Renovar el liberalismo
El semanario The Economist cumple 175 años. Se trata de una de las publicaciones más longevas e influyentes del mundo.
Y, a propósito de ese aniversario, lanzó “Un manifiesto para renovar el liberalismo”.
Este planteamiento coincide con el décimo aniversario de la Gran Crisis, que sacudió las finanzas mundiales a partir del 15 de septiembre de 2008.
Las bases del planteamiento de The Economist son dos. La primera es la creencia en que la visión liberal es la mejor doctrina política y económica que se ha producido en este mundo. Y la segunda es que ha entrado en una crisis, pues se ha vuelto complaciente con el poder; dogmática al pretender tener la verdad sobre el mundo y en alguna medida ciega al no darse cuenta de que sus recetas están siendo rechazadas en el mundo entero porque no han producido los resultados que prometían.
Los dos acontecimientos que claramente muestran este rechazo son el triunfo del Brexit y de Donald Trump, justamente en dos países que se pretendían ejemplo de los buenos resultados del liberalismo.
Y naciones como China, que están lejos de esa visión liberal clásica, se han convertido en ejemplos mundiales del éxito en la lucha contra la pobreza y el crecimiento económico.
En México, el llamado de The Economist es absolutamente pertinente.
Todavía hay un discurso oficial que insiste en todas las virtudes que las llamadas reformas estructurales trajeron consigo, sin entender que la estrepitosa derrota de las fuerzas políticas que respaldaban estas reformas fue el signo claro del malestar de la población que las rechazó.
En muchos lugares del mundo está entrando en crisis la visión que decía que la competencia y la globalización de la economía son la receta para la prosperidad, y que la democracia electoral es el sistema político que asegurará que se preserve ese sistema económico.
The Economist cita un ejemplo claro de que el liberalismo como se practica hoy ha acentuado la desigualdad: las más prestigiadas universidades de EU admiten más estudiantes que pertenecen al uno por ciento de la población más rica que los provenientes del 50 por ciento de menores ingresos. La razón es que las colegiaturas han aumentado 17 veces más que el crecimiento de los ingresos promedio.
De esos ejemplos puede haber muchos.
El manifiesto aludido señala: “los mejores liberales siempre han sido pragmáticos y adaptables”. Y refiere, como ejemplo, el caso de la lucha de Teddy Roosevelt contra los grandes barones de la empresa y sus monopolios, a principios del siglo pasado.
Los liberales –dice The Economist– deben dejar de perder el tiempo desacreditando a sus críticos y deben destinar más energía a reconstruir el paradigma, entendiendo por qué sus promesas no se han hecho realidad… sin culpar a la realidad por no ajustarse a su visión.
En México se necesita una nueva visión que ponga el acento no sólo en el mercado y la globalización, sino claramente en los efectos que deben tener las políticas públicas sobre la desigualdad y la pobreza.
Mientras se siga pensando que los electores se equivocaron el pasado 1 de julio y que pronto se darán cuenta de su error, se estarán creando las condiciones para que la visión liberal de la economía y la política quede más y más relegada en México, como un paréntesis fracasado de tres décadas en la historia del país.