¿Qué debemos entender por Justicia Social en este siglo XXI?

A propósito del Día Internacional de la Justicia Social. 20 de febrero de 2024.

Ante el cambio climático, la evolución demográfica, el desarrollo tecnológico y, de manera más general, la globalización, somos testigos de un proceso de transformación del mundo a un ritmo y a una escala sin precedentes. ¿Cómo podemos aprovechar estos retos para brindar oportunidades que permitan hacer realidad la justicia social en un mundo cada vez más complejo?

El rasgo más distintivo de la economía mundial de los últimos decenios es tal vez la globalización. Debido a las nuevas tecnologías, las personas, los bienes y los capitales circulan entre los países a un ritmo sin precedentes, lo que genera un entramado económico y global interdependiente que atañe prácticamente a todos los habitantes del planeta. La globalización actual afecta a la internacionalización de la producción, de las finanzas, del comercio, y de las migraciones.

La justicia social en el siglo XXI se entiende como un principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera dentro de y entre las naciones. Busca la equidad en la distribución de la riqueza, oportunidades y privilegios dentro de una sociedad. A lo largo de las últimas décadas, el concepto ha evolucionado para abarcar diversas dimensiones, incluyendo, pero no limitándose a, la igualdad de género, los derechos de los pueblos indígenas, la no discriminación por orientación sexual o identidad de género, el acceso equitativo a la educación y la salud, así como la protección del medio ambiente.

En este contexto, la justicia social implica trabajar hacia sociedades que proporcionen oportunidades iguales para el crecimiento y el desarrollo personal de todos sus miembros, sin discriminación. Esto incluye esfuerzos para reducir las brechas de desigualdad económica, garantizar el acceso a servicios básicos para todos, promover los derechos laborales, y asegurar que todas las voces sean escuchadas en los procesos políticos y sociales.

Con el advenimiento de la globalización y el desarrollo tecnológico, el siglo XXI ha traído nuevos desafíos y oportunidades para la justicia social. La digitalización de la economía, por ejemplo, ofrece nuevas vías para el desarrollo económico pero también plantea preguntas sobre la equidad en el acceso a la tecnología y los beneficios que esta conlleva. Además, la crisis climática ha puesto de manifiesto la necesidad de una justicia ambiental que considere las responsabilidades y vulnerabilidades diferenciadas de las comunidades alrededor del mundo.

La justicia social en el siglo XXI también implica un enfoque global, reconociendo que las acciones en una parte del mundo pueden tener impactos significativos en otra. Esto requiere una cooperación internacional reforzada y el compromiso de los países, las empresas y la sociedad civil para trabajar hacia objetivos comunes de equidad y sostenibilidad.

Por esto hoy en día se trata de crear un mundo más equitativo y justo que reconozca y aborde las desigualdades estructurales, promueva la inclusión y la diversidad, y garantice que todos los seres humanos tengan acceso a sus derechos fundamentales y oportunidades para un desarrollo pleno.

La idea de que la promoción de la justicia social debe ser el objetivo central que guíe todas las políticas nacionales e internacionales cobra cada vez más fuerza. Esta idea ha ganado adeptos entre los defensores que argumentan que permite que las sociedades y las economías funcionen de forma más cohesionada cuando se da prioridad a la justicia social.

Promover el trabajo decente y una agenda de globalización justa centrada en los derechos fundamentales las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social constructivo entre gobiernos, empleadores y trabajadores es clave para situar la justicia social en el centro.

Pamela González Montes

Abogada especialista en Estado de Derechos para países en Desarrollo

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