Resistencia a antibióticos, la nueva pandemia

Resistencia a antibióticos, la nueva pandemia

La ultima semana discutimos con los alumnos de la diplomatura de Economía de la Salud de la Universidad de San Andres el grave problema al que nos enfrentamos: la resistencia a los antibióticos. 

Los antibióticos y otros medicamentos antimicrobianos, se han utilizado durante los últimos 70 años para tratar a pacientes con enfermedades infecciosas. Desde la década del 40, estos fármacos han permitido reducir de manera efectiva la mortalidad provocada por enfermedades infecciosas. El uso de antibióticos ha sido beneficioso y, cuando se prescriben y se toman correctamente, su valor en la atención al paciente es enorme. Sin embargo, estos fármacos se han utilizado tan ampliamente y durante tanto tiempo que los organismos infecciosos a los que deben eliminar han desarrollado resistencias, por lo que estos medicamentos son poco o nada eficaces. 

En algunos casos, los microorganismos han llegado a ser tan resistentes que ya no hay antibióticos que sean eficaces contra ellos. La resistencia a los antimicrobianos genera una gran preocupación a nivel de la salud global por diversos motivos. Las infecciones por microorganismos resistentes no responden a los tratamientos habituales, lo que prolonga la duración de la enfermedad y aumenta el riesgo de muerte. 

Asimismo, la resistencia a los antibióticos reduce la eficacia del tratamiento, por lo que los enfermos persisten infectados por más tiempo, hecho que propicia la propagación de los microorganismos resistentes y el contagio a otras personas. Cuando las infecciones dejan de responder a los medicamentos de primera línea, hay que recurrir a fármacos más complejos, con el peligro de acabar agotando todas las posibilidades. Si seguimos con la tendencia actual, se calcula que para el 2050 las bacterias multiresistentes serán responsables de 10 millones de muertes en el mundo más que las causadas por cáncer. Y, sin embargo, la inversión actual en investigación sobre resistencia antimicrobiana es 16 veces menor que la de investigación en cáncer.

El uso inadecuado de los antimicrobianos es uno de los factores determinantes de la farmacoresistencia. A ello contribuyen el consumo abusivo, el uso insuficiente y la automedicación. Para conseguir que los pacientes estén informados de la necesidad de tomar las dosis correctas de los antimicrobianos apropiados es necesaria la intervención de los profesionales que los prescriben, los farmacéuticos, de la industria farmacéutica y de las instancias normativas. 

Por otra parte, el crecimiento en la movilidad de las poblaciones a nivel global permite que los microorganismos resistentes se propaguen rápidamente entre países y continentes lejanos. El reto es complejo y debe ser afrontado a nivel global, entre otros teniendo en cuenta la diversidad de los sistemas sanitarios de los distintos países. Otro aspecto importante a tener en cuenta es que el 70% del uso de antibióticos está destinado a animales y el 30% a humanos. Las bacterias que se vuelven resistentes en los animales pueden llegar a las personas. Por eso la OMS acuñó hace unos años el concepto One health (Una salud), porque los animales, los seres humanos y el medio ambiente no se pueden considerar compartimentos estancos no conectados. 

Ante esta dura realidad se van tomando medidas importantes para enfrentar el mal uso de los antibióticos. Por un lado, racionalizar su uso y evitar la diseminación de las bacterias resistentes. A pesar de estos esfuerzos, a la larga se necesitarán nuevos antibióticos. Las noticias con respecto a este punto no son muy alentadoras, en los últimos 30 años se han producido solamente dos nuevos antibióticos. Y el problema es que de los más de 40 que actualmente están en fase clínica, es decir, que se están probando en humanos, sólo hay uno que tiene un mecanismo de acción nuevo y que se pueda considerar realmente un nuevo antibiótico. El resto son derivados de antibióticos que ya existen. Hoy la industria no invierte lo necesario en la investigación de nuevos antibióticos porque carece de incentivos financieros para hacerlo

 Sin embargo, y ante esta realidad, la investigación básica en este campo es muy activa y hay muchas moléculas que son buenas candidatas a erigirse como nuevos antibióticos. El problema más relevante es que los ensayos clínicos para probarlas en humanos son muy caros. En la actualidad la generación de nuevos antibióticos es asumida por la industria farmaceútica. Algunas acciones para revitalizar la producción de antibióticos podrían ser aumentar el tiempo de patente para que no se produzcan antibióticos genéricos tan pronto y no bajen los precios del medicamento. También se podría plantear la posibilidad de cofinanciar los ensayos clínicos desde instituciones públicas. Otra medida interesante consistiría en cambiar la regulación de los antibióticos para agilizar el proceso de aprobación oficial.

En el contexto antes mencionado, la intervención económica y normativa del sector público puede ser una condición necesaria para cualquier solución sostenible. En esta dirección, durante la última década, la OMS ha dirigido un debate cuyo objetivo es encontrar una solución a esta problemática. Hace años se presentó un Plan Global para combatir la resistencia antimicrobiana que reclama la intervención pública para asegurar que haya I+D para antibióticos. ¿Cuán lejos estamos de pensar en la posibilidad de participación del sector público?.

Kato Mastai MD, Ph.D

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