RICARDO ANAYA Y EL JUICIO SOCIAL
🖊 Jueves de columna
El enriquecimiento de Ricardo Anaya, Presidente Nacional del PAN, es socialmente inexplicable y sospechoso; me refiero a que más allá de si logra ganar o no la guerra mediática con el gobierno federal, creo que la sociedad se quedará con la percepción de que es muchísimo patrimonio, hecho en muy pocos años, y con un fuerte olor a tráfico de influencias y beneficios obtenidos al amparo de los puestos públicos que ha ocupado.
Vaya, en el imaginario colectivo, tenemos claro que ningún empresario se hace rico tan rápido; y por eso luce extraño que don Ricardo, que ni siquiera es empresario, sino un político muy joven, sí lo haya logrado de forma meteórica.
Me parece que todo este asunto de su fortuna, que ya tiene varios meses en la agenda mediática, tiene al otrora joven maravilla mucho más dañado de lo que parece.
Considero que el desgaste ha sido mayúsculo, pero como aún conserva gran poder al interior de su partido, y como dispone de amplísimos recursos y estructura institucional para defenderse, el detrimento a su figura aún no se aprecia en toda su dimensión.
Si Ricardo Anaya saltará del barco de Acción Nacional y se embarcara como candidato a cualquier cosa, creo que quedaría desnudo ante la opinión pública, y sus pecados se magnificarían. En política, la percepción es fundamental, y bueno, este es un tema en el que la sociedad ya tiene un veredicto; usualmente, como colectividad, dictaminamos que lo que parece, es.
Ricardo Anaya es valiente y osado, ni duda cabe, pues no solo ha pasado por encima de muchos políticos experimentados, sino que ante la embestida mediática del gobierno federal, siempre opta por doblar la apuesta y contraatacar con cuanto tiene a la mano, nomás no se repliega ni tantito. Incluso, por momentos, hasta pareciera que gana algunas de las batallas. Es muy hábil para torcer las cosas a su favor, no tiene ningún límite.
Pero insisto, en cuanto deje la investidura actual, en cuanto se exponga socialmente, si lo hace, se verá realmente qué tan lastimado quedó. Su escribidor opina que mucho, que al nivel de Roberto Madrazo en 2006 y años posteriores, de escala impresentable pues.
La diferencia, quizás, es que Madrazo culminó su carrera política con ese desprestigio, una carrera de toda la vida; mientras que Anaya, que no ha cumplido ni 40 años, apenas empezaba la suya.
Es innegable, por el crecimiento político que logró en tan pocos años, que se trata de una persona muy inteligente, tanto, que se consideró superior a todos los demás, y entonces sembró el camino de cadáveres, convirtiéndose él mismo en su peor enemigo.
Lo escribo porque en política, luego reviven los cadáveres, y usualmente con la memoria intacta.
Ricardo Anaya no jugó a construir una carrera política, sino a convertirse en el dueño absoluto de todo el poder en una sola maroma, lo que difícilmente se puede lograr, pues la política es un sistema de balances y contrapesos, un sistema que muy difícilmente se deja agandallar.
El riesgo de don Ricardo es que la maroma no le salga, tal y como parece que no le saldrá, y entonces quedará sepultado por su osadía, y con el riesgo de llevarse al PAN consigo.
¿Le alcanzará a este joven para reinventarse, tendrá la astucia para salir con el rostro lavado del lodazal en el que se encuentra, o estamos ante el Roberto Madrazo de 2018?
Usted cómo la ve.
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted.