Síndrome de la cabaña
Después de seis meses de confinamiento obligado, tiene quince días que regresé a la actividad presencial. La verdad es que regresé con algo de miedo y quizás un poco más forzado por las circunstancias, mas que por estar convencido de ello.
Había algo que me decía que era necesario volver, que ya era tiempo, pero también había una fuerza que me retenía y me hacia regresar. Esta acción la estuve desfasando varias semanas, hasta no tener de otra.
Mi primera cita con cliente, se dio en una oficina en la que habíamos siete personas. Todas con cubrebocas y manteniendo el distanciamiento social y por lo que platicamos, todos con la misma sensación: por un lado, cierto temor sobre si estábamos o no, actuando de forma correcta y por el otro, unas ganas enormes de quitarnos el cubrebocas y volver a los tiempos, en los que el contacto físico predominaba.
Platicando con ellos, concluíamos que existe un temor generalizado por la inseguridad para regresar al trabajo y a la actividad profesional, que había mucho estrés y ansiedad por la probabilidad de contagiarse y llevar el virus a sus casas.
Alguien de ellos, hizo referencia a que este fenómeno ha sido nombrado como el “síndrome de la cabaña” y yo, por supuesto, que no me quedé con las ganas de saber de qué se trata, lo investigué y esto fue lo que me encontré: