Rosario
Bernadette Souburious (mejor conocida como Santa Bernardita de Lourdes) hablaba occitano, el lenguaje que usa “oc” para decir que sí y es la lengua de los cátaros. Ella no le decía “vírgen” a la vírgen de Lourdes, le decía Aquero, “aquello” que se le apareció en una gruta y le contó elevados conceptos de inmensa profundidad.
Intenté encontrar alguna grabación de su voz hablando el Mensaje en su idioma original pero no tuve suerte. Sin embargo, el tío Google me regaló algo muy interesante. Me guió a un libro escrito por una pareja semi-budista que hablaba sobre la historia de los rosarios católicos y que en su narración incluía un ensayo sobre el concepto de la inmaculada concepción presentado a Bernadette Souburious que cimbró bastante a las jerarquías católicas de aquellos tiempos.
Ese susurro, apenas relacionado con lo que yo buscaba, fue suficiente para picar mi interés y revisar qué otras cosas venían en el libro, ya que aunque los rosarios se me hacen cosas aburridísimas, ahora que recién entré al mundo Conchero durante una velación mi capitán me dió una referencia al rosario que me lo hizo más interesante.
Con muchísima resistencia comencé a leer el libro y en lugar de encontrarme una historia lerda y sanitizada sobre las cuentas y los rezos leí a los autores confesando que su devoción a rezar el rosario fue iniciada por la vírgen de Guadalupe (¡!) y al ser no creyentes su camino hacia el rosario fue muy parecido al mío con varios conceptos ajenos a mi crianza; fue una senda llena de magia, cosas “fortuitas” y mucha, mucha experimentación.
Durante mi proceso de recibimiento en la danza Cochera conocí a Justi, una indígena de la sierra norte de Puebla hablante nativa del náhuatl que entre los múltiples dones que comparte tiene el de rezar rosarios para los recién fallecidos.
Justi fue la modista que hizo mi primer atuendo Conchero y en una visita que le hice mientras lo terminaba una persona le fue a pedir que fuera ella quien dirigiera el rezo para un pariente. Ella explicó un poco lo que hacía durante el rosario y en esa plática noté aún más las similitudes de ese rezo con el proceso de velación Conchero.
Le confesé mi curiosidad a Justi y ella me contó de su sentir, de su relación con el rosario y ablandó un poco mi corazón hacía tomarlo como una práctica.
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Sin embargo, los pocos rosarios en los que he estado presente han carecido de significado en mi vida; por eso es que la idea de andar repitiendo mantras chillones e ininteligibles como viejita huelepedo de iglesia no era algo que me emocionara. Algo en esa imagen mental me daba muchísima repugnancia.
No es la primera vez que entro en un proceso de este tipo así que ya sé que para conducirlo lo mejor es acercarse de manera dulce, lenta y delicada. Puse encima de mi cabecera un rosario gigante que me dio mi padre hace años y guardé en mi bolso el único rosario que tengo, un regalo que unos amigos me trajeron de Montserrat porque recordaron el afecto que le tengo a esa Madonna negra por recibirme en su casa y además guiar a un buen amigo fuera de un embrollo muy fuerte.
Dejé de leer el libro por muchas semanas y cuando lo retomé tenía menos resistencia a rezar el rosario pero igual cantidad de aversión a hacerlo de la manera “usual”. Permití que la incomodidad y la repulsión se manifestaran en mi cuerpo y las dejé ser hasta que una idea se formó. Más que idea fueron preguntas:
¿Cómo se reza el padrenuestro en náhuatl?
¿Cómo se reza el avemaría en náhuatl?
En ese idioma sí tenía sentido para mí hacer esas repeticiones porque serían en un lenguaje de tierra, de Mi Tierra, de mis ancestros y de los llamados a aprender ese idioma que me llegan al corazón. Lenguaje de flor y canto, de rezo, de transformación de palabras en flores y viceversa, justo lo que es un rosario.
En dos patadas encontré una traducción que se sintió adecuada y después de ajustar y sintonizar mi vehículo ahora me siento más lista para dar el “oc”, el sí a ese rezo y comenzar mi conexión con Aquero.