RELACIONES...nos llevan o tomamos el mando??
Es evidente que somos protagonistas y espectadores de una profunda transformación en todos los aspectos que componen la vida de la humanidad, los cuales se interrelacionan cada vez más íntimamente. Pero lo que en realidad me lleva a escribir esta nota es como se encuadran las relaciones afectivas en los tiempos que corren.
Las vanguardistas formas de comunicación que nos otorgan los avances tecnológicos ( que hoy nos llevan…) son utilizados tanto para generar, así como también para evitar vínculos, el problema es que muchas veces el narcisismo desmedido, encarcela la personalidad a la contemplación ajena, consecuencia de la excesiva necesidad de mostrarse, pero ese es otro tema…
El paradigma de que “somos la mitad una naranja en busca de la otra parte”, o la asociación del amor con el sufrimiento, aún sigue vigente en muchas culturas, aunque con algunas “modificaciones”, ya que este modelo, de encontrar “esa otra mitad”, implica, de alguna manera, una cierta pérdida de identidad, por lo tanto, hay una tendencia a apartarse del modelo con el que tanto éxito tuvieron los escritores y guionistas de tanta novela romántica. Como consecuencia de esto nace la gran mentira del “amor verdadero”, que contribuye al rechazo del modelo por temor al compromiso, por estar este, supuestamente asociado al dolor en lo cotidiano y se genera, por supuesto, la elección por el opuesto, sobre todo por parte de las generaciones más nuevas.
Las relaciones han dejado de ser una experiencia de aprendizaje amoroso, de trabajo “en equipo afectivo”, de manera coparticipativa y responsable, de creación fusionada para el crecimiento mutuo de transformación duradera, para darle paso a la “magia del amor” como la gran herramienta facilitadora para establecer un vínculo.
Si consideramos que vivimos en una sociedad donde lo efímero prácticamente ha reemplazado a lo permanente, y lo combinamos con esta “magia”, estamos en presencia de un fenómeno muy pronunciado en esta era, algo así como una especie de “zapping relacional”.
Recuerdo un paralelismo en una nota de Stephen Covey (especialista en crecimiento personal, autor de “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”), él dijo que "el reloj ha desplazado a la brújula"…
Esto significa que el primero marca el tiempo, pero no despeja ni determina una trayectoria y mucho menos una conciencia de donde y como estamos.
"En tu relación con cualquier persona pierdes mucho si no te tomas el tiempo necesario para comprenderla", advierte Covey, interesante inferencia para adoptar cuando se trata del amor en los tiempos de la velocidad.
Si bien el “reloj” no puede ser eliminado en la construcción de una relación afectiva, tampoco la “brújula”. La idea no es que una pareja solo perdure en el tiempo, sino de que lo realice asentada en un designio o proyecto común. Por tanto, la trayectoria en el tiempo de una unión, no es un valor en sí mismo ni se logra por arte de magia. Muchas parejas pueden “durar” por años, lo que no necesariamente implica la existencia de un consistente y profundo lazo de amor. Lamentablemente, se mantienen por convicciones religiosas o creencias familiares que no tienen el valor de transgredir; por mutuas o unilaterales conveniencias; o en definitiva, por una disfrazada cobardía de abandonar la “zona de confort” en la que se encuentran, para procurar una relación genuina y consistente apoyada en la madurez y la responsabilidad, decisión que obviamente, implica todos los riesgos que supone crecer.
Es ineludible tocar el tema de las diferencias, porque se encuentran incluidas en este proceso creador, como menester necesario de la edificación amorosa, teniendo en cuenta, obviamente, el respeto por el otro como individuo. Reconocer quién es el otro, reconocer cuáles y de que tipo son las diferencias que existen , darles el valor que tienen dentro de nuestro sistema de creencias, y evaluar si son susceptibles de un trabajo de pareja o resultan irreconciliables, demanda tiempo, atención, compromiso y presencia.
Desafortunadamente, son componentes inhabituales, en estos tiempos de hamburguesas compradas desde el auto, Internet de cientos de megas, “Llame Ya” y de todo tipo de compuestos en el record de ventas farmacológicas, para enmascarar la ansiedad, de la que el amor y los vínculos también son víctimas.
El concepto de que alguien se constituya en el “remedio” para nuestra felicidad, es a mi criterio un concepto romántico y arcaico y tendiente a desaparecer, ya que creo que como expuse anteriormente, colabora con la despersonalización, que históricamente y en tiempos no muy lejanos alcanzaba mayormente a la mujer, la cual generalmente obviaba su individualidad para fusionarse con los proyectos masculinos, aunque en los tiempos que corren este concepto ha tenido giros interesantes.
Creo que la idea de que “el otro debe saber lo que yo desconozco”, o “ser lo que yo no soy”, como idea de “complemento”, es un concepto perimido y necesario de ser reemplazado por la concepción de generar una relación adecuada a estos tiempos, sustentada en el respeto, el placer de la elección de estar juntos y sobre todo por la idea de individualidad, exenta de esa dependencia en la que se responsabiliza al otro de nuestro bienestar, para darle origen a una nueva forma de vivenciar el amor en el que la vida de pareja se propone como la unión de dos enteros y no la aproximación de dos mitades.
Por supuesto que esto solo es posible si hemos conseguido trabajar nuestra individualidad y para ello es necesario un tiempo de “soledad”, donde se establece un diálogo interno y descubrimiento de nuestras fuerzas personales, a mi entender y de acuerdo a mis vivencias, al percibir esto se abre la comprensión a las diferencias y creo que cuanto más está capacitado el individuo para vivir solo, tanto más preparado estará para una buena relación afectiva, la cual se asemeja mucho a estar solo, ya que nadie demanda nada de nadie y ambos crecen en una mutua aceptación.
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En lo que concierne al “amor por arte de magia”, si bien el crédito en su existencia está muy desarrollado y ha sido estimulado por diversos medios, en rigor de verdad, cuando se observan las experiencias amorosas duraderas y felices, es que el amor que las alimenta, ha sido una construcción constante, responsable, dedicada y consciente, un trabajo de día a día, de manera individual pero en conjunto y de una forma no siempre evidente ni dramática.
Y poder comprender que el vínculo no es más importante que los componentes de una relación, sino la resultante de un trabajo constante, fluido y comprometido.
Se puedo llevar la soledad con absoluta plenitud, cuando podemos “negociar” el estar solos con alguien, que al igual que uno, sea perfectamente capaz de vivir sin nuestra compañía, pero que elija quedarse…
“No te necesito para nada, pero te quiero para todo…”
Giselle Gaudin
Coach Ontológico
Acompañante en Biodecodificación
No debemos olvidar que solo el amor cura. ¡¡Que tema para seguir pensando!!