¿Puede la gente mala transformarse en gente buena?

¿Puede la gente mala transformarse en gente buena?

Suelo conversar con profesionales de compliance y capital humano en talleres, cursos y conferencias sobre los porcentajes de “personas muy honestas”, “muy deshonestas” y las personas “honestas pero transgresoras” o llamadas también “volubles frente al contexto” que habitan una organización, un país, el mundo. Los debates que se desarrollan en torno a esta idea son tan entretenidos como fascinantes, y, a su vez, altamente enriquecedores.

También suelo discutir sobre lo que una organización debería intentar hacer y en lo posible lograr con cada grupo de estas personas. Básicamente, conversamos sobre cómo hacer para que las personas muy deshonestas sientan que no están en el mejor ámbito para hacer de las suyas, y en el mejor de los casos desenmascararlos. También sobre la forma de identificar y reconocer a la gente muy honesta, que representa un importante activo para la organización. Por último, vemos que la gran masa de gente, en principio, no tendría malas intenciones, pero que podría caer del lado de la honestidad o la deshonestidad, según lo que suceda a su alrededor en combinación con sus características personales. Se trata en definitiva de crear un “clima ético” que comience desde las más altas autoridades, y derrame marcando las pautas de comportamiento deseable.

Sin embargo, el otro día, recibí una pregunta inesperada al hablar de las personas muy deshonestas. Una participante de Colombia durante un taller de trabajo expresó que: “está muy claro que una organización debería prescindir de las personas muy malas, pero ¿las personas malas pueden cambiar?, es decir ¿Se puede convertir en honesta a una persona altamente deshonesta?

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¿Qué es ser una mala persona? 

Dudo de la existencia de una definición exacta de lo que es una mala persona. Si me permiten hacerlo de manera poco técnica, me atrevería a afirmar que son aquellas personas con malas intenciones, es decir, aquellas que actúan con la finalidad de hacer el mal sin remordimientos, de manera consciente y sistemática. Suena a supervillanos ¿no es cierto? Déjenme decirles que para mí lo son.

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Existe mucho debate alrededor de reconvertir delincuentes a partir de su castigo en prisión. Sin ir más lejos, Eduardo “Coco” Oderigo, persona espectacular si las hay, fundó y dirige la Fundación Espartanos que tiene como misión, a través del rugby, la espiritualidad y la formación laboral, la reinserción social de los internos. Pero no es mi intención escribir sobre condenados ni apresados, esa gente que ha tocado fondo pagando con su libertad, sino que me refiero a aquellas personas que, estando entre nosotros, se mueven con destreza desparramando elevados niveles de deshonestidad y falta de integridad en sus quehaceres diarios.  

Ser malo versus obrar mal

Distintas circunstancias de la vida nos pueden llevar a actuar de manera incorrecta ¿eso nos convierte en gente mala? La respuesta es rotundamente no. Las malas personas tienen aspectos distintivos que les hacen volcar una alta dosis de energía hostil de manera continuada siendo esa su habitual forma de actuar.

La moral y la ética modelando comportamientos

Cuando hablo de programas de compliance exitosos, destaco que resultan de agregar a lo moral (acuerdos más o menos formales de cómo actuar con forma de códigos, políticas, cursos, etc.), instancias de conversación y reflexión (lo ético).

Puede que para algunas personas modificar su accionar sea remotamente posible y tal vez irremediable. Al respecto esto puede deberse a un sentimiento o resentimiento presente, o alguna vivencia que ha generado un impacto importante en su manera de actuar.

Las personas disponemos de un lado bueno y malo, y los comportamientos que destacarán dependerán de la forma en que fluyan nuestros pensamientos. La mayoría de estos se manifiesta por alguna razón social, laboral, o bien, ocurrencias durante los años de niñez.

El reconocido psicólogo e investigador Phillip Zimbardo afirma que “todos podemos convertirnos en torturadores”. Y abunda explicando que todo depende de que si se dan o no las condiciones necesarias para que la gente buena se vuelva mala. A este fenómeno lo llama “efecto Lucifer” (tal y como lo explica en su libro que lleva el título homónimo).

