SELECTIVIDAD, PENSAMIENTO CRÍTICO Y CREATIVIDAD

SELECTIVIDAD, PENSAMIENTO CRÍTICO Y CREATIVIDAD

«Todo lo que se llama estudiar y aprender no es otra cosa que recordar».

Platón (427 aC-347 aC).


El Gobierno ha aprobado recientemente los criterios comunes del nuevo modelo de la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), que se irá implantando progresivamente a partir de junio de 2025, y que viene a sustituir la antigua Selectividad también llamada Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU),

La nueva selectividad, al parecer implicará un cambio evaluador importante, puesto que para la resolución de las pruebas, el alumnado deberá demostrar creatividad, capacidad de pensamiento crítico, reflexión y madurez.

La opinión publicada ha entendido, desde un prejuicio tan ampliamente arraigado como erróneo, que con el nuevo criterio de evaluación se pretende evitar el, mal llamado, aprendizaje memorístico.

Una vez más debo insistir en la problemática de lo que llamo una preposición indecente. Por supuesto que aprender de menoria es de total ineficacia (el ejemplo tan manido de la lista de los reyes visigodos...), sin embargo, no existe otra forma de adquirir conocimiento que no pase por apreder con la memoria.

Me permito remitir al lector de este post a un artículo anterior, por si desea abundar en el tema:

En este sentido, el sabio filósofo y pedagogo, José Antonio Marina, afirma que: «Tenemos que festejar y reivindicar la memoria. Gracias a ella podemos aprovechar la experiencia propia y ajena. Es la que nos permite ampliar nuestras posibilidades.»

A continuación, adjunto tres «conversaciones» con sendos celebradísimos libros del propio JAM (La educación del talento -2010-, La inteligencia que aprende -2015- y Objetivo: Generar talenro -2016-), donde se encuentran algunas de las bases científicas mediante las que, quien suscribe estas líneas, va a intentar, en el presente post, ofrecer una mirada científica (y acaso provocadora) de cómo enseñar pensamiento crítico y fomentar la creatividad. Ambos proyectos son, sin duda, bien intencionados, pero lamentablemente, en muchas ocasiones, se pretenden implementar a partir de un desconocimiento profundo de la neurología del cerebro humano.

Elogio y reivindicación de la memoria

«El talento se basa en la gestión óptima de la memoria».

José Antonio Marina

La nueva selectividad parece estar diseñada a partir del encomiable intento de dar respuesta a la principal queja de los actuales profesor@s universitari@s: «L@s alumnos de hoy en día que entran en la Universidad no saben pensar».

Se solapan dos concepciones. La primera es «entender», aquello que se estudia y no memorizarlo como haría un loro; y la segunada, es carecer, o no hacer uso, de la capacidad analítica.

El eminente Dr. Carles Grau Fonollosa (neurocientífico y profesor honorífico de la Facultad de Psicología, ex Director del Laboratorio de Neurodinámica del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la Universitat de Barcelona), en este sentido, es tajante al afirmar que nuestro cerebro solo aprende de una manera, y que todo lo demás (desde las inteligencias múltiples de Howard Gardner, a los estilos de aprendizaje -visual, auditivo y kinestésico- propuestos en 1978 por Rita y Kenneth Dunn) son mitos que no solo no son ciertos, sino que, en la medida en que se los crean alumn@s, maestr@s y profesor@s, pueden resultar contraproducentes.

«Entendemos -dice- con la memoria de trabajo, y recordamos gracias a la memoria de largo plazo (MLP).» Aquella información que no se consolida en esta última memoria, no se convierte en verdadero conocimiento y, en consecuencia, no la hemos aprendido.

El Dr. Grau Fonollosa suele remitirse a las interesantísimas aportaciones de la Dra. Barabara Oakley a la ciencia del aprendizaje, autora de un famoso esquema sobre la MT.

Y nos recuerda que l@s docentes debemos tener muy presentes las leyes que rigen la MT.

La primera establece que, de media, solo puede manejar 4 ítems de información a la vez, y la segunda, que debemos presentarle los citados ítems en fila india, es decir, de forma secuenciada.

De manera, que la MT se erige en el embudo a superar para que la información pueda llegar a la MLP y convertirse así en auténtico conocimiento. En cuanto saturamos la MT estamos perdidos: ni entendemos, ni aprendemos.

