Séneca para los días laborables

Séneca para los días laborables

Que me perdonen los cordobeses, pero tengo que reconocer que Séneca no es santo de mi devoción. Hay en él una combinación de resignación, aristocratismo complaciente con el poder y falta de emoción y empatía hacia los demás, que lo sitúa muy lejos de mis inclinaciones.

Sin embargo, en la biblioteca familiar siempre ocupó un lugar estelar el antiguo ejemplar de Ediciones Austral de los «Tratados morales» de Séneca que perteneció a mi padre. Entre sus páginas aún se conservan unas hojitas de papel muy fino, casi translúcido, que recogen las notas manuscritas que él tomó durante su lectura en enero de 1958. Esta es la magia del papel. Dudo mucho que dentro de unos años los soportes informáticos me permitan leer los libros digitales de hoy, pero las reflexiones de mi padre me llegan, nítidas e intactas, en unas octavillas ocultas entre las páginas gastadas de un libro, sesenta y seis años después de ser escritas.  

Mi padre se formó una opinión sumarísima sobre el libro: «Algunas ideas muy interesantes. […] El hombre feliz es el que ejercita la virtud por difícil que sea. La satisfacción interior es la verdadera felicidad. Esta es la idea fundamental (estoicismo), interesante, pero insuficiente, limitada».

Para mí el principal problema de Séneca es que sería de los que piensan que la vida es un valle de lágrimas, si no fuera porque la expresión de sentimientos de un modo tan visible como es el llanto resulta poco decorosa. En realidad, para él, lo único decoroso es la virtud del sabio, entendida como la capacidad de sufrir, sin perder la paz interior, las vicisitudes de la vida. 

No discuto que la lectura de Séneca pueda ayudar a tomarse el día a día con mayor fortaleza y serenidad, y eso no es poca cosa, pero no creo que sea una inspiración realmente útil para el ejercicio del liderazgo, al menos para mí. Se me hace demasiado triste y aristocrático, demasiado alejado de mi longitud de onda como para hacerme vibrar por simpatía. Pero es verdad que, a veces, los aprendizajes se obtienen no por el acuerdo, sino más bien por la oposición. 

«No haré cosa alguna por la opinión, las haré todas por la conciencia». Formulando esta idea a mi manera, diría que uno de los grandes atributos del líder es la autenticidad, el ser fiel a su forma de ser, a sí mismo, a sus principios y criterios. Por supuesto que debe escuchar opiniones diversas y estar dispuesto a cambiar de posición ante nuevas perspectivas o evidencias, y más aún evitar el dogmatismo o la creencia de estar en posesión de la verdad, pero la razón última para la toma de una decisión debe ser su íntima convicción, su conciencia. Ser abierto y flexible no significa ser acomodaticio, aviniéndose con facilidad a las opiniones de los demás para evitar las situaciones difíciles o simplemente por carecer de una propia.

Conviene comprender las etapas de la vida, «no esperando a que te dejen los negocios, sino dejándolos tú». O, dicho de otro modo, es una virtud saber retirarse a tiempo. La resistencia a abandonar una posición de responsabilidad cuando ha llegado el momento de hacerlo puede responder a considerarse injustificadamente insustituible, o a que no se sepa qué hacer con el tiempo libre, ignorando que la actividad extraprofesional o «posprofesional» puede ser, al menos, igualmente gratificante y útil para la sociedad. Séneca, al hilo de la reflexión sobre cuándo dejar los negocios, lo dice con gran elegancia: «Conviene hacerlo cuando te trajere la suerte a tiempo menos tratable para la república, para que con el ocio y las letras la ayudes más».

«El tiempo huye si no le ocupas». En pocas materias es tan convincente Séneca como en la exhortación a aprovechar el tiempo. Esta es, por supuesto, aplicable a cualquier persona y a cualquier orden de la vida, pero de forma especial al liderazgo. Ocupar una posición de responsabilidad es eso, una responsabilidad, de la que hay que extraer el mayor valor posible. El liderazgo está irreconciliablemente reñido con la indolencia.