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Dr. Phillip Zimbardo

Zimbardo también adhiere a la teoría de que todos tenemos una parte buena y una parte mala y que destacará más la parte que de nosotros que se desencadene por situaciones que nos ocurran. Destaca asimismo que “la maldad” es algo fuera de lo normal y que, incluso, es patológica. Dicho de otra manera, y de no mediar tal patología, nadie es totalmente bueno o malo, sino que somos una escala de grises en las que a veces predomina más el blanco y otras más el negro.

La Casa del Gran Hermano y el experimento

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Hace algunos años expresé en una conferencia de compliance que “en toda casa del Gran Hermano, sin importar quiénes son los participantes, cada cual tomará determinado rol necesario. Todas las casas del Gran Hermano se parecerán”.

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Es bien conocido el experimento que se volvió demasiado real, que llevó a cabo Zimbardo para arribar a estas conclusiones. Convocó a una serie de voluntarios en la Universidad de Stanford y previamente analizaron su estabilidad emocional. Simuló una cárcel en la cual los prisioneros se convirtieron rápidamente en personas sumisas y depresivas. Con la misma rapidez, los guardias se transformaron en personas sádicas, abusadoras y crueles. Es decir “el efecto Lucifer conduce a esta gente por el camino del mal” (según cuenta Zimbardo).

Aquí algunas imágenes de este experimento que fue llevado a la pantalla hace algunos años El experimento trailer español Das experiment - YouTube

Según una reseña del libro Out of Character de los científicos David DeSteno y Piercarlo Valdelsolo en la revista Scientific American, el carácter de las personas está en un fluir permanente. ¿Esto qué significa? DeSteno y Piercarlo Valdelsolo intentan demostrar que no están actuando personas buenas o malas, sino que se trata de cerebros que están en la búsqueda de recompensas a corto y largo plazo. Porque, explican, el carácter no es algo que se pueda aprender, pero sí las habilidades y que, al final decuentas, “no se trata de que seas una persona buena en general, sino que eres una persona buena en cierto momento”. Se trata entonces de una sucesión de decisiones y comportamientos consecuentes.

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David DeSteno y Piercarlo Valdelsolo

Sin duda, hay personas que ceden ante tentaciones a corto plazo más frecuentemente que otras. Los códigos de comportamiento y la concientización sobre los mismos pueden ayudar a “parar la pelota” y pensar antes de actuar incorrectamente. Esta gimnasia mental suele dar buenos resultados.

Mi villano favorito

Es esencial comprender lo siguiente: El carácter “bueno” o “malo” de las personas no solo se verifica en sus actos, sino, como hemos comentado más arriba, parte de sus pensamientos. Respecto de este tema, existe un interesante estudio del psicólogo, profesor e investigador de la Universidad de Oregon, Paul Slovic, que se refiere a la toma de decisiones y juicio de valor. Slovic argumenta que cuando hay más de una víctima en un hecho, la conexión emocional de las personas se reduce, y, por el contrario, damos un alto valor a las vidas individuales. En este sentido, este “entumecimiento mental” (según lo llamó), nos predispone a cambiar de canal con mayor frecuencia cuando se nos muestran noticias donde se exhiben muchas víctimas.

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Paul Slovic

Esta situación cambia significativamente cuando se muestra a un villano y los estudios de Slovic destacan que “la gente es condenará sus acciones cuando identifican saben quien hace el mal que cuando no saben quién lo provocó”.

El mundo profesional

Howard Gardner, neurocientífico autor de la “teoría de las inteligencias múltiples” afirma que sus estudios concluyen, entre otras cosas, que no existen excelentes profesionales que sean malas personas. Afirma en este sentido que las malas personas no pueden llegar a ser profesionales excelentes por más pericia técnica que tengan. Pero que, definitivamente, lejos están de ser excelentes. d

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Dr. Howard Gardner

Gardner se refiere a los más destacados profesionales como “personas ECE”: Excelentes, Comprometidos y Éticos y expresó en este sentido que un profesional no alcanzará la excelencia si no va más allá de satisfacer su ego, su ambición o su avaricia, destacando asimismo que un profesional excelente se compromete con objetivos que van más allá de sus necesidades, para ocupar un lugar de servir las necesidades de todos. Y eso exige una profunda dosis de ética.

