Ruidos y Nueces/ Clima electoral

Ayer se votó con lluvia y frío en Jujuy, donde estuvimos durante una semana. 

Por las angostas calles de los pueblos de la Quebrada apenas pasaban los autos desde donde las propaladoras vociferaban los nombres de los postulantes de uno u otro partido a los cargos legislativos en Jujuy. La voces grabadas que giraban por el pueblo incluían música pegadiza entre promesas grandilocuentes, así que había un momento de canturreo espontáneo -hasta un bailecito- entre los obligados oyentes antes de que, por fin, se alejara el ruido y volviera el silencio y la realidad. 

Las paredes estampaban nombres y siglas, los locales partidarios preparaban banderines y caravanas. En una esquina de Uquía, dos chicas repartían boletas “del Gobernador” sin saber nada de política. 

Pero nadie hablaba de la votación. Las conversaciones con emprendedores, comerciantes y habitantes del lugar iban, sin aspaviento, a las dificultades de la caída del consumo, a los litigios por la propiedad de la tierra, a la falta de incentivo para ofrecer nuevos empleos y al crecimiento oceánico de la informalidad. También encontramos empuje y, en cierta manera, optimismo al comentar los emprendimientos surgidos durante la pandemia, la generalización de Internet que acercó a localidades y personas alejadas, las alianzas o cooperaciones que se forjaron ante la necesidad.

La política, bien gracias: a miles de kilómetros de sus intereses: “El Gobierno es donde se trata de conseguir un puesto para asegurarse un sueldo -dijo uno-, pero no sirve para nada más”.

Mientras, en las fincas se apuraban las últimas cosechas antes del invierno, en las plantas industriales se intentaba recuperar el ritmo que la cuarentena había mermado y los comercios sobrevivientes aguzaban el ingenio para atraer el consumo.

En esos días previo a las elecciones, el clima era templado, el sol bañaba generosamente las laderas multicolores y alegraba las charlas. El frío llegó el día de la votación.