Resiliente esperanza...
En estos duros tiempos que corren, caracterizados por una complicada cotidianidad llena de retos y desafíos hasta en las más simples tareas que nos corresponde afrontar a diario, es necesario recordar, rescatar y promover el valor de dos palabras fundamentales: resiliencia y esperanza. Jugando a combinar ambas, como se observa en el título de la presente reflexión, podemos pensar que la esperanza debe resistir en medio de las más adversas circunstancias como fuente de inspiración y de salud psicológica. Son necesarias dosis cada vez mayores de un optimismo realista que debemos inyectarnos frente a la desesperanza, la negatividad y la decepción. Hace falta una inyectadora de caballo, que nos permita suministrarnos considerables cantidades de este psicofármaco, para cumplir con tan necesaria labor. Por otro lado, el valor de ser resilientes nos convierte en héroes cotidianos que necesitan permanentemente automotivarse frente a tantas barreras que en infinidad de ocasiones nos impulsan a tirar la toalla. Dejar de luchar es comenzar a morir. La inactividad no nos lleva a ningún lado. Vale la pena el esfuerzo de autoexigirnos la ejecución de nuestras tareas con disciplina y tesón. Igualmente también es necesario dirigir parte de nuestra energía hacia el reenfoque de la realidad percibidad desde perspectivas distintas. Una óptica más sana que contribuya a mantener una mente saludable, ofrece tantos beneficios, que sería un enorme despropósito no invertir recursos cognitivos en tan valiosa tarea.