Si la naturaleza tuviera "precio"...
Adentrándonos en la relación entre los seres humanos y su entorno, encontramos que, a pesar de los avances en la valoración de bienes y servicios, la naturaleza ha sido consistentemente subestimada. Esta tendencia se enraíza en la antropología de nuestra sociedad, donde, desde siempre, lo inmediatamente útil y cuantificable ha recibido mayor atención que lo esencial y omnipresente. La naturaleza, a pesar de ser vital para nuestra supervivencia, ha sido vista como un recurso inagotable y gratuito, más allá de las consideraciones económicas.
Lo que valoramos versus lo que necesitamos
Este enfoque ha llevado a una paradójica desvalorización de los elementos más fundamentales para nuestra vida. Recursos como los bosques —que producen oxígeno y secuestran carbono—, los ríos y los océanos —que regulan el clima y proporcionan alimento—, y la biodiversidad —que mantiene el equilibrio ecológico— son esenciales para nuestra existencia; sin embargo, raramente se les asigna un valor económico tangible. Esta desconexión entre lo que valoramos y lo que necesitamos para vivir plantea interrogantes profundas sobre nuestra percepción del valor y nuestra relación con el mundo natural.
En esta era de avances tecnológicos y de crisis ambientales es imperativo reconsiderar cómo valoramos la naturaleza. No solo se trata de una cuestión económica, sino también de una reevaluación ética y cultural de nuestro lugar en el mundo y de nuestra responsabilidad hacia el entorno que nos sostiene.
Cada vez se vuelve más evidente la necesidad de una revalorización de la naturaleza en nuestros sistemas económicos y culturales. En la actualidad, con la creciente conciencia sobre los retos ambientales —como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad— , surge una pregunta crítica: ¿Cómo podemos integrar el valor intrínseco de la naturaleza en nuestra economía? La respuesta a esta interrogante nos lleva hacia la idea de una “moneda verde”, un concepto que busca cuantificar económicamente los servicios ecosistémicos que la naturaleza proporciona.
Esta propuesta no se limita a una simple asignación de precios a elementos naturales, sino que representa un cambio fundamental en nuestra percepción del valor y la riqueza. En lugar de medir el éxito económico únicamente a través del PIB o de la producción industrial, una moneda verde supone valorar la capacidad de los ecosistemas para mantener la vida y su contribución a la salud y al bienestar humano. Este enfoque destaca la importancia de preservar la naturaleza, tanto por su belleza y su biodiversidad, como por su papel esencial en sostener la economía y la sociedad.
¿Qué implicaría contar con una moneda verde?
La implementación de una moneda verde requeriría un cambio radical en políticas económicas y prácticas empresariales. Significaría reconocer que la degradación ambiental tiene un costo real que debe ser considerado en las decisiones económicas. También abriría nuevas vías para inversiones sostenibles, donde la conservación y la restauración de ecosistemas se convertirían en una parte integral de las estrategias económicas.
Asimismo, conllevaría una revisión exhaustiva de nuestros valores económicos y ecológicos. Este enfoque no es simplemente una cuestión de asignar precios a los elementos de la naturaleza, representa un cambio radical en cómo percibimos y valoramos los recursos naturales. La adopción de esta perspectiva económica verde desafía el modelo tradicional de desarrollo que, frecuentemente, prioriza el crecimiento económico a corto plazo sobre la sostenibilidad a largo plazo.
Hay más aspectos por tener en cuenta. Una transición hacia una moneda verde requeriría una reevaluación de cómo las actividades económicas impactan los ecosistemas. Esto incluye considerar el costo de la degradación ambiental y, además, reconocer y valorar los beneficios de preservar y restaurar la naturaleza. Por ejemplo, un bosque se valoraría tanto por la madera que puede proveer, como por su capacidad para secuestrar carbono, preservar la biodiversidad y regular el ciclo hidrológico.
Esta transformación económica también influiría el proceder de los gobiernos y las empresas. Las políticas públicas podrían incentivar la inversión en tecnologías limpias y prácticas de conservación, mientras que las compañías podrían encontrar un nuevo valor en la sostenibilidad ambiental, viéndola no solo como una responsabilidad corporativa, sino como un elemento integral para su éxito a largo plazo.
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Un factor clave: la sostenibilidad
Enfocándonos en la responsabilidad corporativa, es esencial reconocer cómo estos conceptos han evolucionado, pasando de ser tendencias de moda a ser elementos cruciales para la supervivencia y la resiliencia empresarial. La sostenibilidad ya no es solo una opción ética, es una estrategia integral para anticipar y mitigar elementos exógenos que afectan la volatilidad de los mercados. Estos riesgos —cada vez más complejos y difíciles de prever— están estrechamente vinculados a factores ambientales.
El Global Risk Report del 2024 del Foro Económico Mundial subraya esta realidad. Destaca que, en los próximos diez años, los riesgos más severos para la humanidad están relacionados principalmente con el medio ambiente.
En este contexto, la adopción de prácticas sostenibles se convierte en una cuestión de supervivencia empresarial. Las compañías están comenzando a reconocer que los riesgos ambientales presentan desafíos significativos —desde la interrupción de las cadenas de suministro hasta la pérdida de la confianza del consumidor y la imposición de regulaciones más estrictas—, y que la inversión en sostenibilidad puede generar oportunidades de negocio significativas, como el desarrollo de tecnologías limpias, la adopción de prácticas de producción más eficientes y sostenibles, y la creación de productos y servicios que respondan a la creciente demanda de los consumidores por opciones más ecológicas.
