¿Quiénes somos frente al COVID-19?
Seremos hoy la sociedad quebrada, un sistema complejo con multitudes de cotidianidades, de realidades y de problemas. No nos hacía falta uno más pero aquí lo tenemos. Después de aproximadamente 3 cambios de modelo económico tenemos una lección y muchas preguntas. La lección: El cambio hace crecer y si no lo hace, aprendemos, ambos son procesos y LLEVAN SU TIEMPO.
Hemos aprendido a que la economía puede cambiar de fluctuación, de moneda de cambio, de sistema y principalmente cambia el nivel de impacto. Los modelos económicos hasta el medioevo eran locales y "pequeños", por lo tanto si una economía chica caía, otro reino llegaba a intentar conquistar y levantar -por el medio que sea, sí, en su mayoría violencia- tal vez pasar al capitalismo engrandecido por la invención, los métodos, metodologías y ciencias no ha sido la solución pero nos hace aprender a que el crecimiento no es el camino, la economía no son monedas y billetes y que la sociedad no es un conjunto de malestares culturales y consecuencias históricas, podemos ir más allá porque el impacto ya no es local, sino mundial.
Zizek menciona en un artículo reciente:
Pero tal vez otro virus ideológico, mucho más beneficioso, se extienda y nos infecte: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del Estado-nación, una sociedad que se actualiza en las formas de solidaridad y cooperación mundial.
No somos la violencia de llegar a conquistar reinos y territorios, somos diplomacia. Tampoco somos un sistema económico extractivista sino el intento de un sistema económico sustentable, ni la reinvención de sistemas liberales que desatan caos.
Somos RESILIENCIA, APRENDIZAJE y AMOR, una pandemia no debería ocuparnos a nivel económico sino a nivel mental, eso es lo que en realidad hace funcionar a nuestras organizaciones (todas, desde la familia hasta nuestros centros de trabajo) ya que cuando nos envolvemos en pensamientos que involucran todo nuestro sistema de convivencia activamos fibras de pensamiento que necesitamos para hacer el siguiente proceso, pero hay que elegir bien entre resolver y caer en pánico.
No dudo que existen más caminos, pero esos escenarios inmediatos me vienen a la mente no por mi realidad sino por la realidad virtual que me ha permitido observar las reacciones que se encuentran en un residente de España así como en mi amiga que vive a unas cuadras de mi hogar y en la mayoría de los casos sucede lo que he mencionado. Y no está demás decir que estar en esta situación mental afecta de forma ascendente a la productividad organizacional.
Existen quienes caen en pánico por infoxicación (digital principalmente), por la posverdad que nos carga en brazos desde hace años y por estas rutinas de hora a hora que no nos dejan hacer ejercicios de introspectiva al que nos ha forzado hoy el COVID-19 y existimos las almas locas que escribimos un artículo a las 12 a.m. con esperanza de que alguien lo lea y no nos otorguen la verdad absoluta, la razón o un espacio entre su fila de ídolos, sino por el contrario, que nos cuestionen, enfrenten y resuelvan.
Resolver es de mis palabras favoritas, es un verbo asertivo y sin duda una acción necesaria día con día, más en esta realidad que nos lo exige porque sino perdemos algo que no se compra ni viene de vuelta: la vida.
Cuestionemos todo, a la pandemia de ser necesario, a las autoridades que han puesto en marcha acciones y a las que no, a la familia que vive en la casa de al lado despreocupada y a la del otro extremo que ya no se concibe sin cubrebocas o gel antibacterial, a nuestra mente que ha tomado o dejado de tomar decisiones por este hecho y principalmente a nuestros hábitos económicos que son replicados por más personas (DE FORMA SERIA ¿QUÉ ES LO QUE EN VERDAD NECESITAMOS HOY DÍA DE LA ECONOMÍA Y LA PRODUCCIÓN MASIVA?). Y posterior a la sesión de preguntas, resolvamos todas colocándonos en el lugar de quien debería responder, principalmente las que en serio nos corresponden. Por cierto, no seamos radicales, respondamos con la asertividad que merece nuestra cultura.
No somos hoy la sociedad quebrada, un sistema complejo con multitudes de cotidianidades, de realidades y de problemas, somos lo que hemos aprendido de esto y lo que queremos resolver en nuestros espacios. Somos probablemente un conjunto de personas que cambiará el paradigma mundial y estos modelos tan individualistas que nos han llevado a pensar que enfrentamos problemas sistemáticos en soledad, tal como una pandemia.
Si hemos sido capaces de crear tantos sistemas para tantas vidas, tendremos que encontrar la facultad o capacidad de ese sistema para que las vidas mencionadas sigan en pie y de no encontrar funcional a dicho sistema, desecharlo de una vez por todas de manera formal.
Podemos causar un cambio trascendental. El escenario actual cobra vidas, salud y dinero gubernamental o de iniciativa privada que repercute a nivel sistema. Si hay un antes y un después del COVID-19 que sea un cambio cultural y no un reproche más que produzca malestar social a nivel mental, el rencor no resuelve sino agobia.
Ampliemos el panorama de adentro hacia afuera, comuniquemos (con acciones, de preferencia) en nuestras organizaciones todo lo que nos hace sentir pertenencia, que nos importa quien reside a nuestro lado y por lo tanto valorar sus hazañas diarias por sobrevivir a una pandemia. No hablemos desde el privilegio y de hacerlo, aceptemos.
Concluyo con una pregunta de tono infantil pero curiosidad adulta:
¿Estaremos listas y listos para mover los engranajes de este paradigma y avanzar a otro en el que tengamos tanta solidaridad como para salvar al mundo entero de una pandemia?