A qué le llamamos trabajar hoy?
En el siglo XXI, el concepto de trabajo ha sufrido transformaciones profundas que invitan a cuestionar qué significa realmente "trabajar". Si alguna vez se consideró el trabajo como un medio para la dignificación del ser humano, hoy esa idea se encuentra en disputa. Las nuevas formas de trabajo, la precarización laboral, la digitalización y la automatización han trastocado el sentido tradicional de esta actividad.
El surgimiento del trabajo
El trabajo, como actividad humana organizada, tiene sus raíces en los primeros momentos de la humanidad. En sus formas más primitivas, el trabajo estaba directamente relacionado con la supervivencia: cazar, recolectar y, más tarde, cultivar. Estas actividades no solo respondían a necesidades inmediatas de subsistencia, sino que también formaban la base para la construcción de comunidades. A medida que las sociedades humanas se complejizaron, particularmente con la aparición de la agricultura, la escritura y la división del trabajo, el concepto de trabajo fue tomando forma, estableciendo roles específicos dentro de la estructura social y económica. En civilizaciones antiguas como Mesopotamia, Egipto y Grecia, el trabajo pasó a estar regido por jerarquías, donde artesanos, esclavos y comerciantes desempeñaban roles distintos, contribuyendo de maneras específicas a la economía. De esta forma, el trabajo se formalizó no solo como un intercambio de esfuerzo por recursos, sino como una institución regulada por normas sociales.
El trabajo comenzó a ser considerado como un medio necesario para la supervivencia y la construcción de la civilización. Aristóteles distinguía entre el trabajo manual, que se asociaba con la necesidad física, y el trabajo intelectual, que estaba vinculado con la autorrealización humana. Sin embargo, en el marco de la Revolución Industrial y el advenimiento del capitalismo, el trabajo se elevó a la categoría de un pilar fundamental no solo para la subsistencia individual, sino para el crecimiento económico y la acumulación de riqueza. En este periodo, el trabajo adquirió un valor ético y social, visto como una vía para que el individuo alcanzara su dignidad y contribuyera al progreso colectivo.
Trabajar para vivir, vivir para trabajar: subsistencia y alienación
Es esencial considerar el trabajo desde una perspectiva ontológica: ¿qué significa "trabajar" en el ser humano? Etimológicamente la palabra trabajo proviene del latín trabis, que significa traba, dificultad, impedimento el cual nace por la necesidad de evolución y desarrollo del hombre por y para el surgimiento de su familia y el suyo propio; el trabajo es considerado como un factor de producción, que consiste en el intercambio de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades humanas.
A lo largo de la historia, particularmente con la Revolución Industrial, el trabajo pasó de ser una actividad vista como una carga necesaria para la subsistencia a convertirse en un valor fundamental dentro de las sociedades capitalistas. La formalización del trabajo a través de contratos laborales y el establecimiento de una estructura jurídica en torno a las relaciones laborales lo transformaron en un acto de intercambio justo: el esfuerzo humano a cambio de una remuneración económica. Así, el trabajo se consolidó como una actividad ligada a la dignidad humana y al progreso social.
Sin embargo, hoy, en el siglo XXI, la ontología del trabajo ha cambiado drásticamente. El trabajo ya no es simplemente una transacción entre esfuerzo y recompensa. En la era digital y automatizada, muchas formas de trabajo se han deshumanizado, reduciéndose a meras actividades de supervivencia económica. El trabajo ya no está intrínsecamente vinculado con la autorrealización o la creatividad; más bien, se ha convertido en un proceso alienante que pone en duda su valor ético y humano.
Nuevas formas de trabajo: el surgimiento de la alienación digital
Las nuevas formas de trabajo en el siglo XXI han cuestionado profundamente la relación entre el individuo y su actividad laboral. Algunas de estas formas parecen inofensivas, pero deconstruyen las bases del trabajo tradicional. Por ejemplo, el trabajo de influencer en plataformas sociales ha crecido exponencialmente. Aquí, el individuo crea una "marca personal", basada en la apariencia y la simulación. El trabajo ya no está centrado en una contribución real a la sociedad, sino en construir una imagen atractiva que sea consumida por una audiencia. Esta forma de trabajo no solo es superficial, sino que también implica una alienación profunda, ya que lo que se proyecta es una vida que no existe, una imagen construida para ser vendida y consumida.