¿Cómo surge la maldad?

El catedrático de psiquiatría, Adolf Tobeña, quien ha escrito el libro "Neurología de la maldad: mentes predadoras y perversas", manifiesta en forma contundente que “ya conocemos la cara de la maldad y no está relacionada con ninguna enfermedad, sino en la forma en que tenemos organizado el cerebro.

Por otro lado, los estudios de Tobeña muestran la predisposición al mal, señalando que a partir de los tres años de edad se puede comprobar mediante el comportamiento si un niño expresa actitudes calificables como “malvadas”. "Los estudios señalan que entre el 1 y el 1,5% de los niños son malos de nacimiento” y que la propensión al mal está en la forma cómo tienen conformado el cerebro.

Respecto de cuánto influyen el entorno, la familia, y la educación en un niño para actuar correctamente, sin duda es parte fundamental de su carácter emocional y de su pensamiento. Entonces la parte genética o fisiológica del cerebro no será definitoria (sino altamente influyente) en las actitudes de una persona.

¿Cómo continúan estas tendencias en las personas adultas? La cifra verificada en la niñez se mantiene constante, es decir, que algo más del 1% de las personas adultas son propensas a actuar con maldad.

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Dr. Adolf Tobeña

Y hasta un 50% de esa “maldad” puede tener un componente genético, según sostiene el doctor Tobeña. Explica que hay decenas de genes que se han detectado que ayudan a moldear ese perfil. A estas personas técnicamente se las denomina psicópatas. Los psicópatas pueden ser peligrosos, ya que podrían acabar robando o incluso matando según las circunstancias. Es un tema complejo, pero a grandes rasgos, la psiquiatría los ha catalogado así.

Volvamos a la gente mala que no tienen tal patología psiquiátrica, pero que comúnmente presentan algunas de las siguientes características distintivas, y en algunos casos todas ellas:

  • Se trata de individuos llamativamente egoístas. No tienen preocupaciones ni remordimientos por lo que les suceda a las demás personas. Son insensibles ante el dolor de los otros.
  • A diferencia de los psicópatas, distinguen perfectamente entre lo que está bien y lo que está mal. Son personas calculadoras, hábiles y manipuladoras; de hecho, identifican las debilidades de los otros y las explotan en su provecho.
  • Disfrutan del sufrimiento de los demás y si pueden lo causan. Actúan con violencia, situación en la que se mueven con comodidad.
  • Son altamente narcisistas.
  • Son egocéntricos y en toda conversación o discusión son el centro de todo.
  • Tienen brotes mesiánicos y vinculan su accionar con un supuesto objetivo que tienen que cumplir en esta vida.
  • Padecen de egoísmo intelectual. Son tan estrechos intelectualmente como fanfarrones. Simplifican la realidad de manera dogmática. Opinan sobre todo como si fueran custodios de la verdad absoluta.
  • Sus emociones habituales son amargura, venganza, odio desproporcionado e injustificado, y envidia sin causa.

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Usualmente este tipo de personalidades no presentan temor. Por lo tanto, “juegan fuerte” sin miedo a las consecuencias. ¿Por qué motivo? Frecuentemente se sienten superiores a los demás y por eso no les importa faltar el respeto ni hacer daño. En los casos más notorios asumen que el resto de la gente es menos que ellos; y, por lo tanto, con menos derecho. De ahí que no les importe ser hirientes, mentirosos, ni manipuladores.

Hay diversos tipos de malas personas y, como mencionamos más arriba, los rasgos de “maldad” se combinan de distintas formas.

Su habilidad les permite utilizar una “máscara” para poder encajar, y en numerosas oportunidad encajar muy bien. Pero este tipo de gente, necesariamente, se ve obligada a cambian de ámbitos en períodos breves, ya que, aunque se proponga agradar no lo logrará de manera sostenida, no pudiendo evitar comportarse mal.

Uno de los rasgos arriba mencionados y que más me llama la atención es su “sed de venganza”. La gente mala es altamente vengativa. Sucede que las personas malas tienen resentimiento. El resentimiento es un sentimiento persistente de enojo hacia alguien por considerarlo causante de cierto daño y que se manifiesta en palabras o actos hostiles. A este tipo de personalidades le cuesta tanto sacarse de la cabeza estos sentimientos, que lo único que los alivia es saber que al otro le va mal; entonces se alegra por ello.

