¿Sin propósito para qué? Parte I

En pleno siglo XXI la economía global del conocimiento, la pluralización de la competencia, la exportación de nuevos productos con mayor valor agregado y la digitalización de los procesos y de las relaciones humanas exigen tanto para las organizaciones como para las personas, contar con un direccionamiento de trabajo claro que les permita potencializar al máximo sus competencias y habilidades personales para generar estrategias que les posibilite sobrevivir en un entorno que se torna cada vez más competitivo.

Por lo anterior, todos los días recibimos mensajes de las compañías donde nos invitan a estar alineados con sus objetivos organizacionales, a ser más competitivos, a dar la milla extra, sin embargo, ¿cuántas veces recibimos mensajes para estar alineados con nuestro propio propósito de vida? ¿Cuántas veces nos despertamos y pensamos inmediatamente en los familiares/amigos que dejamos de visitar y no en los clientes que dejamos de llamar?… Considerando las anteriores inquietudes, ¿Por qué no pensar en lo que verdaderamente nos inspira, para empezar de esta manera alinear nuestro entorno con nuestro real propósito de vida?.

Créanme que cada acción que emprendemos por pequeña o simple que parezca, nos puede acercar o alejar de nuestro propósito, nos puede conectar o desenchufar de nuestro “por qué y para qué”. Las experiencias de vida que decidimos coleccionar (sitios que visitamos, personas que conocemos, libros que leemos, lugares que frecuentamos, entre otros), impactan en nuestra forma de ver el mundo, más sin embargo, es poco el tiempo que tomamos para evaluar el entorno que creamos para nosotros mismos.

Por ello, para mí resultan admirables aquellas personas que logran ser competitivas para sí mismas, que se despiertan cada mañana con la única motivación de cumplir sus propias metas y no las impuestas por la sociedad, que salen de su zona de confort para enfrentarse a entornos cambiantes e impredecibles con el único objetivo de descubrir, comprender y abrazar su propio propósito de vida; a esas personas las veo imparables y demoledoras al enfrentar sus épicas batallas; así también, veo cómo logran impregnar su entorno de tenacidad y se vuelven tan magnéticos que la pasión que depositan en cada cosa que emprenden es inevitablemente contagiosa. 

Gracias a esas personas, he llegado a pensar que la magia de nuestro propósito de vida cobra fuerza cuando de manera libre y decidida logramos desarraigarnos de lo que se supone “debemos hacer” y nos centramos en lo que realmente nos provee “plenitud personal, felicidad y realización”. Sin embargo, no solo basta con declarar lo anterior, es necesario “creerlo y vivirlo” con tanta pasión que nuestras acciones del día a día nos lleven a lograr lo que tanto deseamos.

En la segunda parte de este artículo les compartiré algunos elementos que he descubierto en este proceso continuo de definir y redefinir mi propósito a lo largo de mi ciclo de vida. No se lo pierdan!