Desafíos por afrontar
Reestructurar los sistemas económicos y políticos actuales para incorporar una moneda verde es una tarea retadora. Esta acción requiere una reorientación fundamental de las políticas fiscales y los incentivos empresariales hacia prácticas más sostenibles, así como cambios regulatorios para apoyar la valoración de los servicios ecosistémicos. Además, a pesar de que cambiar la percepción pública para reconocer el valor intrínseco y vital de la naturaleza es esencial, no resultará simple, ya que demanda una educación y sensibilización ambiental amplia y efectiva. También es crucial la integración de diversos intereses y perspectivas, especialmente de comunidades locales y pueblos indígenas, quienes deben ser partícipes activos en la toma de decisiones, asegurando que sus derechos y sus conocimientos sean respetados.
La transición a un sistema de moneda verde a nivel internacional conlleva un cambio de paradigma que va más allá de las fronteras locales y nacionales. Este cambio es necesario e imprescindible para contrarrestar las tendencias actuales que incitan a los países a explotar sus recursos naturales en pos de un desarrollo económico basado en el sistema de valoración de riqueza actual.
Por ello, uno de los desafíos más significativos en este proceso es la creación de un sistema cambiario y/o monetario universalmente reconocido que alinee a los países en la valoración económica de sus recursos naturales. Esto implicaría establecer estándares de riqueza que, paradójicamente, podrían sancionar a aquellos países que han agotado sus recursos y beneficiar a los que, por diversas razones, no los han explotado.
Este enfoque global destaca la dificultad de equilibrar las necesidades de desarrollo económico con la preservación del medio ambiente. Resulta complejo el hecho de que son principalmente los países más desarrollados los que han explotado en mayor medida sus recursos naturales y, al mismo tiempo, son ellos los que poseen el poder y la influencia para hacer posible este cambio a nivel global.
Al final de este análisis, surge una pregunta esencial: ¿Por qué necesitamos valorar económicamente la naturaleza para reconocer su importancia? Este enfoque, aunque útil y necesario en el contexto actual, no debe ser visto como la solución definitiva. La verdadera apreciación de la naturaleza debería emanar de un entendimiento profundo de su valor intrínseco, más allá de cualquier etiqueta económica.
La situación actual, marcada por la crisis climática y la degradación ambiental, nos exige encontrar métodos pragmáticos y efectivos para cambiar nuestra trayectoria. Es como si navegáramos a toda velocidad en aguas turbulentas sin tener un mapa claro. En este sentido, una moneda verde actúa como un faro que nos ayuda a tomar conciencia de las consecuencias de nuestras acciones y a ajustar el rumbo hacia un futuro más sostenible.
Esta reflexión resume la urgencia y la responsabilidad que todos compartimos. Adoptar una moneda verde no es solo un acto de supervivencia, es un paso hacia un nuevo paradigma donde respetamos y cuidamos el planeta no por su valor monetario, sino por ser nuestra casa común y la fuente de toda vida.
Especialista Seguridad y Salud, MSc Ciencias Ambientales , Quimico y farmacéutico , Amplia experiencia en Evaluación de Riesgos en Industrias. Docente Postgrado UTEG, UCSG, ULVR, Evaluador y capacitador SECAP.
7 mesesApreciado Dr Rafael Pástor considero que ya existe un valor atribuible al ambiente, el error es que siempre lo tratamos de convertir en una valor de mercado solamente atribuido al costo de la obra, más no al impacto ambiental o beneficio ecosistémico o social. Para esto doy ejemplos. El caso Olon es una muestra de aquello, el proyecto podía llegar a ser uno de los mejores en la zona, millones de inversión e inclusive se podía haber convertido en una muestra de cómo la economía y la ecología conviven. Pero sin hacer polémica, muchos inversionistas piensan qeu el valor monetario de la inversión en el proyecto, supera el valor social, ambiental e incluso sistémico. No podemos decir que no hay metodologías, que no existen los profesionales, es simple una evidencia más que las viejas formas de hacer inversión ya no existe en la mente de las comunidades. Espero no incomodar con mi opinión. Fraterno 🫡.
CSO | Carbon Markets and LCA
7 mesesA research group at Stanford has been working on quantifying ecosystem services for years: https://naturalcapitalproject.stanford.edu/software/invest. Likewise, nearby Colombia has biodiversity credits, another financial mechanism to incentivize environmental stewardship or disincentivize the opposite.
20 años de experiencia en agroindustria y estrategia. Especialista en procesamiento y comercialización de productos lácteos.
7 mesesEl medio ambiente y su cuidado deben estar siempre en el centro de todas las decisiones e interacciones del ser humano.
Asesor en BABY CORNER
7 mesesBuena reflexión estimado amigo y colega..
Catalyst | Dreamer & Doer. Connecting dots and people
7 mesesYa existen transacciones basadas en el valor de la naturaleza. Aunque de a poco, se empieza a ver el valor del capital natural en la economía. Dentro de poco será la nueva normalidad.