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La venganza es uno de los rasgos más peligrosos de la gente mala. No olvidarán si algo o alguien les ha hecho sentirse mal. Su rencor los llevará a planear y esperar su oportunidad para infundir daño. Se convencerán que la otra persona merece un castigo, y que ellos tienen la misión de hacerlos pagar por ello.

Es importante comprender que no se trata de enojo, sino de odio. Un sentimiento de hostilidad tal que, cual bola de nieve, se va alimentando constantemente de sus propios pensamientos hostiles. Una animosidad que puede durar mucho tiempo; tal vez toda una vida.

Hablamos de “gente mala” que podemos hallar en todas las franjas sociales y políticas; y en todas las ideologías.

Sobre la estupidez humana.

El desaparecido historiador y economista italiano Carlo Cipolla en su tratado sobre Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, y más precisamente en “la Tercera ley fundamental (ley de oro) de la estupidez”, afirmó que "Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".

La estupidez tiene íntima relación con la idiotez. Según los antiguos griegos, la persona “idiota” es aquella que concibe todo desde su óptica personal. Transforma sus opiniones en verdades universales y los defiende como si el ceder una idea fuera perder un brazo. Sus verdades son indiscutibles.

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A mediados del 1800, el filósofo Johann Erdmann definió el núcleo de la estupidez, relacionándola con una mirada “demasiado estrecha”, y habló de “mentecato” , cuyo significado es “privado de mente”, queriendo significar que la persona en cuestión sólo tiene en cuenta un punto de vista: obviamente, el suyo. Y explicó que, a menores puntos de vista considerados, mayor será la estupidez humana.

Albert Camus en su obra "La peste" supo expresar que "la estupidez siempre insiste".

 Gente mala. Algunos consejos

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Cuando se trata de adultos, y siempre que puedas y no sea tu misión ocuparte de la salud de la persona en cuestión, la solución más recomendable por muchos expertos es alejarse todo lo que puedas (tanto física como emocionalmente). La mala gente genera un ambiente de tal toxicidad que, sin duda, atentará contra tus deseos, aspiraciones y necesidades. Si se trata de un familiar, incluso muy cercano, debes minimizar el contacto.

En el ámbito laboral, si se trata de un superior, mantener distancia tal vez sea algo más complejo; más aún si estás directamente a su cargo. Como esta gente suele tratar de manera similar a otras personas y caer en reiteradas situaciones en faltas de respeto de toda índole, busca una red de contención e intenta decidir en equipo con tus ahora aliados. Digamos que “los une el espanto” y esto podrá ayudar; este será tu “grupo de seguridad”. Si la organización en la que te desempeñas posee un canal de denuncias confidencial, independiente, seguro y con posibilidad de anonimato, usarlo puede que sea una muy buena alternativa.

Mientras no puedas mantener distancia física, debes mantenerte en equilibrio emocional. Habla con tu círculo de confianza, con la gente que aprecia y te apoya. Recuerda en todo momento que esta gente intenta hacerte sentir mal y que lo que te dice no es verdad. No olvides el tipo de persona que eres y lo que vales.

Si sientes que no puedes evitar el daño que la situación te ocasiona, puedes también acudir a un profesional de la psicología. El hablarlo y recibir ayuda experta es una alternativa valorable.

Y, si bien puedes marcar distancia con tus palabras y decir las cosas como son, jamás caigas en su terreno ni discutas de sus temas. Ya lo dijo el escritor norteamericano Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain: “Nunca discutas con un idiota, te rebajará a su nivel y te ganará por su experiencia”.

En los casos que alejarse sea menos viable, algunos científicos plantean la conveniencia de ser amables con esas personas. Argumentan que cuando lo hacemos, nos beneficiamos mutuamente, el personaje y nosotros. La justificación técnica es que la amabilidad activará un conjunto de hormonas y neurotransmisores beneficiosos para nuestra salud y la de la persona mala.

Otros expertos están a favor de la indiferencia, lo cual ocasiona menos daño emocional en nosotros y puede tener en algunas oportunidades un efecto reflexivo en la persona indeseable.