Sin embargo, nuestra MT tiene una estrategia innata para ser más eficaz: recurrir a la MLP para conferir significado a los inputs que recibe. El conocimiento, lo previamente memorizado, libera MT y nos facilita la comprensión. He aquí el círculo virtuoso de nuestra inteligencia. Aquellos ingenuos que creen que no es importante tener conocimientos, pues todo se halla en google, aquellos que piensan que memorizar no ayuda a entender (o a ser creativos), ignoran que sin una MT liberada (como nos libera la calculadora, o el procesador de textos) a los seres humanos nos cuesta mucho entender y dar significado (es decir, aprender) aquello que estamos estudiando.

En definitiva, debemos llenar nuestra MLP de cuantos más conocimientos implícitos (es decir, inconscientes) mejor para evitar la saturación de la MT, que es el lugar desde donde entendemos, aprendemos, reflexionamos, resolvemos problemas y tomamos decisiones, o sea, todo aquello que le es inherente a nuetra inteligencia ejecutiva.

Cómo fomentar el pensamiento crítico

«Lo que llamamos conocimiento no es más que lo que hemos aprendido del mundo. Tu conocimiento es el modelo del mundo que reside en tu neocórtex».

Jeff Hawkins

Jeff hawkins, autor del libro Mil cerebros: una nueva teoría de la inteligencia (2023) es un investigador peculiar, porque no desarrolla su labor científica bajo el paraguas de una Universidad, sino en el seno de una empresa privada, Numenta, de la que es cofundador. Ha desarrollado una genuina teoría de la inteligencia, a partir de lo que él denomina columnas corticales, que, a pesar de diferir del concepto de redes neuronales acuñado por el egregio médico barcelonés Joaquín Fuster y, más aceptado entre los neurocientíficos ortodoxos, no tiene porqué ser incompatible con este, e, incluso, según el sabio José Antonio Marina, puede resultar complementario.

Pues bien, en el primer capítulo de su extraordinario libro, Hawkins habla de los dos cerebros humanos: el «viejo» y el «nuevo», es decir, el neocórtex.

Si bien, en los humanos el neocórtex, representa el 70% del total y, es considerado la sede de nuestra capacidad de razonamiento, de pensamiento lógico y de la consciencia, en muchas ocasiones se halla supeditado a nuestro cerebro más primitivo y emocional, que se ocupa de controlar las funciones básicas de la vida, y cuya preocupación casi exclusiva radica en garantizar nuestra supervivencia, como individuos (instinto vital) y como especie (instinto de reproducción).

El neocórtex es el responsable de nuestros proyectos, objetivos, metas y sueños a largo plazo, pero nuestro cerebro antiguo es cortoplacista, de manera que cada uno de ellos a su manera pugna por imponerse: imaginen que mientras tratan de leer con comprensión el presente texto, tienen mucha hambre o sed, o cualquier otra necesidad fisiológica: les va a resultar sumamente difícil concentrarse. El viejo cerebro probablemente se impondrá y acabarán abandonando esta lectura. Ahora bien, imagínense que se hallan inmersos en plena operación bikini, y que su cerebro antiguo, hábido de azúcar, les reclama devorar un pastel. Si tienen una meta clara, adelgazar (o por lo menos no engordar), es posible e incluso probable que su neocórtex les conmine a saciar el hambre con un alimento más saludable y con menos calorías, y acaben haciendo lo correcto.

Pues bien, la respuesta a la pregunta «¿Por qué las personas que nos dedicamos a la docencia tenemos la impresión de que nuestr@s alumn@s no saben pensar?» está muy relacionada con esto: a corto plazo, dentro del aula y, en muchas ocasiones también fuera de ella, el cerebro antiguo de nuestr@s alumn@s, únicamente se siente motivado a sobrevivir y bloquea su neocórtex, que es el responsable de pensar, idear, aprender e imaginar. L@s alumn@s pueden estar personalmente interesad@s en aquello que les enseñamos. pero sus cerebros racionales, están secuestrados por objetivos relacionados con la supervivencia inmediata.

De modo que, aunque tod@s nuestr@s alumn@s ya sepan pensar de serie y en genérico, l@s maestr@s y profesor@s tenemos que enseñarles a pensar, dentro y fuera del aula, en concreto la materia o materias que les impartimos.

