Renacer creativo: Cómo la transformación personal redefine el éxito fuera del corporativo
Erendira González

Renacer creativo: Cómo la transformación personal redefine el éxito fuera del corporativo

El 85% de los líderes corporativos afirman que la creatividad es esencial para enfrentar los desafíos de un mundo laboral en constante cambio. Sin embargo, estudios muestran que solo el 30% se siente preparado para aplicar ese mismo nivel de innovación en su vida personal. ¿Cómo podemos integrar esa capacidad creativa en nuestra propia transformación personal, y redescubrir un nuevo propósito fuera de los límites del corporativo?

El punto de inflexión: cuando la transformación se vuelve inevitable

Después de 30 años en Microsoft, el camino hacia la transformación no fue ni rápido ni sencillo. Durante ese tiempo, tuve la oportunidad de liderar proyectos estratégicos y ejecutar iniciativas que impactaron diversas regiones del mundo. Aunque estaba acostumbrada a enfrentar retos y diseñar soluciones innovadoras, el burnout había acelerado el momento de replantearme qué significaba el éxito para mí. Sabía que mi transformación era inminente y requeriría una nueva perspectiva.

Los expertos en creatividad, como Gabriella Rosen Kellerman y Martin Seligman (1), explican que el cerebro humano es increíblemente adaptable cuando se trata de resolver problemas. De hecho, existen varias formas de pensamiento creativo que pueden ayudarnos a superar momentos de incertidumbre, como la integración (ver cómo ideas aparentemente distintas pueden conectarse) o el pensamiento distal (imaginar escenarios completamente diferentes a nuestro presente). Estas herramientas mentales, aunque parecen abstractas, son aplicables tanto en la vida profesional como en los momentos de transformación personal, ya que permiten abrir nuevas perspectivas, reorganizar nuestras prioridades y crear caminos que antes parecían imposibles.

El vacío creativo y el miedo a lo desconocido

Como muchos profesionales que han dedicado su vida a estructuras organizacionales, me enfrenté a un gran miedo: ¿qué sucedería con mi creatividad fuera del entorno corporativo? Había pasado años resolviendo problemas complejos, desde diseñar alianzas estratégicas hasta desarrollar centros tecnológicos. Pero, ¿sería capaz de seguir siendo creativa fuera de esa estructura?

Había una sensación similar a la de enfrentarse a una habitación vacía o una hoja de papel en blanco. El terror de crear se apoderaba de mí en ciertos momentos. Pero, como muchos otros que han atravesado esa incertidumbre, comprendí que ese terror es solo una parte inicial del proceso. Como dice Michael Bungay, "con el tiempo, la creación se convierte en un cambio del pesimismo al optimismo, y ese espacio en blanco comienza a llenarse de posibilidades."

La creatividad no es un recurso finito, y las investigaciones sobre el cerebro muestran que cuando desconectamos de nuestras rutinas y nos permitimos explorar nuevos territorios, áreas del cerebro como la red en modo por defecto se activan. Esta red se asocia con nuestra capacidad para soñar despiertos, planificar el futuro y generar ideas innovadoras. Era evidente que necesitaba salir de mi entorno conocido para que esa chispa creativa pudiera florecer de nuevo.

El despertar creativo en Florencia

Lo primero que pensé al darme cuenta de que era momento de cambiar fue: "Quiero aprender a aprender de nuevo". Recordé el concepto de mente de principiante que había aprendido en mi curso de mente-cuerpo, inspirado por Suzuki Roshi: "En la mente del principiante hay muchas posibilidades, en la del experto hay pocas." Supe que necesitaba abrirme a esas nuevas posibilidades, y Florencia, la cuna de la creatividad, era el lugar perfecto para hacerlo.

Florencia fue mucho más que un destino; fue un renacimiento personal. La ciudad es un lugar donde la creatividad fluye en cada rincón, desde los monumentos renacentistas hasta los talleres de arte. Pasar un mes allí me permitió sumergirme en la historia del Renacimiento y ver cómo, siglos atrás, grandes maestros como Miguel Ángel trabajaban con una devoción total por su arte, pintando obras maestras como la Capilla Sixtina. Escuchar al director de una escuela de arte contar cómo en una bodega, decenas de personas colaboraban para conseguir el tono exacto de pigmento que permitiría a un artista realizar una obra de tal magnitud, me llevó a reflexionar sobre el nivel de detalle y compromiso que implica crear algo que trascienda.

Pero lo más transformador fue mi primer contacto con la arcilla. Mi cabeza explotaba cuando toqué la arcilla por primera vez: su temperatura, su textura. Hacer una mano, un ojo y una máscara fue surrealista. No podía creer que estaba ahí, con la mente en blanco, haciendo lo que había soñado desde niña. El maestro de escultura compartió su historia con nosotros, tan conmovedora que podría haber sido el aria de una ópera, y escucharle me hizo pensar que yo también estaba comenzando mi propio renacimiento.

Florencia es un lugar que te invita a cuestionarte y transformarte. Recuerdo los paseos por sus calles, guiados por un historiador cuya voz, con precisión y pasión, nos transportaba en el tiempo. Sus relatos nos sumergían en las épocas renacentistas mientras tocábamos las paredes redondeadas ocultas tras modernas fachadas. Sentir la historia en las yemas de los dedos era algo indescriptible, como viajar en una máquina del tiempo.

También fue transformador aprender de una maestra de cerámica que, en solo dos clases, nos enseñó a utilizar el torno para crear vasijas. Cada pieza que logramos producir estaba cargada de orgullo, no por su perfección, sino por las sonrisas que nos generaba el simple hecho de aprender algo nuevo. Y luego, el encuentro con un artesano de quesos, quien nos contó la dedicación con la que lleva su negocio familiar, un oficio transmitido de generación en generación, me hizo valorar aún más el amor por el trabajo bien hecho.

No puedo olvidar la visita al jardín de rosas, guiada por una mujer que ha cultivado esas flores con más cuidado y dedicación que muchos de nosotros ponemos en nuestras propias vidas. Ella nos explicaba cada variedad con una pasión tal que casi podíamos sentir el amor que le tiene a su labor, el tipo de entrega que me hizo reflexionar sobre mi propio camino y preguntarme si yo estaba amando lo que hacía desde ese mismo lugar.

Este mes totalmente inmersa en creatividad fue un regalo para mi "mente de principiante". Estaba feliz de volver a ser estudiante, de aprender lo que no sabía, de escuchar a maestros apasionados por su arte. Verlos en acción, en ese estado de flujo creativo, me recordó el poder transformador de la creatividad. Y Florencia, la cuna del Renacimiento, no solo inspira, te invita a renacer sin pretensiones, ofreciéndote la oportunidad de conectarte con lo más auténtico de ti mismo.

Volviendo a mi esencia creativa

Ese mes en Florencia no solo me permitió reconectar con mi creatividad, sino que también me enseñó a aplicar el pensamiento distal, que implica imaginar un futuro radicalmente diferente del presente. Al visualizar nuevas posibilidades para mí misma fuera del mundo corporativo, comencé a crear el espacio necesario para explorar caminos que antes no había considerado. El cerebro, cuando se le permite imaginar y planificar, activa áreas clave que fomentan la creatividad, como lo muestran estudios sobre la red en modo por defecto, que se activa cuando soñamos despiertos y reflexionamos sobre el futuro.

Al regresar a casa, decidí retomar mi práctica de coaching, aplicando muchas de las lecciones que había aprendido en Florencia. Lo que comenzó como una experiencia personal se transformó en una plataforma para ayudar a otros a descubrir su propio potencial. Mi creatividad, lejos de desaparecer, había renacido con un enfoque completamente nuevo.

Cultivar un espacio para la creatividad y la transformación

La lección más valiosa que aprendí es que la creatividad no tiene que estar limitada a un entorno corporativo o personal; es una herramienta que podemos aplicar a todos los aspectos de nuestra vida. Como líderes, es crucial reconocer nuestros puntos fuertes y cómo podemos equilibrar los diferentes tipos de pensamiento creativo en nuestros equipos y en nosotros mismos. La creatividad no solo resuelve problemas, sino que también abre puertas a transformaciones profundas.

Hoy, invito a aquellos que se encuentran en momentos de incertidumbre, preguntándose si su creatividad puede sobrevivir fuera de sus entornos actuales, a recordar que esta es una habilidad que puede expandirse y adaptarse. Ya sea en el mundo corporativo o en un viaje personal de transformación, cultivar un espacio creativo es clave para abrir nuevas posibilidades, no solo para nosotros, sino para las personas a quienes influenciamos.

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Eren.


Referencias (1) Gabriella Rosen Kellerman y Martin E.P. Seligman, Cultivating the Four Kinds of Creativity, Harvard Business Review, enero-febrero 2023.

Adriana Herrasti Coqui

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2 meses

Lo más importante es erradicar la creencia de que uno no tiene creatividad, el “yo llegué tarde a la repartición de…”. El ser humano es creativo por naturaleza. Brava Eren! Por darte la oportunidad 🙌🏼

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