras se dejan sin tocar desperdicios que podrían representar ahorros, también se acude a la reducción de sueldos y prestaciones al personal, entre muchas otras concepciones erróneas y que pueden condenar a la empresa a su desaparición.
La productividad es esencialmente hacer más con menos, es decir optimizar los recursos disponibles aplicándolos de manera eficiente en aquellas actividades o elementos que nos presenten un mayor retorno de inversión, que nos ayuden a conservar a los clientes actuales, a adquirir nuevos clientes, a mejorar nuestra calidad de producto y de servicio, así como a mejorar la relación que tenemos tanto con nuestro personal como con los proveedores clave para nuestra operación.
Es importante considerar que en este escenario de compactación económica se genera una gran cantidad de desempleados, quienes en su desesperación al no encontrar oportunidades profesionales en otras empresas, se autodenominan consultores, pensando que su experiencia como gerentes o directivos de tal o cual empresa, les capacita para poder proporcionar consejo a empresarios o directivos en situaciones de crisis. Nada más falso que lo anterior. También tocarán a su puerta asesores, coaches de negocios o coaches de vida supuestamente certificados, y no faltarán los "ex" entre los que se contarán los exdirectores, ex vicepresidentes, ex funcionarios, entre muchos otros. En la mayoría de los casos, si ellos tuvieran esa capacidad, sus empresas y organizaciones no los habían dejado ir y por el contrario, si se encuentran en una situación de desempleo, la presión por generar dinero rápidamente los hará prometer proyectos y acciones que no necesariamente son viables en la situación del cliente, sin embargo pueden ser muy convincentes, así es que más vale tener mucho cuidado cuando se contrate a un consultor y deberá siempre validar que haya tenido una trayectoria en ese oficio tan complejo y que sus clientes anteriores hayan tenido excelentes resultados, porque de otra forma se está arriesgando lo más por lo menos.
Tenga siempre presente que las condiciones particulares de cada empresa u organización son únicas y que tratar de implantar "mejores prácticas" o experiencias exitosas de otros sitios puede resultar en un desastre si no se tiene la experiencia y el conocimiento para extraer los principios y la capacidad y práctica para aplicarlos en las condiciones específicas de un entorno diferente, en este caso en su organización. La extrapolación es de gran utilidad pero es un asunto reservado para expertos.
Las estrategias que generalmente se sugieren para elevar la productividad abarcan principalmente tres ámbitos: la estrategia comercial, la estrategia operativa, y la estrategia administrativa.
En la estrategia comercial frecuentemente se encuentran el expandir nuestra presencia en los clientes actuales ofertando los nuevos productos y servicios, la recuperación de clientes anteriores, el desarrollo de campañas publicitarias para conquistar nuevos mercados, la integración de estrategias digitales en redes sociales para generar presencia de marca o atraer nuevos clientes, la optimización de la logística de distribución de bienes o servicios y desde luego la generación de un tablero de indicadores que permiten controlar la evolución de las estrategias planteadas.
En la estrategia operativa frecuentemente hablamos de una consolidación de la red de proveedores, de la posibilidad de desarrollar nuevos proveedores o de comprar artículos o insumos de menor precio, muchas veces importados de Asia, la reducción de inventarios tanto el producto terminado como de materia prima, reducción del costo de capital, la reducción de personal, el recorte de turnos y de capas administrativas en la cual frecuentemente se encuentran supervisores y gerentes, la reducción de la merma y el desperdicio, así como lo optimización de costos de mantenimiento y la reducción de los tiempos de paro de máquina, la identificación y uso del lote económico, entre otros conceptos.
En la estrategia administrativa frecuentemente se habla de cambiar las condiciones de crédito tratando de pagar a plazos más largos, de establecer reducciones de personal, reducciones de horarios laborales, recortes en viáticos, recortes en capacitación, reducción del capital de trabajo, reducción de las condiciones de crédito hacia los clientes, reducción de los seguros y sus coberturas, entre muchas otras estrategias. Muchas veces la reducción de personal incrementa la carga de trabajo del personal que permanece, generando condiciones de agotamiento, estrés e improductividad nunca antes vistas en la operación, además de la parálisis por el temor a cometer un error y ser despedidos, lo que alenta el ciclo económico de la empresa y entorpece la productividad.
Toda esta gama de alternativas, entre muchísimas más, debe ser evaluada apropiadamente para no cortar aquellas ventajas competitivas, aquellos elementos que nos permiten competir y sobrevivir, y efectivamente aplicar las reducciones en aquellos elementos que puedan representar ahorros reales y que no toquen los aspectos principales de la competitividad de la organización, porque de otro modo este tipo de estrategias pueden representar un agravamiento de la situación.
Si hiciéramos una analogía con un restaurante, el hecho de contar con todos los insumos (estrategias) requeridos para un determinado platillo no nos da la capacidad o experiencia para cocinarlo.
Generalmente un buen consultor es una persona capacitada y muy especialmente una persona experimentada que le podrá proveer de las recomendaciones y consejos apropiados con una visión fresca y con el beneficio de contar con experiencias en otros empresas u entornos del mismo giro o de situaciones similares y usualmente lo que hará será documentar apropiadamente las acciones propuestas con un análisis económico y operativo que permitan tener claridad sobre los beneficios que pueden representar dichas estrategias en su caso específico.
Es conveniente tener siempre en cuenta que le recomendaciones deben ser apropiadamente implementadas, y que no hay decisiones que no tengan costo, es decir en el momento de decidir algo, se está optando por no hacer alguna otra cosa, por lo que el análisis de una decisión debe contar con escenarios suficientes para poder evaluar la pertinencia de tomar una acción y no las otras, pues en el momento en que ésta se emprende ya no hay reversa, y generalmente es una pésima decisión meter el freno o meter reversa a la mitad de la implantación de cualquier tipo de decisión gerencial.
En los siguientes artículos tocaremos algunos de estos conceptos y las experiencias que hemos tenido al respecto de forma que usted pueda aprovechar los mismos en su toma de decisiones.
tonatiuh.estrada@ltbcorp.com