RUPTURA RELACIONES
“La persona de la que nos separamos no es la misma a la que nos unimos”
Con demasiada frecuencia, tendemos a quedarnos con una idea de la persona con la cual hemos terminado nuestra relación de una forma traumática, con el motivo final que nos ha llevado a ello.
El hecho puede ser algo muy concreto y puntual que se produce en un periodo muy corto de tiempo o algo que se ha ido gestando a lo largo de nuestra relación.
Es bastante normal oír al que ha decidido terminar la relación algo parecido a “me equivoqué … fue un error… debí haberlo visto antes … no era la persona que yo había imaginado…, etc.”
Deberíamos hacer un esfuerzo por recordar los inicios de la relación. Sin duda fueron momentos bonitos. Tal vez hermosos. Quizá hasta mágicos.
Esa frase expresa una verdad profunda sobre la naturaleza de las relaciones y de las personas mismas: todos estamos en constante cambio. Con el tiempo, las experiencias, las vivencias y el crecimiento personal transforman a cada individuo, a veces de manera sutil y otras de forma evidente. Esta transformación puede afectar tanto a cómo vemos al otro como a cómo ellos nos ven a nosotros.
Cuando decimos que "la persona de la que nos separamos no es la misma a la que nos unimos", estamos reconociendo que en algún punto esa persona cambió, o nosotros cambiamos, o ambos lo hicimos.
Tenemos que pensar que, en cada etapa de tu vida, aparece la persona que nos corresponde en ese momento.
A veces sucede que, cuando ya no hay ningún motivo para seguir con esta relación se ha creado un vínculo tan fuerte, bien emocional o legal, que nos hace muy difícil romperlo.
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Cuando esto sucede, lo que un su momento fue positivo, se convierte con el paso del tiempo en algo que puede acabar haciendo mucho daño a ambas personas.
El cambio es una constante en la vida. Nuestras experiencias moldean nuestras perspectivas, intereses y prioridades, lo que puede transformar las conexiones que alguna vez nos unieron. Las relaciones, como las personas, evolucionan, y no siempre siguen el mismo camino con el tiempo.
Tal vez, al inicio de la relación, compartíamos ideales y visiones del mundo que, con el tiempo, dejaron de ser compatibles. Y eso no es algo negativo; simplemente refleja el crecimiento natural y único de cada persona.
Así pues, las expectativas y proyecciones iniciales son otro componente importante. Al principio de una relación, tendemos a idealizar a la otra persona o a ver solo las partes que son compatibles con nosotros. Esto no significa que los demás nos engañen, sino que interpretamos lo que vemos desde nuestras necesidades y deseos del momento. A medida que conocemos más a alguien y vemos todas sus facetas, nos damos cuenta de que la persona real es diferente a la idealizada o proyectada, lo que puede generar desencuentros y decepciones.
Luego están las circunstancias externas e influencias. La vida nos enfrenta a cambios, pérdidas, éxitos y retos, que afectan cómo percibimos nuestras relaciones y a las personas en ellas. Quizá la persona con la que compartimos tanto cambió debido a circunstancias externas que transformaron su forma de ver el mundo, o nosotros mismos nos volvimos diferentes. Esto puede hacer que ya no seamos compatibles de la misma forma que antes
No todas las parejas están destinadas a durar para siempre. Algunas personas llegan a nuestra vida en momentos específicos y nos acompañan durante etapas importantes, pero con el tiempo, seguimos caminos distintos. Esa persona con la que nos unimos fue significativa en un momento determinado, y aunque cambie, el valor de lo compartido permanece, pero no necesariamente la conexión activa.
La frase también refleja la importancia de aceptar que el cambio es inevitable. Muchas rupturas en las relaciones suceden cuando resistimos esta idea, cuando queremos que la persona que conocemos siga siendo la misma o que cumpla con las expectativas que alguna vez proyectamos sobre ella. Reconocer que todos cambiamos, incluyéndonos a nosotros mismos, puede ayudarnos a tener una visión más compasiva y realista sobre las relaciones.
Aceptar que la persona de la que nos separamos no es la misma a la que nos unimos nos permite honrar la relación por lo que fue, sin quedarnos atrapados en la frustración de lo que ya no puede ser. De esta forma, valoramos los buenos momentos y las lecciones que ambos nos llevamos, a la vez que nos liberamos para construir nuevas relaciones que reflejen quienes somos en el presente.