Echarle la culpa a l@s alumn@s de que no aprenden, estudian mal, o de que no se esfuerzan lo suficiente en pensar, etc., puede llegar a ser tan comprensible, como a menudo injusto, pero sobre todo resulta ser ¡ineficaz!, porque no contribuye en nada a mejorar, a nosotr@s los docentes, nuestras estrategias de enseñanza.

Una vez sabido que el cerebro no consciente («Sistema 1» de Kakneman o «Inteligencia generadora» de Marina) de nuestr@s alumn@s suele imponerse al cerebro consciente («Sistema 2» o «Inteligencia ejecutiva», respectivamente), la estrategia de instrucción adecuada es utilizarlos a ambos a la hora de instruir a nuestr@s estudiantes. En este sentido, enseñar a pensar (o enseñar a estudiar y a aprender) consiste en aprovechar el cien por cien de sus sesos.

No se trata, pues, de enseñar a pensar o a aprender, sino de facilitar dentro y fuera del aula el pensamiento y el aprendizaje de nuestros pupilos.

Cómo fomentar la creatividad

«La mejor forma de tener una buena idea es tener muchas ideas»..

Linus Pauling.

Es un sentir muy aceptado que el procedimiento creativo culmina con una iluminación que responde a un largo proceso de elaboración de la inteligencia generadora. Implícitamente, se ha concluido, que la buena ocurrencia, no llega tras un gran esfuerzo racional, sino de forma casual después de un período de descanso, en el que el inconsciente trabaja por nosotros. En este sentido, se cita al matemático Henri Poincaré (1854-1912) como inductor emblemático, ya que en su conferencia L’invention mathématique (publicada con el subtítulo emblemático de Comment on invente. Le travail de l’Inconscient), que dictó en 1908, afirmó que: «Dediqué mi atención al estudio de algunas cuestiones matemáticas en apariencia sin mucho éxito (…) Disgustado por mi fracaso, me fui durante unos días a la playa a distraerme con otras cosas. Una mañana, caminando sobre el acantilado, surgió de forma repentina, breve y certera, la idea». Por su parte, Carl Friederich Gauss (1777-1855) tras haber establecido el teorema de la teoría de números confesó que: «Hace dos días, lo logré, no por mis penosos esfuerzos, sino por la gracia de Dios. Como tras un repentino resplandor de relámpago, el enigma apareció resuelto.»

Lógicamente, no faltan los escépticos ante tal menosprecio del «gran esfuerzo racional». Por ejemplo, Howard E. Gruber (1922-2005), tras analizar los diarios escritos por Darwin, cuestionó que al naturalista británico la teoría evolucionista le viniese como una inspiración repentina (1984). Así, se pone en duda, que el trabajo febril de un inconsciente que incuba sea esencial en el proceso creativo.

Entre las anteriores tesis contrapuestas, se impone la síntesis de la inteligencia creadora a los dos niveles esenciales, citados más arriba: en el primero, que opera al margen de nuestra consciencia, se generan infinidad de ocurrencias; y en el segundo, el de la inteligencia ejecutiva, se las evalúa y selecciona.

Sin embargo, en el proceso creativo debemos conferir a la inteligencia consciente una misión ex ante fundamental.

Las buenas ideas, solo son posibles con la conjunción del nivel generador y del nivel ejecutivo de la inteligencia y, dado que segun José Antonio Marina y Carmen Pellicer en su manual para docentes titulado La inteligencia que aprende (2015) ...


...: «Somos la única especie que educa a sus crías», se impone el deber de educar conscientemente el inconsciente creativo origen de los insights.

Robert W. Weisberg, en su libro de título inequívoco, Creatividad: el genio y otros mitos (1987) ...

..., desconfía del testimonio de Poincaré,Gauss o Darwin, de quienes afirma que posiblemente no mintieron al atribuir sus descubrimientos a la inspiración divina, sino que se autoengañaron.

Weisberg acierta al expulsar del edén al genio inspirado para conferirle la naturaleza terrenal del artesano que trabaja duro. Lo mismo que el experto en psicología cognitiva, Stanislas Dehaene (2019), aclara que la diferencia entre el genio matemático y cualquiera de                  nosotros, radica únicamente en que el primero ha cultivado desde pequeño esta           disciplina.

