Qué hacemos con la #Posverdad
En 2016 el Diccionario de Oxford designó posverdad como la palabra del año, definiéndola como circunstancias en las que hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que la apelación a la emoción y la creencia personal.
Se eligió esta palabra porque su uso se disparó 2 mil por ciento en comparación con el año anterior. Pasó de ser un concepto desconocido a ser mencionada habitualmente en los medios de comunicación. Quizás la publicación más representativa fue la de The Economist en noviembre del año pasado, titulada “Política posverdad: el arte de la mentira” y con un subtítulo que decía: los políticos siempre han mentido, ¿importa que dejen atrás la verdad completamente?
En un artículo justificando la elección de la palabra, el Diccionario de Oxford explica que posverdad empieza a usarse para describir un nuevo tiempo en el que el concepto verdad se ha vuelto no importante o irrelevante.
¿Por qué nos debe importar qué pasa con el significado que le damos a la verdad?
Porque más allá de las discusiones filosóficas sobre qué es la verdad y los terrenos pantanosos en los que la verdad se mezcla con las creencias de cada quien, una condición fundamental para la convivencia libre y armoniosa entre personas en una sociedad es que todos respetemos el principio de que las cosas no pueden ser y no ser simultáneamente. No puede ser verdad tanto que ocurra algo, como que no ocurra.
Sí, la verdad es escurridiza. No siempre contamos con todos los instrumentos para comprobar si algo ocurrió o no ocurrió… y en el pasado los instrumentos eran tan escasos que la verdad era un monopolio de los poderosos que dictaban lo que era y no era al resto. Pero la humanidad ha ido creando mecanismos que, aunque perfectibles, nos ayudan a acercarnos lo más posible a la verdad en los fundamentos del mundo (con la ciencia), en el esclarecimiento de actos regidos por nuestras normas de convivencia (con los sistemas de justicia nacionales e internacionales) y en el día a día de los actos y declaraciones que interesan a la opinión pública (con el periodismo y los medios de comunicación).
Gracias a estos mecanismos, que repito son perfectibles porque no son inmunes a ser influenciados por sesgos e intereses, tenemos al menos una base para dialogar, una válvula que regula qué tanto abuso puede tolerarse de los poderosos al resto de la sociedad.
Lo que está pasando en Estados Unidos es un agravio a estos mecanismos de búsqueda de la verdad en prácticamente todos los frentes. En un mes como presidente, Trump ha ido desmantelando la infraestructura científica alrededor de la prevención del cambio climático. En campaña declaró que este fenómeno planetario era un mito inventado por los chinos. Cuando un juez detuvo el veto a los inmigrantes de países de mayoría islámica, cuestionó en un tuit la autoridad de dicho juez para emitir una sentencia que él considera ridícula, poniendo con ello en duda al sistema de justicia porque no se ajusta a su visión del mundo.
Finalmente, está su guerra con los medios de comunicación. No duda en poner la etiqueta de “noticias falsas” a cualquier medio que no se alinee con su versión de la verdad. Llegó al extremo sin precedentes de vetar a medios de la talla del New York Times y CNN de la sala de prensa de la Casa Blanca. ¿La respuesta del New York Times? Lanzar una campaña en defensa de la verdad.
Esto me lleva a la última reflexión que quiero hacer hoy. Hasta hace muy poco la lucha ha sido por la libertad de prensa. La fricción ha estado entre las élites que hacen y deshacen en los juegos de poder que dictan el rumbo de las sociedades, y los medios masivos que liberan al público la verdad de lo que ocurre para ponerle un límite a los excesos. Hoy Trump se salta a la prensa para hablar con la opinión pública a través de Twitter, y un océano de generadores y repetidores de opinión ahogan el impacto que pueda tener el periodismo profesional para ponerle límites.
El fenómeno posverdad de Trump, como lo fue el Brexit, nos importa en todo el mundo, y debemos reflexionar sobre cómo renovar los mecanismos para hacer llegar la verdad a todos.
Artículo original publicado en el Diario NTR.
Storyteller de negocios
7 añosEn México decimos que la verdad es subjetiva, pero la neta no. Y la neta es que el poder nunca ha sido amigo de la verdad.