Otras formas de trabajo se han vuelto aún más desconcertantes, como la creación de avatares virtuales alimentados por inteligencia artificial, diseñados para interactuar de manera atractiva con las personas. En estos casos, el trabajo no solo es una simulación, sino una construcción totalmente artificial. ¿Qué significa "trabajar" cuando lo que se produce no es tangible ni real? La dignidad humana queda cada vez más lejos de este tipo de trabajos, donde la autenticidad se pierde en favor de la apariencia y la interacción digital.
El trabajo también ha adquirido nuevas dimensiones en plataformas como OnlyFans, donde el cuerpo humano se convierte en objeto de consumo. En estos casos, el trabajo es una transacción económica basada en la exposición de la intimidad y la mercantilización del cuerpo, lo que despoja a la persona de su dignidad y privacidad. Este tipo de empleo pone en evidencia cómo el trabajo puede ser explotado, llegando incluso a las fronteras de la deshumanización.
La precarización, la robotización y el futuro del trabajo
En paralelo a estas nuevas formas de trabajo digitalizado y alienante, la precarización y automatización del trabajo tradicional ha generado un paisaje aún más desconcertante. La digitalización y la robotización están desplazando a miles de personas de trabajos manuales y repetitivos. Las máquinas ahora realizan tareas que antes eran ejecutadas por seres humanos, lo que plantea serias preguntas sobre el futuro del trabajo: ¿quién se beneficiará de esta tecnología? ¿Qué significa ser "productivo" cuando las máquinas hacen el trabajo ininterrumpidamente sin agotarse por nosotros?
El avance de la automatización ha hecho que los trabajos humanos, en muchos casos, se vean reemplazados por robots o algoritmos. Este cambio no solo elimina empleos, sino que también redefine el concepto de trabajo en la sociedad contemporánea. También lo desvaloriza. En lugar de ser un medio para la autorrealización y el bienestar colectivo, el trabajo se ha convertido en un mecanismo económico que responde a las necesidades de un sistema capitalista globalizado.
El trabajo en el siglo XXI
El trabajo en el siglo XXI ha dejado de ser lo que una vez fue: un medio para la dignificación del ser humano. Hoy en día, el trabajo se ha transformado en una actividad cada vez más deshumanizada, alienante y vacía de sentido. Ya no es solo un acto de intercambio de esfuerzo por recompensa; se ha convertido en una forma de supervivencia económica en un mundo donde la productividad y el consumo son los valores predominantes.
Desde una perspectiva ontológica, el trabajo ya no parece ser una expresión del ser humano en busca de realización personal y colectiva, sino una mera transacción que depende cada vez más de las máquinas y las plataformas digitales.
La pregunta central hoy es si aún podemos redefinir el trabajo para que recupere su sentido original, como un acto que no solo genere ingresos, sino que también aporte dignidad, creatividad y bienestar a la vida humana.
En este mundo cambiante, es fundamental replantearnos el valor y el propósito del trabajo, asegurándonos de que siga siendo una vía para la autorrealización.
En la actualidad, muchos jóvenes rechazan los trabajos tradicionales y buscan alternativas que les ofrezcan una recompensa económica más rápida y, en algunos casos, más accesible. En este contexto, plataformas como OnlyFans, ingresar al mundo delictual o la narcodelincuencia y otras formas de trabajo rápido han comenzado a ser vistas como opciones válidas, trampolines especialmente creados para aquellos que sienten que el sistema laboral tradicional no les ofrece lo que buscan.
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Para muchos de estos jóvenes, trabajos como OnlyFans, donde se comercializa contenido exclusivo y personalizado, ofrecen la promesa de un ingreso inmediato sin la necesidad de la formación académica o años de experiencia que demandan las ocupaciones más convencionales. De manera similar, el empleo dentro de sectores ilícitos, como la delincuencia, también se percibe como una forma rápida de ganar dinero, a pesar de los riesgos y las consecuencias sociales y personales que acarrea.
Este fenómeno se ve potenciado por la globalización, que ha permitido la interconexión de las generaciones jóvenes con una variedad de influencias externas. Las redes sociales, por ejemplo, juegan un papel crucial en la creación de modelos de éxito instantáneo, que promueven la idea de que la fama y la riqueza son alcanzables sin pasar por el proceso de formación o el tradicional “escalafón” laboral.
Sin embargo, este cambio de mentalidad plantea interrogantes sobre el concepto mismo de trabajo. Si por un lado, estas opciones parecen ofrecer mayor autonomía, por otro, se caracterizan por ser precarias, deshumanizantes o incluso ilegales. Esto abre una reflexión sobre si realmente están ofreciendo una "alternativa" al trabajo tradicional o simplemente una forma de explotación más inmediata, que, a largo plazo, puede contribuir al deterioro de la dignidad humana y la estabilidad social, o solo un mecanismo de subsistencia en un sistema que cada vez más nos aliena.
Convengamos que por muy siglo XXI en el que nos encontremos, el dinero fácil y mal avenido, no es sinónimo de un trabajo en ningún caso.
OnlyFans
OnlyFans ha emergido como una de las plataformas más controversiales en el panorama laboral contemporáneo. En ella, los usuarios crean contenido explícito y lo venden a sus seguidores a cambio de una suscripción mensual. Este modelo permite que quienes se dedican a esta actividad conviertan su cuerpo y su intimidad en mercancía, mostrándose de manera explícita en busca de ganancias. Aunque el trabajo en esta plataforma puede ser visto por algunos como una forma de empoderamiento y autonomía sobre su propia imagen, también plantea preguntas éticas profundas. La idea de "trabajar" a través de la exposición de la intimidad puede ser vista como alienante, pues reduce al individuo a un objeto de consumo en un mercado donde la exposición constante y la sexualización son la moneda de cambio. Este tipo de ocupación pone en duda si puede considerarse un "trabajo" en el sentido tradicional, ya que, aunque genera ingresos, está desprovisto de la dignidad que históricamente se le ha atribuido al trabajo humano. Además, la constante presión por mantener una imagen atractiva puede contribuir a una forma de explotación que va más allá del simple intercambio de dinero por contenido.
Narco delincuencia: los antiguos choros y los nuevos soldados
La narcodelincuencia es una de las formas de "trabajo" más extremas y destructivas del siglo XXI. En ella, los individuos se ven obligados a participar en actividades ilegales, como la producción y distribución de drogas, muchas veces bajo la amenaza de violencia y coerción. A pesar de que quienes se involucran en estos círculos a menudo lo hacen con la intención de mejorar su situación económica, el "trabajo" en este sector está marcado por la ilegalidad, el riesgo constante y la violencia. Este tipo de trabajo no solo es alienante, sino que también lleva consigo una carga moral y ética muy pesada, pues perpetúa un ciclo de destrucción tanto para quienes participan como para las comunidades afectadas por el narcotráfico. En este caso, el concepto de trabajo se desvanece, ya que lo que se realiza no es una actividad que busque el bienestar individual o colectivo, sino que está completamente al servicio de intereses ilícitos que explotan a las personas y a las sociedades.
Repartidor de comida por App
El trabajo de repartidor de comida a través de aplicaciones como Uber Eats, Rappi o Deliveroo ha ganado popularidad en las últimas décadas, pero también ha generado importantes debates sobre su naturaleza y las condiciones en las que se realiza. Los repartidores, que suelen ser trabajadores independientes o contratistas, enfrentan largas jornadas de trabajo, con sueldos variables que dependen de la cantidad de entregas realizadas. En muchos casos, carecen de beneficios laborales, como seguro médico o vacaciones, lo que agrava la precarización de este empleo. Este tipo de trabajo se caracteriza por la despersonalización: los repartidores son vistos como meros medios de transporte, con sus rostros y cuerpos reducidos a un número en una aplicación. La naturaleza fragmentada del trabajo, que no ofrece ninguna conexión significativa con la comunidad o con el producto que se entrega, contribuye a la alienación del trabajador, quien se ve atrapado en un ciclo de esfuerzo sin reconocimiento. Este trabajo, aunque cumple con las funciones económicas del sistema, pierde muchas de las cualidades de un "trabajo digno", ya que no proporciona seguridad ni sentido de pertenencia, quedando como una forma de supervivencia, más que una vocación o una actividad que pueda ser considerada verdaderamente "trabajo".