El esfuerzo consciente, por lo tanto, debe realizarse previamente al proceso creativo, abasteciendo la memoria, que es el paradójico lugar desde el que se crea.  En este sentido, el matemático Enrique Gracián, en su libro Construir el mundo (2020) ...

..., al referirse al presunto sueño de Mendeléiev (1834-1907), que le permitió idear la Tabla Periódica de los Elementos en 1869, advierte: «El que la visión aparezca por sorpresa no quiere decir que acontezca de forma casual.». En efecto, la apariencia casual del insight creativo (auténtica, subjetiva o impostada), no invalida un penoso trabajo previo, que muchas veces ignoran tanto los que sacralizan al artesano esforzado, como los que mitifican al genio inspirado.

Conclusión

«Todo docente debe conocer cómo funciona la memoria, porque la educación consiste en ayudar a cada alumno a construir la suya propia y aprender a gestionarla».

José Antonio Marina

Como expongo en mi post de hoy sábado 15/6/2024 en mi newsletter «La vida es sueños» ...

... En el libro El yo creativo (2022) ...

... Carlos García-Delgado, presenta la teoría cibernética de la creatividad, que correlaciona con la Inteligencia Dual de Marina antes citada: «El sistema cibernético M-C –dice- está formado por una parte básica, o motriz (contenedor de información o Memoria imaginativa -M-) capaz de combinar sus datos, y por un elemento de control al que llamamos Consciencia -C-, capaz de dirigir el proceso.» Para acabar afirmando que el sistema bipolar M-C es el responsable de la creatividad.

Al escribir Memoria en mayúscula este investigador se refiere al organismo global de una persona, es decir, a su inconsciente cognitivo, emocional y motor.

García-Delgado pone el ejemplo de sistema cibernético al jinete (Consciente) que monta un caballo (Memoria). El yóquey recibe información del animal y, una vez la ha interpretado, le envía órdenes a este para controlarlo y dirigirlo. Y enfatiza la autonomía de la Memoria imaginativa frente a la Consciencia, presentando como prueba su capacidad para generar, mientras dormimos, es decir, inconscientemente, nuestros sueños (y en especial las indeseadas pesadillas).

El caballo (nuestro inconsciente), es autónomo frente al jinete (consciente), pero no debe actuar a su libre albedrío. El équido tiene que ser adiestrado por el yóquey, de modo que, tras un período de entrenamiento, la memoria muscular del animal recordará las órdenes de su amo, con lo que aumentará la probabilidad de un comportamiento previsible y orientado al eventual objetivo de ganar la carrera.

Del mismo modo, para que el inconsciente (el caballo) devenga creador debe ser educado (adiestrado) por el consciente (jinete). Se trata de conseguir aumentar la probabilidad de que las ocurrencias de la mente oculta, aparentemente espontáneas, obedezcan al propósito del autor, que, a posteriori, atribuirá ingenua y/o modestamente su inspiración a las musas o, incluso, a los dioses.

Y es que, como apunta García-Delgado: «La Memoria es una caldera en permanente ebullición donde se fabrica la obra de la creación (…) Así pues, una persona cuya caldera contenga pocos datos es improbable que disfrute de una imaginación fértil, pues carece de la materia prima necesaria. En algunos ámbitos se mantiene la idea de que no es necesario aprender cosas de memoria. ¡Qué error! ¡Los datos que no están en la memoria del individuo quedan fuera del proceso creativo!»

La clave es engendrar dentro de nosotros un demiurgo que a su vez nos convierta en creadores. Pero no se debe interiorizar al azar, sino dentro de un proyecto formativo (automatizar hábitos matemáticos, hábitos lecto-escritores, hábitos ortográficos, ...), y también dentro un proyecto creativo como puede ser componer música, escribir novelas, o llevar a cabo invenciones tecnológicas…

si bien es cierto que desde críos todos albergamos un incipiente «yo creador» (basta ver lo que inventan los niños) las auténticas musas inspiradoras de obras de valor no nos vienen dadas de serie, sino que, deben ser engendradas en nuestro interior como una energía potencial, mediante estrategias de instrucción/aprendizaje que, lejos de menospreciar y desdeñar la Memoria imaginativa, conciban dentro nuestro un inconsciente crítico y creador que facilite la «aparición de sorpresas eficaces y, sobre todo, valiosas.






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