RECICLAJE TECNOLÓGICO
En 1965 Gordon Moore, uno de los fundadores de Intel, desarrolló la famosa "Ley de Moore", un principio que en resumen determina que cada 18 meses se duplica la capacidad de los microprocesadores y al mismo tiempo desciende el precio de los #equiposelectrónicos, lo cual permite que sean más accesibles al público. Esta ley se ha cumplido al pie de la letra en las últimas dos décadas y refleja el hecho de que los seres humanos disfrutemos #avancestecnológicos de manera constante; sin embargo, este bien lleva consigo un efecto muy negativo para el mundo: el aumento constante de basura #tecnológica.
Este incremento en los desechos se debe a que la #electrónica e #informática se han convertido en productos de consumo masivo en la sociedad occidental, además con una tendencia creciente a usar y tirar. No es solo que cada vez compremos más gadgets, sino que duran menos. Roxana Bassi y Susana Finquelievich, especialistas de la institución Links de Estados Unidos, revelan que solo en los últimos siete años unos 315 millones de computadoras han quedado obsoletas en aquel país, y estos desechos se traducen en mil millones de toneladas de plomo, 2000 de plástico y cientos de miles de toneladas de otros materiales tóxicos. Cada #computadora está compuesta por plástico (40%), metales (37%), dispositivos #electrónicos (5%), caucho (1%) y el resto minerales altamente nocivos para la salud y el #ambiente.
Ante este panorama, diversos países mundiales se han dado a la tarea de crear una industria del #reciclaje enfocada a este ámbito.
Recomendado por LinkedIn
La Comisión Europea promulgó en 2005 la directiva WEEE (Waste Electrical and Electronic Equipment) para establecer la forma en que estos aparatos debían ser tratados, restringiendo el uso de sustancias peligrosas en su fabricación y fomentando el reciclado del mayor porcentaje posible de sus piezas. Materiales como plomo, mercurio o cadmio, entre otros, están prohibidos desde julio de 2006. Por su parte, el Convenio de Basilea, firmado en 1944, ha intentado poner freno a la exportación incontrolada de residuos peligrosos estableciendo vetos y normas estrictas para su embalaje, transporte y eliminación. Pero las leyes, en muchos casos, están para saltárselas. Este convenio -que algunos países, como Estados Unidos, ni siquiera han firmado- no ha podido impedir que la exportación ilegal de tecno residuos todavía sea un negocio redondo para países donde los comerciantes cobran por recibirlos y luego sacan beneficios del reciclaje ilegal de las piezas.
De acuerdo con la compañía CYTIA, en la actualidad circulan en el mundo unos mil millones de teléfonos celulares, y cada año dejan de utilizarse unos 500 millones de ellos. Si a esto sumamos las pantallas de televisores, impresoras, cartuchos de tinta, discos compactos, videocaseteras, #cámaras y otros dispositivos electrónicos que anualmente quedan obsoletos, la acumulación de basura es colosal, y aún no hay una cifra exacta sobre la cantidad de residuos. ¿Cuál es la mejor manera de destruirlos sin causar daños al ambiente?
Lo cierto es que el #impactoambiental de los aparatos eléctricos y electrónicos, de los semiconductores, es brutal, y no puede seguir al mismo ritmo. Un cambio en el comportamiento general podría ser un remedio más eficaz que pensar en el reciclaje como un curalotodo: en el diseño que ahora tenemos los equipos no son reparables, ni siquiera se ha pensado en repararlos. Necesitamos un rediseño que permita actualizarlos, que puedan vivir mucho más y amortizar su impacto ambiental. Es un poco como la doctrina de Henry Ford; un auto para toda la vida y que fuera fiable. Habrá que volver a eso.