Siete conclusiones de la crisis migratoria de cubanos en Costa Rica
Previo a cerrar este año finalmente al parecer se encontró una salida negociada a la crisis migratoria de cubanos en Costa Rica. En poco este tema dejará de ser noticia, aunque transcurrirán meses para solucionarlo completamente. Mal haríamos de no sacar experiencias de este suceso, para futuras decisiones. Sintetizo siete conclusiones importantes, desde mi perspectiva, que pueden extraerse de este hecho histórico.
El dolor es de todos los migrantes, no de algunos. Conozco en carne propia lo que es tener la necesidad de salir de un país, y las fuerzas en contra. Puedo imaginar las situaciones que pueden vivir migrantes en su paso oculto en manos de coyotes, sin poder pedir ayuda. Seguramente las carencias y los peligros son extremos, y eso nos toca el corazón a todos. No puede este dolor promover la idea de legitimar la migración ilegal, otorgando una visa de tránsito. Los seres humanos no son ilegales; este tratamiento populista de Rafael Correa intenta ocultar que los seres humanos pueden ejercer la migración de manera legal o de manera ilegal. Este paso está fuera de la ley, y la seguridad jurídica es un pilar clave en un sistema social democrático. Menos, por aparente generosidad, podemos clasificar a migrantes en diferentes clases; esto es, los cubanos y el resto, a unos se le otorga un beneficio y a otros no.
Las visas otorgadas son incoherentes con la política migratoria costarricense. Para que un cubano reciba visa para visitar Costa Rica deberá gastar, solo en documentos para ser autorizado, el equivalente a más de dos años del salario promedio en la isla. Esto no incluye los costos del pasaje y el pasaporte, sino solo los documentos necesarios para la solicitud de visa costarricense. Costa Rica ubica a Cuba en el grupo con mayor restricción de visas posibles en este país, y la autorización de ingreso debe ser tramitada ante la Comisión de Visas Restringidas. Los trámites para obtener estos documentos en la isla pueden tardar meses. Cuando recibieron a los cubanos desde Panamá, sin visa de Panamá, le otorgaron una visa inmediata, y sin costo. Esto no concuerda de ninguna manera con la práctica cotidiana de la Dirección General de Migración y Extranjería tica con respecto al visado de cubanos.
Los medios de difusión costarricenses ocultaron el error del gobierno. Parecía como una orquesta bien entrenada. Ningún medio costarricense trató este fenómeno como una migración ilegal, sino como “cubanos en tránsito”. Alabaron la solidaridad del Presidente, y criticaron a todos aquellos que se opusieron a secundar la posición de San José, con tal de no reconocer que la entrega de visas de tránsito fue el error que originó la crisis. Culpar a segundos, en este caso a Nicaragua, y luego a Guatemala, y luego a Belice, entre otros, de los traspiés propios, puede entenderse entre políticos, pero es inaceptable en la prensa. La prensa faltó a su deber, que es informar con la mayor objetividad posible.
El gobierno tico creó un chivo expiatorio. El presidente Solís anunció la ruptura política de Costa Rica con el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) cuando este organismo se negó a tratar la crisis migratoria, a la que llamó humanitaria. De inmediato anunció que deportará a los cubanos que arriben al país sin visa. Esto ha generado una percepción en muchos de que la razón de las deportaciones tiene que ver con el hecho de que el resto del istmo no quiere ayudar a los cubanos en tránsito. Quien se opuso en primera instancia fue Nicaragua. En la retina quedó la negativa del presidente Ortega a usar su territorio en tales fines, y esto ha deformado la opinión de muchos. Sin embargo, la deportación, lamentablemente, es la acción ordinaria, todos lo sabemos, cubanos incluidos, a la detención de cualquier persona que no tenga visa. Lo extraordinario es otorgarle una visa a alguien en un proceso migratorio no autorizado.
