¿A quién “eutanasio” primero? ¿A mi madre o a mi padre?
Desde hace unos días tropiezo con pequeños montoncitos de noticias bien hilvanadas y cargadas de la suficiente artillería emocional, como para que al final de su lectura solamente pueda brotar de mi yo más hondo, un sí incondicional a favor de la dignidad de las personas que sufren una enfermedad sin remedio.
El lunes pasado, por la mañana temprano, me paró una muchacha a la altura de la boca de metro de Cuzco y me dijo:
- ”Perdone, le robo un minuto… es para los informativos de esta noche…”
- ¿Está Usted de acuerdo con tener muerte digna?, ¿sabía Usted que en España más del 80% de la población está de acuerdo con tener una muerte digna?”
Dudé un instante y durante ese mismo instante, también temblé por dentro:
- ”¿Qué tipo de marciano será ese 20% que no desearía para sí una muerte digna?”.
Miré de vuelta a la joven periodista y le dije:
- “Sí, claro. Por supuesto que estoy de acuerdo con la muerte digna”.
Al final del día, en el rato que tengo hasta casa, pensé algo más en Mamá y Papá.
Mi padre camina inestable y fatigado hacia sus noventa. Cada vez que nos vemos y hablamos me reitera la plegaria diaria que a modo de instancia celestial, registra cada día en la ventanilla del cielo:
- “Hijo –me dice- cada día le pido a Dios que me lleve, no aguanto más, no quiero vivir más.…”.
Mi madre ya no camina. En mi madre, casi todo es ya no, salvo su alma y su mirada que todavía vuelan, y aunque no sé muy bien dónde están, sé que están tranquilas.
¿Será entonces el momento ya de eutanasiarlos?
Desde luego mi padre está en esa idea y mi madre quizás no me lo pide porque ya no me conoce, y siempre fue muy comedida y discreta con los extraños.
Antes de dar un paso mental más, trato de recordar cómo me dijeron que querían morir cuando eran más libres para pensar en ello. Como no lo recuerdo, me voy con mi tarde de calor intenso de Madrid a cuestas, para preguntar a mi padre.
Entro en su casa.
- “¿Qué tal Papá?”
- “Pues verás hijo. Si me lo hubieras preguntado ayer, te habría dicho que muy mal, que horrible, que quiero el fin.”
- “Por eso vine, Papá”.
- “Pero hoy pasó algo, hijo. Hoy fui a ver a mamá y la encontré en el pasillo del camino a su habitación en la residencia. Y de repente, cuando me vio delante de ella sonrío con su sonrisa de siempre y agitó los brazos con felicidad. Me acerqué y me dio feliz un beso. Creo que Dios me ha dado un nuevo motivo para vivir”.
Dan las 9, pongo las noticias. Tercer titular: ”Eutanasia: un clamor sin respuesta. Hay mayoría social y parlamentaria para regular la muerte digna, pero los políticos están a otras cosas”.
Recuerdo entonces a la chica y sus preguntas. ¿Seré yo parte activa de esa mayoría social que parece que pide a gritos -con tintes de clamor – que sean legales el suicidio asistido y la eutanasia activa?. ¿Y la dignidad?, ¿Qué tiene que ver la dignidad con todo esto?
El ser humano alcanza su plena dignidad por el modo en el que vive y no por el modo en el que muere. La verdadera dignidad tiene mucho que ver con saber mirar a la vida cara a cara, con saber batirte con ella, con asumir sus giros y sus sorpresas y seguir viviendo…
La vida nunca fue “nice”, ni “polite”, ni “soft”, ni “cool”… pero eso, que era asignatura troncal en la escuela de nuestros padres, debió de cambiar con tanta reforma educativa.
A mis padres, mueran como mueran y cuando mueran, nadie les va a quitar ni un punto de dignidad, porque no conozco mejor persona que mi madre, ni hombre más recto que mi padre.
Su padecimiento no es deseable, ni medianamente amable, pero es humano y no es indigno. Contra el dolor que duele existen cuidados paliativos suficientes, y contra el dolor que más duele, la soledad, existen la compañía y el cariño.
Mi madre y mi padre morirán tan dignamente como vivieron. Como diría Sabina, será “cuando la muerte venga a visitarles” y hasta ese día mis hermanos y yo, y nuestras familias, estaremos a su lado como mejor podamos, sin sentirnos mal por darle prioridad a nuestras vidas y a las de nuestros hijos, porque esto, también nos lo enseñaron ellos.
Me llaman la atención las personas que, en las fronteras del entendimiento humano, pueden tener las cosas tan claras … pero no me preocupa convivir con ellos.
Lo que me asusta es que a ti y a mí, nos hagan llegar a pensar que incluso yo pueda ser una parte de ése clamor…
Grupo Parlamentario VOX
5 añosBravo! El dolor y el sufrimiento no hace indigno a nadie! La dignidad se tiene por ser hombres, y por nuestra capacidad de amar y ser amados!preciosa reflexión! La comparto!
Jefe de Unidad Técnica de Divulgación Científica. Consejería de Sanidad. Comunidad de Madrid.
5 años"... hasta ese día mis hermanos y yo, y nuestras familias, estaremos a su lado como mejor podamos, sin sentirnos mal por darle prioridad a nuestras vidas y a las de nuestros hijos, porque esto, también nos lo enseñaron ellos". En esta frase se esconde, a mi entender, una gran clave de este asunto. Enhorabuena de corazón por ella. Asumir el paso natural de la vida en nuestros mayores y en nosotros, entender que tenemos que priorizar las vidas que se inician, eliminar la palabra culpa, hacer lo que podamos cuando podamos, no vivir en el agotamiento físico y emocional... estarles eternamente agradecidos por lo bueno legado y ser críticos con el modelo que deseamos legar a nuestros hijos.
Técnico de calidad y consultor ambiental en AIRTREN, SL
5 añosSí señor!!. Bravo: totalmente de acuerdo contigo. Vivan tus padres, el cuidado que les dais y lo que enseñareis a vuestros hijos. Gracias