Chofer de App de Autos
Los choferes de aplicaciones como Uber, Lyft y Didi representan otro tipo de trabajo en el que la precarización se hace evidente. Aunque el trabajo parece flexible, ofreciendo la posibilidad de elegir las horas de trabajo, en realidad, está marcado por la falta de estabilidad y las dificultades económicas inherentes a la remuneración por viaje. Los choferes son considerados contratistas independientes, lo que significa que no tienen acceso a beneficios laborales básicos como seguro de salud, pensiones o vacaciones. Además, la constante presión por alcanzar cuotas de ganancias y la competencia con otros choferes aumenta la carga de estrés. Desde una perspectiva ontológica, este trabajo también puede ser visto como alienante, ya que los choferes están esencialmente aislados, interactuando solo con los pasajeros de manera superficial y sin formar parte de una comunidad o estructura empresarial que les ofrezca apoyo o reconocimiento. Aunque este trabajo puede considerarse una forma legítima de ganar dinero, la falta de estabilidad y la dependencia de algoritmos para determinar la remuneración hacen que se perciba más como una lucha por sobrevivir que como una actividad dignificante.
Influencer:
El trabajo de influencer en plataformas como Instagram, TikTok y YouTube se ha convertido en uno de los más populares, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Estos individuos construyen una marca personal, mostrando su vida cotidiana, productos que consumen y experiencias que viven, con el fin de ganar seguidores y obtener ingresos mediante patrocinadores. Sin embargo, el trabajo de influencer es, en muchos casos, una forma de alienación, pues los influencers deben proyectar una versión idealizada de sí mismos, constantemente preocupados por su imagen y por la aprobación de los demás. Este tipo de trabajo refuerza el consumismo y la superficialidad, promoviendo una vida perfecta e inalcanzable que no refleja la realidad. Además, los influencers están sometidos a la constante presión de mantener su relevancia, lo que implica una sobreexposición de su vida privada. Aunque este trabajo genera ingresos sustanciales, su naturaleza efímera y desconectada de la autenticidad cuestiona si realmente puede considerarse una forma de trabajo digna, ya que promueve la alienación emocional y una vida de fachada.
Encargado de dar Likes
En la economía digital actual, existen empleos que se enfocan en aumentar la visibilidad de marcas o individuos en las redes sociales. Una de las formas de trabajo más peculiares es el de encargado de dar "likes", comentarios y seguir cuentas para aumentar artificialmente el número de seguidores y mejorar el engagement de una cuenta. Aunque esto puede parecer un trabajo menor, tiene un impacto significativo en la percepción de la popularidad y la influencia de las personas o marcas en las redes. Este tipo de empleo es profundamente alienante, pues su función no es producir contenido significativo ni generar interacciones genuinas, sino sólo fomentar una fachada de éxito digital. La "productividad" se mide en métricas superficiales y no en calidad, lo que reduce el trabajo a una actividad vacía que no tiene valor real para la sociedad. En este sentido, puede decirse que no es un trabajo legítimo, pues no contribuye de manera auténtica a la creación de contenido valioso ni a la construcción de relaciones humanas genuinas, sino que se limita a alimentar un sistema que depende de la apariencia en lugar de la sustancia.
De "ir a la pega" a "mi primera chamba"
En Chile, la expresión "ir a la pega" tiene sus raíces en los tiempos de la construcción del Puente de Cal y Canto, cuando se usaba la cal para pegar ladrillos y había una gran demanda de trabajo. La frase comenzó a asociarse con la idea de "trabajar", y "pega" se consolidó como la forma coloquial para referirse a cualquier ocupación. Sin embargo, algunos siglos más tarde, fenómenos como el de la migración y la globalización, especialmente entre las generaciones más jóvenes, han derivado en una percepción distinta, el ir ala pega como expresión conceptual de tener trabajo y sentirse a gusto por ello, ha dado paso a un término distinto: "mi primera chamba". Esta nueva forma de referirse al trabajo refleja un cambio en la naturaleza del empleo y cómo los jóvenes lo perciben. En la cultura popular, como lo expresa una canción muy conocida, "chamba" es sinónimo de un trabajo mal pagado, con condiciones precarias y sin la promesa de estabilidad o lealtad. Así, "mi primera chamba" simboliza una experiencia laboral que se asocia con la inestabilidad y la falta de dignidad, alejándose de la antigua idea de "la pega" como una ocupación que, a pesar de sus dificultades, formaba parte de un proceso colectivo y de crecimiento social.