Qué es lo que demandan las nuevas generaciones de mujeres en su búsqueda de empleo.
Me miro a los ojos de mi hija mayor, de sus compañeras de universidad y en los de las alumnas que vienen a orientación en Carreras Profesionales y veo todos los cambios que han tenido lugar.
Sin acudir a comparaciones, me enorgullece muchísimo comprobar lo claras que tienen las cosas, cómo establecen prioridades y el alto nivel de autonomía que muestran. Seguramente habrá ámbitos en los que no sea así: donde haya mucho camino por recorrer para reconocer la diversidad, ni lo pongo en duda. Pero sí aporto el sentir de cómo han ido fijando mínimos que suponen una mejora importante en su proyección profesional:
- El primer dato viene a callar algunas opiniones que tildan a esta generación de flojos: las chicas, ya lo dice la canción, facturan y lo hacen trabajando duro, porque no las asusta, al contrario, las motiva.
- Buscan proyectos con futuro, que tengan impacto, sean justos y donde puedan participar realmente.
- Ansían poder cambiar cosas en los sectores en los que trabajen.
- Persiguen flexibilidad por encima de todo, incluso la remuneración.
- No se fijan fronteras ni límites.
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- No quieren comparaciones con los hombres: no aportan dato alguno de relevancia para ellas conocer qué hacen o cómo. Por supuesto, el sueldo no tiene sexo y jamás entenderían distinciones en ese aspecto.
- Quieren beneficios que vayan acordes con sus necesidades. Si no las cubren, ni se detienen a valorar lo que pueda ofrecer la empresa.
- Descartan trabajos en los que no se sientan reconocidas o donde se pidan cosas sin un sentido claro. Ya no vale lo de “dar cera; pulir cera” si no ven el retorno inmediato.
- Huyen de los malos modos; las actitudes de superioridad manifiesta o donde intuyan futuros conflictos.
- Muestran un profundo interés por poder desarrollar su creatividad, máxime si además son sostenibles y huyen de estereotipos. Lo monótono no tiene cabida.
Y todo ello en un momento en el que su acceso al trabajo está complicado por la situación económica global; donde los perfiles deben estar más cualificados por la demanda creciente de profesionales técnicos y tecnológicos y donde las brechas continúan existiendo por razón de sexo: En España, solo el 16% de los profesionales STEM son mujeres, y el 0,7% de las adolescentes chicas estrían interesadas en estudiar un grado relacionado con las tecnologías digitales.