Servicio Cívico Voluntario en Valores
Hoy comenzó el Servicio Cívico Voluntario en Valores (SCVV), creado por Resolución 598/2019. El anuncio de su creación, por parte de la Ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, generó una gran controversia desde el arco opositor, controversia basada en la subinformación y en la desinformación.
Su anuncio se produjo en plena campaña electoral, época en la que la desinformación suele ser la protagonista. Si pretendió ser una maniobra para la captación de votos, es tema de discusión. Ahora bien, ¿ha sido una cortina de humo, como algunos sostienen? La fundamentación que acompaña al proyecto reconoce la realidad socioeconómica desfavorable que estamos atravesando. Habla de pobreza, de precarización laboral, de desocupación, de vulnerabilidad. Es cierto que no puede taparse el sol con un dedo, pero el reconocimiento no es un dato menor.
Indudablemente, la creación del SCVV se inscribe en la dinámica de securitización del crimen organizado, en general, y del narcotráfico, en particular, que el gobierno de Mauricio Macri ha impulsado y desarrollado desde la campaña electoral de 2015. Lo interesante de la propuesta es que supone que la educación es una herramienta válida y necesaria para trabajar sobre la inserción social de los jóvenes basándose en el paradigma constructivista del proceso de enseñanza-aprendizaje. Es decir, el alumno como centro de dicho proceso.
Vivir en democracia exige una ciudadanía educada en valores, en derechos, en deberes. Se trata de una construcción diaria de la que todos somos responsables. Y el Estado, más aún. Algunas de las críticas realizadas al SCVV (sobre la base de especulaciones, dado que se espera realizar su primera evaluación en diciembre de 2019, una vez finalizada la prueba piloto), señalan que la educación de valores debe realizarla la familia. Eso es indudable. Pero no es el único agente de socialización del que se espera tal acción. En el paradigma vigente se entiende que la persona se forma durante toda su vida. Consideremos, en este aspecto que, parte de los jóvenes a los que se apunta, han sido víctimas de la degradación de los principales agentes de socialización (tales como la familia y la escuela).
Accediendo al sitio web del Ministerio de Seguridad de la Nación se puede ver una presentación del SCVV en el que se muestran los contenidos y la bibliografía sugerida para cada uno de los talleres. Tal como se puede apreciar, no se observa una formación militar (como el concepto “colimba”, utilizado por aquellos que buscan desinformar, sugiere). Sí se observa una formación en promoción de la salud, en construcción de la ciudadanía (con material utilizado en las escuelas secundarias de diferentes distritos), en liderazgo y trabajo en equipo, en prevención y reducción de riesgos ante situaciones de desastres y/o catástrofes, en orientación vocacional y en aprendizaje de oficios.
La (re)inserción al campo laboral, a la educación y a la vida en valores resulta fundamental para toda la sociedad. Estas iniciativas, bien conducidas e implementadas, tienen un impacto multiplicador en términos colectivos, es decir, no sólo tienen retornos positivos individuales. Es una realidad que la población vulnerable a la que apunta el SCVV podría ser potencialmente cooptada por el crimen organizado. Es por ello que resulta vital la existencia de un Estado presente, que reconozca la situación, actúe en consecuencia, y brinde, no sólo herramientas, sino las oportunidades dignas, legítimas y necesarias para que estos jóvenes puedan superarse y desarrollarse. Una buena iniciativa, sin este fundamental acompañamiento, resulta vacía. Reitero, si esto no es acompañado por un entorno de posibilidades, caerá al vacío.