«Mucho es lo que los hombres quieren y esperan de ti.  Si querías que todo te fuese lícito, no habías de haber atraído a ti los ojos de todos». Séneca formula así su forma de entender la ejemplaridad en el grado extraordinario al que está obligado el líder (o, como él lo llama, el sabio o el príncipe).

No olvidemos que Séneca tuvo una ocasión única de actuar como tutor de un príncipe: durante catorce años formó parte del círculo más íntimo del emperador Nerón, alcanzando el consulado, ejerciendo una gran influencia política y amasando una de las mayores fortunas del imperio. En un reciente trabajo [1], Javier Gomá repasa la figura de Séneca, incidiendo en la falta de ejemplaridad del filósofo, que se enriqueció a pesar de predicar el menosprecio hacia la riqueza, y que, como educador, consejero y amigo de Nerón, «se mantuvo a su lado como testigo o quizá cómplice de algunos de los actos más atroces de su pupilo». Gomá cita a Dion Casio cuando dice, a propósito de Séneca: «No fue este el único ejemplo en el que su conducta se había mostrado diametralmente opuesta a las enseñanzas de su filosofía». Por tanto, en lo que se refiere a ejemplaridad, bien podemos decir que Séneca fue un auténtico antiejemplo. 

«Alarga asimismo la memoria […] en alguna obra de tus escritos». Sé que en este punto estoy bastante alejado del signo de los tiempos, pero no me cansaré de recomendar a los líderes que dediquen algún tiempo a escribir. Escribir no solo alarga la memoria, como dice Séneca, sino que proporciona nuevos canales para compartir un propósito y un punto de vista sobre los retos a los que hacemos frente. Además, escribir es pensar despacio, y la ocasión de reflexionar es algo de lo que nunca está sobrado un líder.

Dado el tono algo crítico de este artículo, quisiera acabar con una nota positiva sobre Séneca. Como dice Gomá, «Si hubo contradicciones en su vida anterior, las redimió al final, [por] la serenidad que demostró en el trance de su muerte», cuando fue obligado por Nerón a quitarse la vida. Y, más allá de esas contradicciones, leer a Séneca siempre es un ejercicio jugoso y alentador. 


[1] El estoicismo romano. Séneca, Epicteto, Marco Aurelio. Javier Gomá, Carlos García Gual y David Hernández de la Fuente, Arpa (Barcelona, 2024). 

Berta Fuertes Ferragut

Directora Fundación Consejo España-Brasil|Fundación Consejo España-Colombia|Fundación Consejo España-India | FC España-Perú

1 h

“Escribir es pensar despacio” 😍

Hugo Arroyo

Director Altamira LNG Terminal

3 semanas

Muchas gracias por estas reflexiones, absolutamente enriquecedor!…. Gracias!

Tomas Arrieta

Ingeniero y directivo en sector de la Energía ▶️Proyectos de internacionalización ▶️Planificación y Recursos | Profesor universitario ✦ PhD 🎓 ✦Presidente de ACTIVOS de GRAN EXPERIENCIA

3 semanas

Comenzar las transiciones vitales a tiempo es sabiduría para vivir a conciencia y con propósito. Gracias Arturo por compartir tus reflexiones.

Manel Cara

Gerente en Setegar

4 semanas

Pues a mí Diálogos de Seneca me encanta.

Javier Márquez

Apoyando el crecimiento de personas y empresas mediante acompañamiento, mentorazgo, consultoría y dirección fraccional o interina.

4 semanas

Gracias Arturo. ¡Para no gustarte Séneca, le has sacado mucho valor! Tu post me inspira para buscar y leer la obra, que no he leido. Creo que el estoicismo tiene mucho que enseñar a nuestro tiempo (más allá de modas e interpretaciones superficiales de influéncers que lo devalúan).

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