ROMA NO FUE CONSTRUIDA EN UN DÍA

El valor del proceso y la confianza en el mismo


Toda época histórica tiene sus claros y oscuros. De nada vale caer en la creencia de que todo tiempo pasado fue mejor. Los movimientos históricos en general, artísticos y en la educación —entre otros tantos— pendulan de lo clásico a lo moderno a medida que cumplen sus ciclos, cayendo luego de sus auges, en declive, lo cual nos recuerda que ningún extremo es bueno.

Pero, en una época donde nos vemos víctimas de la inmediatez, nos cuesta entender que aún hay aspectos de la vida que requieren tiempo, dedicación, esfuerzo, paciencia y confianza. Aspectos que nos atraviesan, nos interpelan y hacen entrever nuestras vulnerabilidades: vínculos laborales, amorosos, de amistad, y el desarrollo de nuestros hijos, entre otros.

Entonces, se hace necesario pensar que en este caso sí podemos recordar que antes el tiempo era menos rápido, que las instituciones tenían nuestra confianza y que los procesos se respetaban y valoraban.

Como padres y educadores, el efecto de la inmediatez nos desafía porque cuando de educar niños se trata, casi nada es inmediato. La educación de un hijo lleva una vida; y la de un alumno, una escolaridad.

Cuando un niño enfrenta una situación que lo desafía en el colegio, necesariamente tenemos que acercarnos, padres y educadores, para acompañar a ese niño en su proceso. Un proceso que, largo o corto, llevará mínimo días, tal vez meses y, por qué no, años. Pero si no nos comprometemos con el proceso y desconfiamos del mismo debido a que estamos acostumbrados a ver resultados de inmediato, entramos en un estado de ansiedad inevitable y entendible, porque no vemos cambios.

A veces los cambios son notorios y visibles de inmediato; a veces los cambios son internos y con el tiempo, de un segundo al otro, se hacen visibles. Pero nadie sabe cómo va a ser el proceso. Nadie sabe cuánto va a durar. Nadie sabe si efectivamente tendrá un resultado positivo o si tendremos que volver atrás, volver a evaluar y volver a pensar en lo mejor para ese niño. Pero todo esto necesita tiempo. Tiempo y confianza.

Tiempo para reflexionar sobre lo sucedido. Tiempo para planificar y luego evaluar el accionar. Tiempo para que el niño incorpore y naturalice lo que tiene que aprender o desarrollar. Tiempo para que las intervenciones surtan efecto.

Confianza en el niño. Confianza en los adultos que lo rodean. Confianza en el conocimiento. Confianza en el proceso.

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