Los políticos ganan ante el suceso. El puñado de cubanos que hoy están en Costa Rica y Panamá, unos ocho mil, ciertamente se verán beneficiados con un paso decente a su destino. No son los cubanos de forma general los ganadores. Gana el presidente Solís, utilizando sus conflictos con Nicaragua para desviar la atención ante la pobre imagen que tienen los costarricenses de su mandato. Gana Ortega, que explota el nacionalismo intransigente para minimizar su derrota por el territorio de Isla Calero en el Tribunal de La Haya. Gana Castro, que logró que en cada foro en que se trató esta crisis migratoria se declarara a Estados Unidos y la Ley de Ajuste Cubano como la responsable de la migración cubana, y no la miserable situación de la isla. Ganó, entre otros, Marco Rubio, quien lucha desde las filas republicanas por la candidatura a la presidencia norteamericana, dándole una plataforma para abordar su posición sobre el acercamiento de Obama a Cuba.
El impacto económico de la crisis siempre será desconocido. Los ya declarados millones de dólares gastados en la atención directa del gobierno tico a los migrantes son, con seguridad, solo una parte de los gastos. Pocos se ocuparán de estimar la generosa ayuda en donaciones que ya se han hecho del pueblo tico, y de la hospitalidad de los lugareños. Tampoco se ha hablado de los costos de los traslados y estadías de negociadores de gobierno, entre otras. Falta estancia por costear. Los últimos gastos que estarán en letra pequeña serán los relacionados con el traslado de los cubanos. Aun cuando han indicado que los migrantes correrán con sus gastos, lo cierto es que no pocos carecerán de este recurso. Al final se considerará que es más conveniente pagarles el boleto que conservarlos en el país por un tiempo prolongado. Son dos mil cubanos que deben traerse desde Panamá; con ellos suman ocho mil que deberán viajar en avión, en pasaje de ida, hasta El Salvador, y de ahí en buses hasta México, a su frontera norte. Además de los pasajeros, el único directamente interesado en que esto se realice rápido es el gobierno costarricense. Son los interesados los que deberán pagar. Habrá donaciones, múltiples, de organizaciones internacionales y de grupos que apoyan un cambio en Cuba. No veremos en suma lo que costó una crisis de este tipo, al menos durante el gobierno del presidente Solís.
Los perdedores son, finalmente, los cubanos. Algunos han creído que la acción del gobierno costarricense fue generosa, digna de solidaridad, porque intenta ayudar a los cubanos. Esto no es cierto. La acción fue irresponsable, ilegitima, y con saldo negativo para los cubanos. La primera consecuencia importante de esta crisis migratoria fue la solicitud de visas a cubanos para viajar a Ecuador, un requerimiento que de previo no tenían. Esta restricción para los viajes de los cubanos a territorio ecuatoriano fue solicitada por la cancillería costarricense para tratar de frenar el arribo de isleños a suelo tico. Con posterioridad a esto el gobierno cubano impuso limitantes para los viajes de profesionales de la salud. Aun cuando este proceso puede decirse que es sencillo, una obligación de visa puede limitar las posibilidades de migración de grupos sociales. También, al ser un requisito para viajar, puede convertirse en un espacio importante de corrupción, encareciendo los costos para llegar a Estados Unidos. Para aquellos que no entienden la implicación de esto, debo decir que Ecuador era el único país continental que no exigía visa a los cubanos; esto es, la única puerta de salida de la isla. Los que más pierden son el número indeterminado, pero seguramente inmenso, de cubanos que quieren irse de su país.
La crisis migratoria se creó en Costa Rica. Para evitarla lo único que debió hacer era cumplir con la ley. Esto es, darles a los catorce cubanos que fueron detenidos sin visa cuando desarticularon la red de coyotes que lo transportaban, el mismo tratamiento que le dieron a los doce nicaragüenses detenidos. En vez de eso, se les otorgó a los primeros una visa de tránsito que generó la crisis, con costos económicos y políticos para todos los países involucrados. Hacer lo que dicta la ley le hubiera bajado el tono a este fenómeno migratorio, y creo sinceramente que hubiera sido lo mejor, especialmente para el pueblo cubano.
Our interests are eternal and perpetual, and those interests it is our duty to follow. - Lord Palmerston
8 añosUna opinión que justifica y amarra don Carlos con hechos y el por qué de las leyes que fueron creadas, con conclusiones que pueden aceptar a la luz del día, no es válido crear un incidente internacional bajo el supuesto de la ayuda humanitaria cuando se obvian la legislación local