Por supuesto que resulta importantísimo que las organizaciones dispongan de canales para poder reportar casos en los cuales el necesario respeto se vea comprometido. Situaciones de acoso y abuso en todas sus formas deberían poder ser tratados, de manera adecuada. Los canales de denuncia siempre son dispositivos que resultan de gran utilidad para reportar este tipo de hechos de manera confiable, confidencial, segura, y de ser necesario, anónima. Me remito a el libro que he publicado hace algunos meses: ISO 37002:2021 Sistemas de Gestión de Denuncia de Irregularidades | Argentina | Thomson Reuters

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Y entonces, luego de todas estas explicaciones ... ¿Puede cambiar una mala persona?

Suponiendo que fuera posible, a este deseable cambio de mirada respecto de su forma de actuar y el sentimiento que le produce el obrar de manera incorrecta lo llamo “transición ética”

Al decir verdad, no creo que la respuesta a la posibilidad de lograr una transición ética sea por si o por no. Pienso que pueden existir niveles de transición y que la profundidad del cambio depende de múltiples factores.

Para una persona lograr la transición ética implica principalmente el nivel de reflexión interna que sea capaz de alcanzar y la forma en que este pensamiento profundo impacte en su vida. Para que se entienda mejor, y a modo de metáfora, diría que la posibilidad de cambio dependerá de cómo determinadas vivencias lleguen al corazón de esta persona.

Estamos lejos de estar tratando una ciencia exacta. Las posibilidades de cambio dependen de cada caso en particular, del entorno, del contexto, entre otras cuestiones. Seamos conscientes, estamos frente a personas que, por naturaleza, están cerradas al cambio, y peor aún se enojarán si intentamos que vean su reflejo como nosotros lo vemos.

Sus sesgos y distorsiones cognitivas son tales que la probabilidad de cambio en plazos breves es más que compleja. Sin embargo, a mediano y largo plazo, es posible. Lo que sucede es que son ellos quienes tienen que darse cuenta de que cosechan lo que siembran. Este proceso puede tardar desde años hasta toda una vida.

No se quién escribió que "Si deseas conocer de verdad a una persona, no preguntes a los demás sobre ella. Pregúntale a ella sobre los demás. Es la mejor medida para evaluar su corazón y su alma".

Rolando Javier Torpoco De la Cruz

Gerente General de ECOLIDER SAC e IGUACONSUL EIRL

9 meses

¿Adolfo Hitler nació malo o se hizo malo? Aún sigo confundido. Y si se hizo malo, podríamos concluir que fue la sociedad que lo hizo así.

nelly rincon

Universidad gran Colombia, Escuela de Yoga Satyananda, Universidad Pedagógica "manejo de grupos"

1 año

Si, conocemos resentimientos que van durando toda una vida.

Raúl Angel Rodríguez

Director Profesional. Miembro de Directorios y Juntas. C-Level. Consultor de Gobierno Corporativo y Dirección de Empresas. Implantación de Directorios en PyMES. Experto en Petróleo, Gas, Energía y Logística.

2 años

Fantástico análisis, Carlos. Muy fundamentado y escrito con tu habitual maestría, que lleva a leerlo hasta el punto final sin casi respirar. De todos modos, queda un punto a mi entender crucial. Las empresas deben hacerse responsables y alejar ellas mismas a las malas personas. Si no lo hacen, no están cumpliendo ni con sus valores (cualesquiera que estos sean) ni con sus stakeholders, donde la ética y las mirada ESG cobran gran importancia. Porque ¿Qué sentido tiene preocuparnos por el ambiente y no ocuparnos de nuestra propia mala gente? La contradicción es muy evidente. Queremos empresas éticas, con empleados éticos y stakeholders éticos. Parecería que naturalmente obtendríamos resultados éticos.

Maria Isabel Calzado

Abogada - Compliance Officer. Especialista en Obra Pública, Integridad y Transparencia.

2 años

Fascinante Carlos!!

Freddy Gerardo Pérez Navarro

Auditor - Global Assurance Programs at Philip Morris International

2 años

Muy bueno Carlos. Saludos

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