A propósito del barrio de Salamanca.

A propósito del barrio de Salamanca.

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Antes que encender la pira de la ira, creo que, ante todo, debemos de agradecer a los vecinos y vecinas del barrio de Salamanca de Madrid, el habernos demostrado, con tanta evidencia y tesón, que ser rico no significa ser feliz. Que tener muchos bienes y vivir en la opulencia no te hace mejor persona mientras que, por el contrario, corres un serio peligro de convertirte en un ser mezquino, pues lo que estamos viendo son personas que no han perdido nada más que la libertad de poder sacar a pasear su vanidad, mientras que la mayoría, a pesar del ruido y el incordio -y perdiendo mucho más-, seguimos siendo adultos responsables. Que el exceso y la opulencia que exhiben solo sirve para decorar el escenario, mientras los actores son personas temerosas, débiles, mal educadas e irresponsables. 

Me parece importante reconocer que no todos los vecinos y vecinas del barrio de Salamanca comparten este perfil. Si comparamos el número de personas concentradas en las manifestaciones con la densidad de población del barrio, sin duda los irresponsables son minoría. Incluso, apuesto a que la mayoría se estarán muriendo de vergüenza por lo que está pasando debajo de sus balcones. No debíeramos dudar de que estas personas han sentido el mismo pinchazo en el corazón que sentimos todos cuando nos alcanzó el tsunami y surgió la reflexión: esto no puede seguir así. Es insostenible. Deberían de cambiar ciertas cosas. 

Cambiémoslas todos y todas juntos.

La única diferencia sería que, cuanto más tuvieses, cuanto más necesitases, de más cosas y necesidades habrías de desprenderte. Y no es fácil. Nada fácil. Eso si, la recompensa sería mayor. 

La única riqueza que te garantiza ser feliz es la de haber aprendido a vivir sin miedo.

También me parece importante recordar que, en el otro extremo, hay millones de personas sin recursos que no han podido recibir una educación de calidad y que, a su vez, no pueden dársela a sus hijos e hijas. Muchas de estas personas, desafortunadamente, pueden llegar a ser igualmente mezquinas e irresponsables. 

Ambos extremos son victimas de la ignorancia. Sin embargo, ser ignorante con recursos es ser doblemente ignorante. Ninguna persona sensata podría soportar semejante carga.

En definitiva, creo que esta es la mejor lección de vida que nos podrían dar nuestros vecinos y vecinas del barrio de Salamanca. Habría que agradecérselo. Y pienso, sobre todo, en nuestros hijos e hijas, en los adolescentes que buscan modelos de éxito,  a quienes les animo a buscarse en la propia naturaleza, pues es el único espejo que les va a decir realmente quienes son. 

¡éxito!.


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