Ser arcoíris

Ser arcoíris

«Trata de ser el arcoíris en las nubes de alguien», dijo la gran Maya Angelou. Para quienes amamos apreciar la belleza, especialmente la de la naturaleza, esta es una metáfora muy dulce. Quizás muchos relacionen el arco de colores con algo infantil, pero te confienso que yo me emociono cada vez que veo uno.  

Yo escuché esta frase de Angelou aisladamente, en algún clip de no recuerdo qué cuenta, y lo primero que pensé fue en la amistad.

Los amigos son nuestros arcoíris en los días nublados. Son esos que escuchan, que abrazan, que comparten lo que tienen contigo, los que aconsejan (a veces a gritos o con insultos, pero nunca queriendo herir o juzgar), los que son tu embajada, tu abogado, tu arma secreta, tu caja fuerte, tu par de manos extra, tu confesor, tu psicólogo, tu brújula… los que visitan a tus padres cuando tú estás lejos, los que cuidan de tus hijos como si fueran suyos, los que se desvelan con tus preocupaciones y se les saltan las lágrimas de orgullo y alegría con tus logros.

Como bien dice Angelou en otra encantadora cita, «en una amistad tú llegas a conocer el espíritu de la otra persona y sus valores coinciden con los tuyos. Los amigos pueden tener desacuerdos, pero nunca en cosas importantes. Un amigo estará para ti cuando ya no puedas».

Se me hace inevitable recordar las palabras del escritor Julio Ramón Ribeyro que ya he citado decenas de veces: «Un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra».

Esto es tan profundo y maravilloso que se me hace un nudo en la garganta mientras escribo. Nuestras amistades son espejos para que no nos olvidemos de quiénes somos y de qué somos capaces. Lo mejor de todo es que, para ello, la mayoría de las veces no necesitan musitar una sola palabra.

Yo, que tengo el mismo superpoder que la escritora Rosa Montero, y no me refiero a su inteligencia o a su ágil pluma, sino a esto que anuncia orgullosa: «mi gran éxito en la vida es ser amiga, creo que es lo mejor que hecho en la vida», te puedo decir que me río (con algo de pena, eso sí) de los que dicen que «los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano».

Si bien es cierto que con un solo buen amigo basta para sentirse afortunado, tener que usar las dos manos para contarlos, como es mi caso, no tiene precio.

Y sí, puede ser que sea una suertuda, pero también te digo que tanto ellas como yo hemos aceptado el compromiso y hemos trabajado (y lo seguimos haciendo) cada día para que sea así. Por lo tanto, nos merecemos el disfrute, la escucha, la risa, la mano, el abrazo, el aplauso, el perdón, la paciencia, la lágrima, la angustia, el café, el tequila, el vino y la champaña.

Eso y poder hacer nuestras estas otras palabras de Angelou: «Una mujer puede decirse a sí misma: Si muero, sé que mi amiga, mi hermana amiga, estará aquí para mantener en alto la bandera».

Si al leer la frase anterior pensaste en alguien, mi invitación es a que le escribas a esa persona.

Ya he perdido la cuenta de las veces que he propuesto regalar palabras a una amistad, pero siento que nunca serán suficientes.


Escribir sobre esas personas que han hecho y hacen nuestra vida más fácil, que nos permiten reconocernos y encontrarnos con distintas partes de nosotros mismos, merece muchas palabras. Y nosotros, el gusto de escribirlas.


Recuerda que escribir nos hace bien así no compartamos lo escrito, pero, por favor, si tienes la dicha de tener a esa persona aún en tu vida, no dejes de entregarle ese regalo.

 

Seguro que eres el arcoíris en sus nubes y puede que hoy lo único que necesite de ti son esas palabras.


La verdad es que Angelou empleaba la frase del arcoíris en un contexto mucho más amplio: el de ser amables y generosos con todos.


Por eso aquí te dejo su declaración completa:


«Hay una canción afroamericana del siglo XIX que es tan hermosa, y dice "Cuando parece que el sol ya no brillaría más, Dios puso un arco iris en las nubes". He tenido tantos arcoíris en mis nubes. He tenido muchas nubes, pero también tantos arcoíris, y una de las cosas que hago cuando subo al escenario, cuando me paro a traducir, cuando voy a dar clases, cuando voy a dirigir una película, es traer conmigo a todas las personas que alguna vez han sido amables conmigo: negras, blancas, asiáticas, nativas americanas, gays, heterosexuales, todos. Les digo: "Vengan conmigo, vamos a subir al escenario. Vengan conmigo, los necesito ahora". Y todos lo hicieron, ¿ves? Así que nunca siento que no tengo ayuda. He tenido arcoíris en mis nubes, y lo que hay que hacer, (me parece a mí), es prepararte para que puedas ser un arcoíris en la nube de alguien más. Alguien que tal vez no se parezca a ti, que no llame a Dios con el mismo nombre que tú, si es que llama a Dios. Puede que no coma los mismos platillos preparados como los haces tú, puede que no baile tus danzas o hable tu idioma, pero sé una bendición para alguien.»


Yo escribo hoy con mis amigas y amigos en el corazón. También contigo, valiente y con todos esos arcoíris 🌈 cuyo nombre no recuerdo o jamás supe.


Hoy te invito (también) a escribir sobre los arcoíris de tu vida.


Te dejo un abrazo, 


Ángela.


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Que bonito y que poderoso eso de que tu superpoder es ser amiga. A veces se valora muy poco la fortuna que es tener un buena amigo, o varios, y lo importante de un abrazo, un aplauso, el perdón, la escucha y por supuesto la champaña, en un mundo que solo piensa que lo importante es "anotarse a ganador", cuánto se factura y cuánto más importante que el otro eres. A por esos arcoiris que hacen diferente y mejor la vida.

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