¿Buscas tu propósito? Encuentra el chisquero.

¿Buscas tu propósito? Encuentra el chisquero.


Si me has estado leyendo últimamente, o si hemos charlado sobre marcas, sabrás que hay una idea que se me puso entre ceja y ceja hace un tiempo y a la que no dejo de dar vueltas: muchas de las mejores marcas, las que más inspiran, las que más lealtad logran generar… suelen ser creadas por personas valientes para dar a otras personas lo que les dolió no tener.

Sabrás que te invito a mirar ahí dentro, a meterte en esa cueva en la que da yuyu entrar, para explorar cuál es ese dolor que hace que hoy por hoy te dediques a lo que te dedicas y formular con fuerza tu propósito.

Sí, sé que de entrada es una idea chocante, incómoda y que puede generar resistencia, pero dale una oportunidad.

Mi teoría es que, cuando ofrecemos lo que nosotros mismos hemos necesitado profundamente… lo ofrecemos con una sensibilidad, un amor y una pasión difíciles de superar. Y eso, obviamente, influye en la calidad de lo que hacemos y en la fuerza con la que lo comunicamos.

Te he estado contando que, si en mi metodología el primer elemento de la estrategia de marca es el propósito, y si el propósito es una chispa… para encontrarlo y expresarlo de forma genuina, hay que remontarnos un poco más. Hay que encontrar qué la hizo saltar.

Hay que identificar el chisquero.

Pues vengo a contarte cuál fue el mío.

Ya sabrás que me dedico a la estrategia de marca y a la identidad verbal, especialmente naming y brand storytelling.

Como ves, son servicios que consisten en encontrar o inventar las palabras adecuadas para representar negocios, productos, servicios y te sorprendería saber cuántas cosas más.

Porque las palabras hacen posible que lo que llevamos dentro salga al mundo y cumpla su función. Hacen posible que se le preste la debida atención, que esa idea, ese producto o ese servicio ocupe el espacio que le corresponde.

Pero es que, para más inri, mi plan A frustrado fue ser actriz. Ser vista, vaya.

Y si echo la vista atrás, esto no es casual.

Ahora viene el salseo.

Cuando estaba en la barriga de mi madre, los médicos dijeron que sería un niño, por lo que hasta el último momento, iba a llamarme David. Por lo visto por esa época David el Gnomo era lo más y a mi madre le gustaba el nombre.

Pero chorprecha, un 12 de junio de 1986 mi madre fue al hospital diciendo oiga que este niño no sale, que salía de cuentas el 25 de mayo, y obviamente allí se quedó, nací y resulté ser una niña. Les pillé sin nombre para mí y, sobre la marcha, mis padres decidieron que me llamaría Ana María, como mi madre.

Total, que cuando mi padre fue al registro a inscribirme, pues se agobió poniendo Ana María por todos lados y decidió cambiarme el nombre. Le preguntó a la del registro cómo se llamaba y a Dios gracias no dijo Hermenegilda: dijo Sandra.

Sí, corramos un tupido velo.

De esta historia no me enteré hasta que tuve una edad, y siempre me ha parecido bastante chunga. Como si desde el inicio se me hubiera robado la posibilidad de tener mi propia historia.

Te diré que, mucho antes de ser consciente de esto, en mi más tierna infancia, cuando me preguntaban cómo me llamaba, yo decía María, porque consideraba que Sandra no me representaba.

Primer ejercicio de naming -y rebranding- con 4 años. ¿Qué te parece?

¿Será casualidad que mis clientes de naming siempre destaquen lo justificadísimo y repleto de significado que está cada nombre que les presento?

Mi infancia siguió su curso con sus más y sus menos pero con un hilo conductor: no ser vista. Tener que asumir papeles que no eran los míos, no poder ser genuinamente yo. Que no bastara con simplemente ser para que todo estuviera bien.

¿No te parece que si unimos los puntos hacia atrás, como diría Steve Jobs, tiene sentido que me dedique a encontrar la esencia más pura de las personas y a convertirla en marcas para que pueden SER y puedan contar lo que hacen desde su verdad? ¿Que ahí está la clave de qué, cómo y para qué hago lo que hago?

¿No encuentras lógico y poderoso que de ahí nazca el propósito de contribuir a un mundo con más libertad y menos miedo?

Hace pupa mirar el dolor a la cara, sí. Pero da un impulso inigualable.

Porque sabiendo de dónde viene esa chispa, al ayudar a otras personas, me ayudo a mí misma. 

Y como sé lo que escuece lo que sienten, me las arreglo para que mi trabajo les impacte el doble.


¿Sabes tú cuál fue tu chisquero?


Te mando un abrazo fuerte,

Sandra


P.D. Habrá parte 2 de este asunto del chisquero, porque cuántas más vueltas le doy más enjundia le encuentro.

P.D.2. Apúntate si no lo has hecho ya a la lista preferente VIP -Very Interested Person- para ser de las primeras personas en recibir la info del programa grupal de estrategia de marca que verá la luz en pocas semanas, sin compromiso, y así poder optar a las mejores condiciones que nadie tendrá para vivir esta experiencia incendiaria.


¡Mucha atención a lo que viene en noviembre!

Conócete.

Quiérete.

Sé consciente de tu poder y…

¡ARDE!

🔥❤️🔥🔥

Anna Mas Galvañ

Creatiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiva 🥹 | También creadora de contenido & Community Manager 📲 | Amante de generar emociones 💛 | Hago perfiles de LinkedIn a tod@(s) 🙃 | Insights addict 🫶🏻

1 año

Compartimos teoría 💗

Pues nunca lo había puesto en palabras, pero ahora que te leo acabo de conectar con ese yo que odia la falta de transparencia y de claridad cuando tienes una necesidad o un problema e intentas buscar a alguien que te lo solucione. Necesito que me hablan claro. 👉🏻 Y supongo que por eso tengo la transparencia y ser claros como dos de los pilares de la forma en que trabajamos en mi empresa. Seguro que si "arrebusco" más, encuentro más conexiones con necesidades pasadas. 🤔 Me ha encantado este post, por cierto.

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